Fue hace diez años (y dale con los aniversarios). Estábamos en la playa, nudista por añadidura. En El Portús, en Murcia. Le dije a la Negra, apuntando al horizonte : Mira, ahí viene una patera cargada de inmigrantes. Qué hacemos. Los inmigrantes bajan de la patera y se abren paso por entre los veraneantes desnudos. Qué haríamos. Alguno les tiende una toalla. Una botella de fanta. Otros los ignoran, entierran la cabeza en la arena. ¡Hay uno que llama al salvavidas! Nos reímos con la ocurrencia. Imaginamos una obra de teatro, en Avignon, en Barcelona, no sé dónde. La llegada de la patera a la playa nudista.
Diez años después, ahí está la patera desembarcando en una playa de Tenerife. Esta vez no es mi imaginación, no se trata de teatro. Son 88 inmigrantes subsaharianos que intentan abrirse paso por entre un centenar de bañistas, a la hora de la siesta, a las tres de la tarde. Al parecer, los veraneantes reaccionaron bien, intentaron ayudar, socorrer, compartir. La Cruz Roja hizo el resto, la Guardia Civil, el hospital, el juzgado.
Cientos de inmigrantes llegan cada semana a Canarias. Suelen llegar de noche, o a zonas rocosas. Esta vez lo hacen a una concurrida playa. Dos mundos se encuentran cara a cara. Y comparten escenario.