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Camino de Santiago
19 janvier 2006

Sapos y camarones

“Y el tibio desayuno que me traes sonriente, mientras leo lo triste que me cuentan los diarios”, cantaba un bronco trasandino. Lo que cuentan los diarios será triste o alegre, según y cómo, sostiene mi tío Pepe. Se sabía que los diarios servían al día siguiente para envolver el pescado. Cada vez menos, sin embargo. Los peces son jabonosos y están en vías de extinción, y el pescado, envuelto en plástico, está carísimo. Como los camarones que, más encima, reculan. A propósito de crustáceos, mi tío me comenta que la alcaldesa de Camarones anduvo en Camerún en busca de sus ancestros.

-Normal -me dice-, Camerún y Camarones son la misma palabra.

No sé yo de dónde sabe tantas cosas, será que tarda el tibio desayuno y lee los diarios más allá de la cuenta. De la alcaldesa pasa a la Presidenta electa, la que ha resultado ser políglota. Es una cualidad envidiable el don de lenguas, según mi tío. Le preguntaron una vez a Camilo Cela, Nobel posfranquista, si hablaba inglés. “Ni Dios lo permita”, contestó el gallego. Pero él era un señor ñoño y lo que hoy se lleva son presidentas modernas y desenvueltas en varias lenguas de distintas sonoridades, con el esmero del alemán, el charme del francés y la penetración de mercados del inglés.

Para no quedarse atrás, Pepe me comenta que el rey de Swazilandia las ha emprendido de mala manera contra la oposición: “Swazi king crushes political opponents”, me dice. Tengo dudas sobre el alcance exacto del verbo to crush. Mi tío precisa que el gordinflón aquél del Rey, que tiene nueve señoras y dos novias, lo que hizo fue aplastar, apabullar, apachurrar, destripar, doblegar, estrujar, exprimir, machacar, machucar, molturar, machar, moler o triturar a sus opositores. Pobre gente, sus súbditos. Con las ganas que tendrán de tener, como en Liberia, como en Chile, como en Finlandia, una Presidenta políglota.

Porque políglotas los africanos suelen ser, inveterados políglotas y no siempre polígamos. En Swazilandia, un millón de habitantes hablan decenas de lenguas bantúes y apenas un par de lenguas germánicas. En Camerún, la ancestral tierra de la alcaldesa de Camarones, más de 250 lenguas locales, y francés, inglés y hasta alemán, como la Presidenta electa.

Ya un poco “lengüeteado”, me voy despidiendo, cuando me suelta un último pormenor africano. Esperando el tibio desayuno, entre un periódico y otro, resulta que mi tío lee el diario de viaje del doctor Livingstone, explorador escocés que se empantanó en el Congo buscando las fuentes del Nilo, antes de que lo encontrase Stanley y profiriese la célebre frase que hizo reír a media Europa: “Dr. Livingstone, I presume ?” Estaba Livingstone medio muerto de disentería, de amibiasis, de tuberculosis, de paludismo, de todas las enfermedades de los miasmas tropicales, cuando este coloso de la misantropía y el empecinamiento colonial escribió en su diario una tierna escena de corte bucólico-congoleña: “Estando yo sentado bajo la lluvia, un sapillo de árbol, de media pulgada de largo, saltó sobre una hoja crasa y comenzó a cantar, tan fuerte como un pájaro, un aire de una gran dulzura. Qué sorpresa oír tal música emitida por un músico tan pequeño”.

No se crea, sin embargo, para volver a la música argentina, que a continuación el escocés sacó la vihuela y compuso el “Sapo cancionero”. Perdido estaba en África, pero nunca tanto.

Antonio de la Fuente, La Nación de Santiago de Chile, 19 de enero de 2005

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