Otro dieciocho de septiembre
En uno de los innumerables blogs con los que se ha ido poblando el ancho mundo encuentro este comentario firmado por c.punto. El comentarista calibra, desde Chile, las vísperas de las fiestas nacionales que se celebran allí en torno al dieciocho de septiembre:
«Nosotros -dice-, que tendremos que mamarnos una lista de asados dieciocheros y múltiples carreritas al súper y matar, si fuera necesario, por la última bolsa de carbón o lata de cerveza...».
Se ve que el estado anímico nacional está condicionado por la gastronomía, por llamarla de alguna manera. El comentario me saca un comentario:
El asado es un manera gaucha de cocinar la carne. Apareció por Chile hace menos tiempo del que puede parecer (la memoria es corta y la población es joven), apenas entrados los años sesenta, más o menos. Antes, a la carne asada se la llamaba parrillada, y se la consumía en restoranes techados, mayormente entre empleados fiscales. El consumo masivo de cerveza es todavía posterior y se disparó con la publicidad, que consiguió asociar aquel brebaje amargoso con la hombría y el fútbol. En cuanto al supermercado, fueron, más o menos por la misma época, los cachorros de la clase media ascendente, que se fueron a estudiar a Norteamérica, los que importaron e impusieron la costumbre de comprar carne, latas de cerveza y bolsas de carbón en unos galpones adornados de publicidad, a los que llamaron súper y luego hípermercados. Antes de eso, éramos todos clientes del almacén de la esquina, también llamado emporio. El carbón podía ser de piedra o de espino y se compraba en sacos o en almudes. Para las fiestas de septiembre no se bebía cerveza sino chicha, vino del año.
La segunda mitad de los años sesenta fueron, en Chile, los años de la democracia cristiana. Bajo esos refajos se introdujeron estas costumbres que hoy campan, el asado y la cerveza comprados en múltiples carreritas al supermercado.