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Camino de Santiago
29 décembre 2005

El candidato en Wall Street

Por sus lapsus los conoceréis, quiso decir el profeta. Tal cual. Para conocer a un candidato conviene comprender lo que dice. Interesa también, y mucho, saber lo que calla. E importa todavía más retener qué dice cuando cree estar diciendo otra cosa. El candidato que llegó segundo publicó hace unos días un aviso en la prensa con una fotografía suya donde se ve al fondo una multitud. La multitud no está, como era de esperar, en Chile, sino en Wall Street.

“Se cometió un error porque la agencia de publicidad presentó una maqueta del aviso con una foto de archivo”, dijo el candidato. “Nosotros habíamos seleccionado varias fotos excelentes de las concentraciones multitudinarias que teníamos de la primera vuelta. Y por esa cosa de los ‘duendes’, que usted que es periodista conoce bien, no se hizo finalmente el cambio de fotos. Es un accidente menor cometido a nivel de agencia de publicidad”.

En efecto, en las redacciones de los viejos periódicos la culpa de los lapsus era atribuida a los “duendes” que vivían en las imprentas y se divertían tomándole de vez en cuando el pelo a los lectores. Entonces podía tratarse de errores cometidos por los cajistas y tipógrafos. A falta de ellos, hoy no hay más excusa que asumir el propio inconsciente o, en su defecto, a la agencia de publicidad.

Ronald Reagan, otro producto de Wall Street, en un discurso oficial en Brasil, cuando era Presidente de Estados Unidos, tuvo el detalle de agradecer de manera protocolar al pueblo y al Gobierno de... Bolivia. Alertado por las muecas de su comitiva, Reagan intentó salir del paso: “Claro que no, es allí que voy después”. Ni lo uno ni lo otro, la etapa siguiente de su viaje era Colombia.

Nadie está libre de cometer uno que otro lapsus, desde luego. Lapsus significa literalmente resbalón, y un “trompezón” no es caída, como dice mi tío. Lo interesante es mirar de cerca la huella que deja el resbalón. Los lapsus son las ventanas del alma o, mejor aun, los ojos de buey por donde asoma la trastienda mental del orador, allí donde se cocina su verdadero guiso. El guisado que nos elabora el candidato que llegó segundo, quedamos avisados, es un preparado del tipo Wall Street. Espectaculares subidas de los bonos seguidas de cracks estrepitosos. La bolsa es una montaña rusa cargada de adrenalina hasta el momento en que sólo queda la adrenalina. Los lapsus, por su parte, quedan al cuidado de la agencia de publicidad.

La Nación de Santiago de Chile, 29 de diciembre de 2005

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