Sin contacto con el hombre blanco
Que trata de mis más osadas aventuras que me acontecieron por la mayoría de los países de Sudamérica durante diez meses, con apenas 300 dólares en el bolsillo. Luego de participar en el fabuloso carnaval de Río de Janeiro embarqué durante dos meses en gabarras y bergantines por el río Amazonas atravesando poblados de leprosos, afluentes plagados de pirañas, y aldeas de nativos sin contacto con el hombre blanco. Al llegar a Colombia fui deportado a Ecuador sufriendo por el camino percances con los guerrilleros de las FARC. En Perú me vi involucrado con narcotraficantes de pasta básica de coca en un poblado sin ley y, para salir indemne, debí aceptar un trabajo de pistolero que me propusieron protegiendo a una docena de mozas de vida alegre en una casa de lenocinio en medio de la selva. Dos meses más tarde me desempeñé de buscador de oro en Madre de Dios, en los lindes de la legendaria Paititi, evitando ser capturado por los indígenas jíbaros. Y recorrí toda Sudamérica en autostop hasta Tierra del Fuego, para caer enfermo en la Patagonia chilena. Posteriormente fui detenido en Paraguay y encerrado una temporada en un presidio inmundo por penetrar en el país por una frontera fluvial prohibida. Una vez liberado dormí a los pies de las cataratas de Iguazú, y poco después, tras numerosas cuitas, llegué en autostop a Buenos Aires, donde me las ingenié para obtener gratuitamente un pasaje de avión de retorno a España.
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Pobre señor. Por fortuna no lo picaron las pulgas.