Pomarola light

Dice Kundera que las ideologías tienen perdida la batalla a manos de la imagología. El sistema imagológico funciona más o menos así: los políticos dependen de los periodistas pero los periodistas obedecen a los imagólogos que compran los espacios periodísticos y exigen que éstos respondan al espíritu del sistema imagológico en vigor.

Cuenta Kundera que su abuela, una campesina morava, todo cuanto sabía lo era por experiencia propia: cómo cocer el pan, cómo matar un chancho, cómo rellenar los edredones, qué pensaban el cura y el profesor primario de las cosas del mundo. La abuela de Kundera representaría la realidad. El vecino parisino de Kundera, en cambio, pasa la mayor parte del tiempo sentado en una oficina hasta que vuelve a su casa y enciende la tele para distraerse. El vecino de Kundera también representa la realidad, claro que una realidad sometida al sistema imagológico en vigor.

La realidad pudo ser tal vez más fuerte que las ideologías, pero con el sistema imagológico no puede. El sistema imagológico en vigor es multifacético y pluridimensional pero de tan dúctil que es me parece que cabe perfectamente en un potecito de pomarola light. Así es como me cuenta mi vieja que en los programas de la televisión chilena los panelistas detienen a un momento dado su alocución, enarbolan un producto, digamos un potecito de pomarola light, y se explayan sobre sus virtudes, mientras sus colegas panelistas aprueban y abundan en el argumento, como si fueran diputados de un mismo partido en el parlamento británico.

Que lo parió, como diría Mendieta.