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Camino de Santiago
9 décembre 2007

Otro domingo

Llovía ayer durante la marcha por el clima.
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Ayer también, volaban en el bosque de rama en rama unos cuantos pinzones. Cuánto tiempo sin verlos. Más allá, en un manzano asilvestrado, ya sin una sola hoja en este tiempo del año, cogaban unas manzanas muy rojas, retintas de frío, como enormes cerezas.

Pinzon

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Años atrás leí Notturno indiano, de Antonio Tabucchi. Lo leí de una vez, es una novela breve. Un hombre atraviesa la India de este a oeste, de Bombay a Goa, a la búsqueda de un amigo perdido. Cuando cerré el libro era de noche, me di un par de vueltas y encendí la tele. Comenzaba una película, después de los títulos. Las imágenes me resultaron inmediatamente reconocibles y, sin embargo, desconocidas, tal como pasa a veces en los sueños. Era la historia que acababa de leer.

Era Notturno indiano. No sabía que habían hecho una película con la novela. Había otra manera entonces de ver y de mostrar lo que había visto o imaginado mientras leía. Supongo que cuando uno lee no imagina todo, sino lo esencial, o lo más querido, o lo más temido. Una película, en cambio, está obligada a mostrarlo todo, o a elegir siempre qué mostrar: los colores, las luces y las caras son ésos precisamente. No me moví hasta que terminó la película y los créditos confirmaron que se trataba de Notturno indiano, filmado por Alain Corneau. Ayer la encontré en la mediateca y esta noche la volveré a ver.
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Los sueños son lo que quiero decirme pero no quiero escuchar.
El profesor Borg, en Fresas salvajes.

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Commentaires
J
Qué suerte poder ver el cielo. 'Por aquí' no lo vemos desde los tiempos del rey Balduino. A falta de ver el cielo, vi el Nocturno hindú anoche. Esta vez quise ir al revés y, apenas terminó el filme fui a buscar la novela. ¡Y no estaba! Apenas la encuentre, la releo y digo algo al respecto.
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A
Un invierno seco ha dejado el aire de la meseta castellana con una transparencia total. La luz, que nos encegueció durante todo el día, nos regaló después un atardecer granate mientras un horizonte de disciplinados pájaros migrantes se deslizaba en la vastedad de las alturas. <br /> <br /> La ciudad todavía dominguea y se aletarga en la extensión de sus calles. Crepuscular todavía, Madrid se abriga las orejas y se prepara para dormir: nos disponemos a acompañarla en sus sueños. ¿Los sabremos escuchar?
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