2008 (3)
La imagen del año es el Año de la Imagen. Quiero decir que el alfabetismo generalizado ha durado demasiado y dentro de dos tardes volveremos a comunicar agitando ramas. Por lo pronto, el alfabeto sirve para agrupar las imágenes del año:
La imagen del año es el Año de la Imagen. Quiero decir que el alfabetismo generalizado ha durado demasiado y dentro de dos tardes volveremos a comunicar agitando ramas. Por lo pronto, el alfabeto sirve para agrupar las imágenes del año:
La imagen del año es la imagen. Dicho de otra manera, quien quiera describir el año tiene que dar con la imagen que lo describe.
Porque el alfabetismo generalizado duró lo que duró. Antiguamente, cuando veía a la gente en los vagones leyendo concentradamente su diario o su libro solía decirme: esto es Europa. Por estos días la gente sigue leyendo concentradamente en los vagones pero ahora leen mayormente imágenes en sus pantallas diminutas o medianas. La primera vez que vi un fenómeno semejante fue en un vuelo sobre el desierto de Atacama, entre Santiago y Antofagasta, hace treinta años, ni uno más, ni uno menos. Un oriental, mi vecino de asiento, ocupó todo el tiempo que duró el viaje, un par de horas, en accionar las perillas y mirar el resultado en la pantalla de un reloj de pulsera. Me quedé perplejo entonces. Ahora ya me voy acostumbrando.
La imagen del año. A mitad de año afirmé que era ésta. No reniego de ella pero al menos otro par de ellas han venido a sumarse. Está, por cierto, la imagen de Obama en cuyo pie dice 'Hope'. Está Montazer al Zadi arrojando sus zapatos a Bush.
Pero por ahora creo que la imagen del año es una forma abstracta, la de la famosa crisis económica y financiera. Busco y no encuentro la imagen que la muestre.
Y, como es notorio, este comentario no tiene imagen.
HLT afirma, con razón, que las estaciones son muy largas. El invierno sólo comienza ahora y ya estamos hartos de él. La primavera demora, el verano se estira interminablemente y el otoño es deprimentemente largo. Nueve estaciones sería lo ideal. Ventaja adicional, el público del Concierto de Vivaldi podría toser más a menudo.
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I'll have a Blue Christmas without you
I'll be so blue thinking about you
Decorations of red on a green Christmas tree
Won't be the same if you're not here with me.
Triste Nochebuena pasaré sintigo
Triste estaré yo pensando yo en ti
Las lindas guirnaldas del bello arbolí
No serán las mismas si no estás conmigo.
Es Nochebuena. La mujer baja a franquear una postal a la máquina que está en la puerta de la oficina de Correos. Nieva. No hay nadie en las calles, la gente está en sus casas cenando o abriendo paquetes de regalos. La mujer pone 42 céntimos en la ranura y, para su sorpresa, la máquina le devuelve un sello de 84, el doble del valor. Intrigada, la mujer echa mano de la única moneda que le queda. Es una pieza de cincuenta céntimos. La máquina le devuelve un sello de un euro. La mujer regresa a su casa, vacía la bombonera donde guarda la calderilla y vuelve a Correos. Y así, en un paisaje nevado y vacío, la mujer va dejando caer una a una las monedas y va recuperando invariablemente los sellos por el doble del valor. No sabe qué hará con tanto sello. Ya casi no escribe cartas. Por lo pronto, los guardará en la bombonera. En un momento piensa que debería llamar a alguna amiga para alentarla a que aproveche la ganga. Pero sus amigas están con sus familias celebrando. La historia de la máquina que dobla el importe caerá como un pelo en la sopa. Si pasara alguien por allí, podría cederle su lugar frente a la máquina. Pero a esa hora las calles están vacías. Además, ¿quién sabe si la máquina sólo es generosa con ella?
Ahora que el sol está quieto es hora de celebrar. El sol no avanza, de acuerdo, ni hoy, ni mañana ni pasado, pero al menos no retrocede y para la Navidad, más o menos, comenzará a acercarse. O será la tierra la que lo haga, yo no entiendo mucho o nada de las circunvoluciones cósmicas pero me importa, y mucho, su resultado, por lo que me concierne. Más luz, no menos.
Tiembla en Valparaíso. Un temblor nunca viene solo, siempre es uno más de una secuela, réplica de uno anterior o anuncio de otro venidero. Para impactar en su diana, un creativo en prácticas ha acuñado la noción de 'enjambre sísmico', ahora que zumban los temblores.
El kilómetro sentimental opera para mí de manera inversamente proporcional: los 12 mil kilómetros de distancia que nos separan amplifican la magnitud de las sacudidas.
Me dan las tantas y sigo dando vueltas sobre mi propio trompo, que gira cada vez más lentamente, para no hablar de cómo chirría.
Del día, lo que queda por contar es que creo haber aprendido un par de detalles sobre Buda y los budistas en esta exposición, prestando atención a la conversación de la guía.
Buda era abstracto hasta que llegaron por Asia los griegos encabezados por Alejandro. A partir de entonces comienzan a aparecer las primeras representaciones de Buda en las que éste parece... griego.
Otro asunto es que los budistas tienen cementerios portátiles, puesto que no entierran a sus muertos sino que los queman y guardan las cenizas en urnas.
Por no tener, tampoco tenían infierno, hasta que llegaron los misioneros. A partir de entonces, los pintores budistas empiezan a representar en la parte baja de sus telas lugares tenebrosos y cargados de sufrimiento (L'enfer, c'est les autres, como decía Jean-Paul).
Parezco estar culpando a los europeos de todos los males del mundo. Y no, no es esa mi intención. Hay que reconocer eso sí que es gente que no consigue pasar desapercibida.
Montazer al Zaidi, el periodista irakí que lanzó sus zapatos a la cara de George Bush, tiene un precursor en Bélgica en la persona del periodista y agitador Noël Godin, más conocido como 'el entartador', cuya técnica para desenmascar 'pomposos zanahorias', como los llama, consiste en abalanzarse sobre ellos con una tarta de crema en la mano, al mejor estilo de los Tres chiflados.
Desde 1968 hasta hoy, Godin ha entartado a la flor y nata de la elite mediática mundial, de Bill Gates y Nicolás Sarkozy hasta el rapero Doc Gyneco, pasando, repasando y volviendo a pasar por Bernard-Henri Lévy.
Godin, que se hace llamar Georges le Gloupier, lidera la Internacional Pastelera, organización que pretende combatir la pomposidad zanahoril a golpe de tartas de crema. Paradójicamente, o no, Godin, que se reclama seguidor de Alphonse Allias, utiliza un vocabulario y una prosodia cargados de pompa.
Condenado por la justicia en un par de ocasiones, en una de ellas debió pagar más de 7 000 euros, convirtiendo al proyectil con que embadurnó a un ministro de Mitterrand en la tarta más cara de la historia.
Penitente, devoto de San Lázaro, en El Rincón de la isla de Cuba.
Los penitentes, según me entero, veneran a San Lázaro, el que se levantó y andó, llamado Babalú-Ayé por los santeros. Y le piden algún que otro milagrito, en medio de humo de puros y leche de coco. Y muchas candelas. Como dice la canción, ay, candela, me quemo ahí.
'Tras el pitazo final' es la divisa del cementerio para hinchas del Borussia Dortmund, club de fútbol alemán. Huelga decir que el camposanto deportivo tiene forma de estadio de fútbol y las flores llevan los colores de la camiseta del club.
Hablando de funerales 'tuneados', como se dice ahora, desde hace ya algún tiempo mi tío Pepe intenta convencerme de que debemos embarcarnos en la creación de un cementerio orgánico, donde todo, y no sólo los difuntos, será biodegradable.
Esta mañana iba yo caminando por la Avenida pensando muy concentradamente cuánto ha contribuido el uso y el abuso del inglés a la masiva operación de rebautizo eufemístico de las cosas del mundo, también llamada marketing. O, mejor dicho, qué bien le ha venido el uso del inglés al marketing. O, mejor aun, hasta qué punto el marketing y el mundo han ido convirtiéndos en realidades sinónimas. Iba pensando en todo eso cuando he visto escrito sobre el parabrisas posterior de la fregoneta de los aseadores: 'Clean concept'.
Abstract: El inglés va ganando la batalla. La fregoneta de los aseadores pone ahora: 'Clean concept'.
Me llega una invitación para participar en la elección de 'mi' personaje del año. Como dicen los anarquistas griegos, si las elecciones sirvieran para algo hace tiempo que estarían prohibidas. O me habrían elegido a mí.
El primer pasmo le sobrevino pensando en la eternidad. Por los siglos de los siglos, había dicho el cura. Anda, siéntate y entiéndelo. En el pasillo de la casa colgaba un plato decorado con esta leyenda: 'De lo que se piensa, se dice o se hace. 1. ¿Es la verdad? 2. ¿Es equitativo para todos los interesados? 3. ¿Creará nuevas amistades y mejores relaciones?'. Luego vinieron las letras de las canciones. 'Es mi vida, qué puedo hacer si ella me eligió', cantaba Adamo. El único curso de filosofía escolar lo dictaba un joven de color cerúleo y barbita de chivo, a quien los alumnos llamaban precisamente El Chivo. No quedó de su charabia ni una palabra junto con otra. El primer curso de filosofía universitario lo daba un hombrón increpador, probablemente un informante de la policía, cuya ignorancia lo alentaba a llamar a Kirkegaard 'ese monumento al moco'. El segundo profesor era un hombre discreto. Pueden leer a uno de estos seis autores, les dijo. El escogió a Freud. Cuando iba a visitar a sus padres, solía escribir con el dedo en el espejo del ascensor 'Freud'. Así, hasta que alguien completó el grafito digital añadiendo 'Segismundo'. Se enamoraron, se casaron, se multiplicaron. Nunca más leyó libros de filosofía. Hasta ahora, en que se pregunta si todavía estará a tiempo.