Lectura a tres voces de Mañana en la batalla piensa en mí
Visitante asiduo como soy del blog de Clonclón, me enteré de que éste había leído recientemente Mañana en la batalla piensa en mí, la muy leída y premiada novela de Javier Marías. Como casualmente yo mismo había comenzado a releerla, se me ocurrió formular cada día un comentario sobre la novela en el blog de Clonclón, comentarios a los que éste fue puntualmente respondiendo. Circe, otra lectora del blog y de la novela, se sumó a este intercambio.
Josepepe: Estoy releyendo, como Circe y usted, según entiendo, Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías. Más que sobre sujetadores, que también, me parece que la novela trata de la paternidad.
Clonclón: Pudiera ser, siempre que se refiera usted al Padre Tiempo de negra espalda que, como la Revolución, devora a sus hijos.
Circe: No creo que el tema sea la paternidad. ¿Sobre las vueltas inesperadas que da la vida, quizás? No sé. Esa novela es como el Dragón Khan.
Clonclón: Pudiera ser sobre las vueltas que da la vida... ¿No aparece varias veces un tiovivo envuelto en niebla del que sólo se ven las cabezas fantasmales de los falsos caballos? ¿No hay unos aviones de mentira colgados sobre la cama inconsciente del niño Eugenio, cuyo mundo ha cambiado sin que él lo sepa? Su hipótesis es de lo más plausible.
Josepepe: Las páginas que Mañana en la batalla piensa en mí dedica al gremio de los negros de negros, de los escritores fantasmas de escritores fantasmas, provistos de prosa campanuda y proveedores de arengas espumantes por encargo, dan que pensar que tal vez otra de las cualidades de los blogs sea la de ser una reserva para este incomprendido sindicato. Con todo, la novela se deja leer muy bien.
Clonclón: Qué me va a contar a mí de negros de negros, si yo fui el creador del clon de un clon. Pero tiene usted toda la razón al decir que Mañana en la batalla piensa en mí se deja leer muy bien, que no es poco en estos tiempos.
Josepepe: El protagonista de Mañana en la batalla piensa en mí va a Palacio a recibir el encargo de redactar un discurso. Javier Marías pone en boca del Rey una reflexión sobre el destino y la Corona. ¿Le parecen verosímiles esas palabras?
Clonclón: La verdad es que me pareció completamente inverosímil la meditación del Rey, pero no creo que Javier Marías buscara ninguna verosimilitud, así que no puede considerarse un fallo: todos los diálogos que aparecen en la obra se presentan sin disimulo como recreados por el autor. De algún modo, podría decirse que el narrador les escribe los discursos a todos sus personajes, no sólo al Rey.
Josepepe: Al contarse, el mundo depende de sus relatores, escribe Javier Marías. No sé si se trata de un reflejo de narrador, de la misma manera como para un carpintero todos son problemas de clavos.
Clonclón: Pensé lo mismo que usted al leerlo, pero no con tanta sencillez ni tanta gracia. Yo recordé a aquellos filósofos que se dedican a meditar acerca del ideal de hombre para acabar concluyendo, mire usted que suerte, que el ideal de hombre es el filósofo.
Josepepe: En la mitad de Mañana en la batalla piensa en mí nos espera el previsible encuentro con la prostituta. Estábamos avisados y, sin embargo, sostenida por algo de suspense y sobre todo por la escritura, la situación retiene la atención. Un pequeño plus: también vale, para lectores distantes, como paseo por la Castellana.
Clonclón: A ver si es usted capaz de averiguar a qué viene lo de la prostituta. Imagino que será un contrapunto a la trama principal (a la trama, vaya) o algo así de fino, pero la impresión primera, e imborrable, es que esa historia fue metida con calzador y podría ser eliminada sin mayores problemas. También Mañana en la batalla piensa en mí tiene su curioso impertinente.
Josepepe: Me sigue pareciendo que Mañana en la batalla piensa en mí trata de la paternidad.
Clonclón: No acabo de ver claro que esa idea esté presente en la novela, o al menos no con tanta relevancia. ¿Lo dice por el caso del niño Eugenio?
Josepepe: Por cierto. La historia es como una perinola o, como dijo usted mismo, un tiovivo entre la niebla o aun unos aviones de mentira que giran en torno a un niño que duerme.
Clonclón: Es que hay algo de sonámbulo, de nebuloso, en toda la novela. La escena de la puta, que yo sigo sin ver muy bien a qué viene, tiene algo de esto: hay un aire de sueño, o quizá de pesadilla, en ese no saber con certeza si aquella mujer que lleva en el coche es la misma con la que convivió varios meses hace no tanto tiempo.
Josepepe: Qué curioso que lo diga. Me pareció tan inverosímil como supuesto y, sin embargo, eso no me impidió dejarme llevar tras la resolución del falso enigma. ¿Cómo puede dudarse si se trata o no de la mujer con la que se ha vivido hasta hace poco? ¿Porque se ha convertido en otra, en una puta?
Circe: Toda la fabulación sobre la puta y la ex es lo que más me ha aburrido de la novela. Estoy bastante harta de esta fantasía tan extendida consistente en una supuesta equiparación de la mujer legítima con la prostituta. Me molesta que el tratamiento de los personajes femeninos sea inevitablemente tan superficial en muchos autores.
Clonclón: Me da cierta vergüenza reconocerlo, pero no me había dado cuenta de esto que usted dice. En efecto, todo ese capítulo no es más que la típica y tópica fantasía masculina de ver a la legítima como a una prostituta. La única diferencia es que, mientras que la mayoría de los hombres la realizan comprándole unos ligueros a su esposa, Javier Marías prefirió escribir una historieta un poco aburrida que no venía demasiado a cuento. Para mi gusto lo único interesante es esa incapacidad del protagonista para confirmar si es o no su antigua novia esa mujer que se sienta a su lado. A primera vista parece inverosímil, y recuerda un poco a esas comedias del XVII en las que había creer que una mujer disfrazada de hombre daba el pego en cualquier circunstancia, pero si uno lo piensa bien puede llegar a ocurrir: a mí, que soy bastante despistado para caras y nombres, me ha pasado algo parecido con gente no tan cercana como una novia, pero tampoco muy lejana. Quizá hubiera sido mejor que Javier Marías hubiera escrito un relato independiente con esa historia, en lugar de incrustarlo de mala manera en su novela.
Josepepe: Me parece que Circe y usted han dado en el clavo con la historieta de la prostituta. Por otra parte, contando todo a través del narrador, Javier Marías condena a éste a ser un sempiterno husmeador, un espía de su propia causa (a riesgo de resultar un poco cargante). También, imagino que ha de haber más de una relación entre esas películas que el protagonista ve en la televisión y la forma de la novela. Como no he visto esas películas ni conozco el cine al que es aficionado Javier Marías, el de Welles y Wilder, no me atrevo a suponer mucho más, pero sí me atrevo a preguntarle a usted cómo ve a este narrador que parece estar constantemente dentro de una película que él mismo ve a intervalos en la televisión (siempre muy tarde por la noche).
Clonclón: Me temo que no puedo ayudarle en esto: soy muy poco cinéfilo. Mientras leía la novela trataba de recordar algo de Campanadas a medianoche, que había visto hacía años, pero en vano. Sólo puedo sospechar, como usted, que Javier Marías alude a su propia narración, incompleta y fragmentaria (el relato intercalado de la ex novia-prostituta), con esas películas entrevistas a altas horas de la noche que el narrador se promete ver completas algún día. El porqué de esas películas precisamente, sin embargo, es también un secreto para mí. Por cierto, suscribo con entusiasmo su primer párrafo: "Contando todo a través del narrador, Javier Marías condena a éste a ser un sempiterno husmeador, un espía de su propia causa (a riesgo de resultar un poco cargante)".
Josepepe: Javier Marías nos dice que toda muerte puede ser vivida como representación o como espectáculo del que se da noticia, o bien como encantamiento. La novela va de una a la otra, lo que puede explicar a la vez su calidad y su éxito masivo. En cuanto al asunto de los connovios o conyacentes, tal vez quepa recordar que Lévi-Strauss ve la circulación de las mujeres como un sistema de comunicación entre hombres.
Clonclón: Completamente de acuerdo con lo primero: la teatralidad de la muerte, su carácter espectacular, es lo que hace tan eficaces los primeros capítulos. En cuanto a lo segundo, gracias por la referencia de Levi-Strauss, de la que no tenía noticia. Me gustó esa parte filológica de los coyacentes. Al leerlo, recordé que Borges decía que él no sentía hostilidad, sino simpatía, hacia los hombres que estaban enamorados de la misma mujer que él. De algún modo, aquel amor compartido era un vínculo (en términos borgianos, que curiosamente no utilizó para explicarlo: si el amor es el mismo, los dos hombres serían el mismo hombre). La idea es idéntica, si sustituimos amor por sexo, sólo cambia la sensación que produce: de repulsión, a Javier Marías, y de adhesión, a Borges.
Josepepe: No sé si el curioso impertinente, al que se referió usted antes, será el protagonista de la novela. Pero lo que definitivamente no sé es cuál es el otro curioso impertinente.
Clonclón: El curioso impertinente, la novela ejemplar que Cervantes intercaló en El Quijote sin que viniera muy a cuento, fue mi manera de referirme al relato de la posible ex novia prostituida, pero ahora que lo dice el apelativo le viene bien al narrador de la novela, incapaz de resistirse a la tentación de husmear en la vida de la mujer que murió a su lado.
Josepepe: No lo recordaba y me fui de cabeza a leerlo. Y sí que viene a cuento. La cabezonería de algunos hombres por poner a prueba la virtud de la mujer parece tener mucho de obsesión por conocer a los eventuales connovios.
Clonclón: No deja usted de sorprenderme: es verdad que hay un cierto aire de familia entre el marido receloso de Cervantes y el ex novio de Javier Marías. Se me ocurre a mí ahora que Julián Marías, el padre del novelista, ofreció una explicación de El curioso impertinente que a mí es la que más me convence: al introducir una ficción por completo ajena a El Quijote, una ficción del todo impertinente, Cervantes consigue el milagro de que tomemos por realidad a los no menos ficticios Don Quijote y Sancho.
Josepepe : Si, como afirma Javier Marías, por el hecho de existir y de ser leída y releída una novela existe, así ha quedado Mañana en la batalla piensa en mí existiendo aun después de cerrada. Así es como, habiendo aceptado saber de sus protagonistas, ahora ya los recordamos y los recordaremos todavía no sé por cuánto tiempo más. Tras un paréntesis muy cómico (que el diálogo final entre los casi connovios sea tenso y desagradable aumenta retrospectivamente la ligereza y comicidad de la situación anterior, en el hipódromo, con las chicas ensombreradas y el Almirante Almira, de predestinado nombre), la novela se cierra con otra muerte, ridícula e improbable como la muerte que la abre, y nos quedamos con una muerte de entrada y otra de salida, en circunstancias que, como casi todo el mundo hoy, no sabemos muy bien qué hacer con los muertos. Y a lo que iba al inicio, tal vez la novela ilustra (lo hace al menos para mí) de qué embarazosa manera la gente se convierte hoy por hoy en padre y madre. La posibilidad de que el niño Eugenio acabe siendo el hijo del protagonista está insinuada desde el inicio de la novela y sugerida abiertamente al final de ésta: “Y ese niño podría venir con nosotros”. Yo he releído el libro buscando esa confirmación pero he encontrado mucho más, gracias a haber podido comentarlo aquí con Circe y usted.
Clonclón: Todos los lectores conocen la pena que produce terminar ciertos libros. Lo que no es tan frecuente es lo que ahora me ocurre a mí: me da pena que haya terminado usted el libro. Me gustaban estos intercambios diarios, y los echaré de menos. No creo haberle sacado jamás tanto partido a una novela como el que le he sacado a Mañana en la batalla piensa en mí y se lo debo enteramente a usted y a Circe. Como regalo final, no está nada mal la frase que rescata ("Y ese niño podría venir con nosotros"), que me hace ver -¡al fin!- que tenía usted razón al señalar como decisivo el tema de la paternidad. Es usted un magnífico lector, Josepepe. Muchas gracias por compartir su lectura conmigo.