Tratar con extraños
La cultura del santiaguino es doméstica, su manera
de vivir no está asociada a la ciudad, que es el mundo de los extraños,
sino a la casa, el mundo de los conocidos. Le gusta moverse en un
círculo acotado y próximo. Por eso es sociable, porque necesita
juntarse con quien conoce. Y cuando está con extraños, hace
preguntas hasta que logra ubicarlos en un círculo conocido: ¿de qué
colegio saliste?, ¿conoces a fulano?, ¿eres pariente de mengano? Si deja
de ser un extraño, lo incorpora a su vida doméstica; de lo contrario,
lo ignora. Porque el santiaguino no sabe tratar con extraños. Por eso
jamás tienen éxito las asociaciones muy abiertas, de consumidores, de
usuarios de tal o cual instrumento. No tenemos capacidad de aliarnos
con desconocidos. Somos desconfiados, no respetamos al extraño, botamos
basura en sus calles, lo pasamos a llevar en las colas, no usamos sus
espacios públicos.
Eduardo Valenzuela en La Nación de hoy 5 de mayo de 2008. A su lectura, es imposible no evocar a Parra: 'Los provincianos no terminamos nunca de llegar a Santiago'. O bien: 'Da risa ver a los campesinos de Santiago de Chile […] dando por
descontada la existencia/ de la ciudad y de sus habitantes:/ aunque
está demostrado que los habitantes aún no han nacido/ ni nacerán antes
de sucumbir/ y Santiago de Chile es un desierto/ Creemos ser país/ y la
verdad es que somos apenas paisaje.
Carlos Altamirano, Ejercicios de pintura, 2001