Roma amoR (3)
Berlusconi ha desplegado el Ejército por la ciudad. Incluso un soñoliento domingo por la tarde se da uno de cara con una patrulla militar que monta guardia frente a una iglesia medieval, unas ruinas clásicas o unos feos edificios. Roma, sin embargo, parece ser una ciudad apacible, a pesar de que cualquier calificativo se queda siempre por encima o por debajo de la realidad romana. Lo cierto es que la única zozobra que vivimos durante nuestros cortos días romanos la pone un 'fulmine', un relámpago, que cae con una tormenta de verano sobre nuestro tren en marcha. Todos abajo, anuncian con estrépito, con abundancia de interjecciones y de gesticulaciones. Una vez que estamos en el andén llega la contraorden: Todos arriba, que el tren parte. Y cuando estamos en el tren, vuelven a advertirnos: Todos abajo. Todos arriba. Todos abajo. Las señoras dueñas de casa son las primeras en estar arriba o en estar abajo, valiéndose de las bolsas de la compra para abrirse camino y cerrárselo al prójimo. Todas tienen cara (y peinado) de votantes de Berlusconi. Y de necesitar urgentemente la protección del Ejército.