El culto a la diosa Teta perpetúa el poder de las elites y dispara las alegres cuentas de los magnates audiovisuales.
Parece que en la lengua japonesa no había ninguna palabra que cabalmente significase ‘amor’. La modernidad puso pronto remedio a ese desarreglo y ahora amor en japonés se dice ‘love’. Es decir que los nipones se dispusieron a hablar de amor después de Hiroshima.
Más o menos esto es lo que cuenta Sánchez Dragó en la presentación de ‘Samurai’, una novela de Hisako Matsubara ambientada en el Japón de hace cien años. No es inocente que Matsubara, a pesar de haber nacido en Kioto, haya escrito esta historia de amor en alemán, la lengua del romanticismo. En japonés resultaría poco menos que imposible hacerlo. Otras fuentes afirman, sin embargo, que ‘amor’ se dice en japonés ‘ay’, lo que es igualmente elocuente. Con todo, parece claro que el amor, tal como lo entendemos nosotros, es un sentimiento occidental y moderno. El reconcomio erótico y la pulsión sexual podrán ser universales pero la manera cómo son traducidos o conjugados ‘cambea y varea’ según los lugares y las épocas.
Se nos viene este asunto a la cabeza viendo la estupenda exposición ‘Sexo y poder en la sociedad moche’ en el Museo de arte precolombino de Santiago. Un centenar de estatuillas y vasijas de cerámica muestran que las prácticas sexuales de los moches, que habitaron la costa norte de Perú hace mil años, no difieren mucho morfológicamente de las nuestras (es verdad que en esta materia el margen de variación es estrecho) pero, si hemos de creerles a los antropólogos, los moches vivían y se representaban la coyunda de muy diferente manera a cómo la vemos y vivimos aquí y ahora.
Los antropólogos del futuro dirán tal vez que el amor y el sexo fueron para nosotros un potente antidepresivo y un tónico muscular (el corazón es un músculo), en cualquier caso una actividad intensamente asociada al bienestar corporal y anímico (o a su ausencia), al equilibrio personal, no lejos de lo que pueden representar el deporte y las aficiones, la capoeira, el feng-shui y la gimnasia sueca.
Entre los moche, en cambio, el sexo era una puerta entreabierta entre mundos contiguos pero dispares, el de los vivos y el de los muertos, el de los hombres y el de las mujeres, un campo de batalla entre las edades, los estratos sociales, los gobernantes y los gobernados, los aliados y los enemigos. Steve Bourget, el arqueólogo canadiense que ha estudiado en todas sus junturas la sociedad mochica, pretende que la muerte de un mandatario daba lugar a toda una serie de cópulas rituales y afirma que, careciendo de escritura, los moche consagraban su elaborada cultura visual a la perpetuación de la autoridad política.
Transpuesta a Santiago de Chile, esta afirmación significaría que el culto a la diosa Teta, tan en boga hoy en día, perpetúa el poder de las elites y dispara las alegres cuentas de los magnates audiovisuales. Bien visto, tal vez los chilenos del 2008 no somos tan diferentes de cómo fueron ayer los moches.
A dos pasos del Museo precolombino, en la mera esquina de Huérfanos con Ahumada, un grupo de muchachos ofrecen ‘Abrazos gratis’. Será porque se festeja ese día a San Valentín, patrono los enamorados. Antes, el 14 de febrero sólo se conmemoraba la defunción de la oveja Dolly y el cumpleaños de mi tío Pepe pero, de un tiempo a esta parte, más o menos desde la guerra del Golfo, se celebra el día de los enamorados y en las calles se venden flores de terciopelo y se regalan abrazos.
Mi tío Pepe justamente se pone a la fila de los abrazos y le pregunta a un voluntario el porqué de los estrujones. La respuesta del muchacho es impecable: ‘Porque hace falta’. Pepe le pregunta entonces qué los reúne y la respuesta, esta vez, es más flojita: ‘La vida’. Ya, pero ¿cómo se pusieron de acuerdo para encontrarse en el centro?, insiste mi tío. ‘A través de internet’, responde el muchacho. ‘Ni siquiera nos conocemos entre nosotros’.
La última palabra en esta delicada materia la pone un músico callejero que pasa cantando y pasando el sombrero: ‘Amor, amor, amor, amor por siempre amor (algo para la música)’.
21 de febrero de 2008 PDF
PS/ Otros casos, mejor conseguidos, 1,