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Camino de Santiago
9 avril 2009

El confianzudo

Berlusconi_Medvedev_Obama

I
nforme de Pérez Nuix sobre Silvio Berlusconi (2002):

'Este individuo es esencialmente un pelmazo, a juzgar por los vídeos en que se le ve acompañado en cumbres políticas con otros mandatarios o en actos sociales más frívolos. En realidad su comportamiento es el mismo en unas y en otros, sólo que en aquellas finge ser el anfitrión siempre (aunque esté en el Canadá, digamos) y en éstos probablemente lo sea, por lo menos en los de Italia, se apropia de ellos aunque sea sólo un invitado. Cuando se reúne con otros jefes de Gobierno, se nota que en el fondo se siente un intruso, y es su conducta desenvuelta y jacarandosa -como si fuera el anfitrión o el baedeker en todas partes, insisto- lo que delata su inseguridad última; es como si temiera que en cualquier instante pudiera acercársele un chambelán y le susurrara con discreción, al oído, que ha existido un lamentable error y que debe abandonar la sala, el despacho, el almuerzo, la cumbre, el baile. Su contento y su desparpajo invariables son excesivos, un subrayado en rojo. Parece como si le salieran espontáneos, casi involuntariamente, y no es así: está llevando a cabo un permanente esfuerzo (sólo rebajado por la costumbre) y una representación, por supuesto. Su sonrisa enloquecida (por constante), sus chistes, sus pequeñas payasadas, sus abrazos y palmadas, su confianzudismo, su hiperactividad tan trivial como superflua son tremendamente voluntaristas. Es como si estuviera diciendo a cada momento (a sus colegas políticos, a las cámaras, a los fotógrafos, a los telespectadores y sobre todo a sí mismo): '¿Veis qué a gusto estoy, cómo me manejo, cómo departo, cómo influyo, cómo me muevo, cómo intrigo, cómo pertenezco a este mundo de las decisiones mundiales?'. El hombre no se lo cree del todo, en verdad no acaba de creérselo, y por eso ha de dejar bien manifiesto, chillonamente, que está en su salsa'.

'ÉI piensa que su simpatía (por tal él la tiene) le rinde enormes servicios: se juzga cautivador, irresistible, persuasivo; a juzgarse seductor en la acepción sexual del término, no se atreve. Con esa simpatía cree poder conseguir muchas cosas y convencer aún de más, hasta a los más poderosos. Pero si sus poderosos colegas no fueran en su mayoría gente de tan escasas luces (poco iluminan, apenas una penumbra entre todos juntos), se darían cuenta de que esa simpatía profesional es sólo la manera de Berlusconi de pedir permiso, de hacerse perdonar, de estirar el cuello para que no lo tapen en las fotos. Tengo entendido que durante un periodo de su juventud fue crooner, o cantante confidenziale (como dicen en su lengua), que amenizaba cruceros de ricos, algo así. Como se sabe, los artistas del espectáculo, por famosos que sean (y él no lo era), están mas cerca de la servidumbre que de los invitados en la consideración de los ricos, de modo que aquella época, si mis noticias son ciertas, le sirvió de entrenamiento para desgajarse, apartarse de los criados y camareros (se muestra campechano con ellos ahora, pero los detesta y los quiere lejos, como si pudieran contaminarlo fácilmente), y mezclarse con los potentados más bobos, más pastueños y más sensibles al halago. Es un individuo que no tiene el menor pudor a la hora de ser lisonjero, adulador, obsequioso incluso. En cierto sentido podría afirmarse que tiene mentalidad de portero antiguo, de los que al parecer abundaban en España durante el franquismo, y aún no han desaparecido: se deshacían en reverencias con los propietarios y los inquilinos pudientes, trataban a patadas a los repartidores y a las criadas'.

'Detrás de esa mentalidad está siempre un resentido. Si además es alguien que no teme al ridículo, entonces el individuo en cuestión es peligroso, como lo es este hombre tras su fachada cordial, bromista, casi se diría que bonachona si no fuera porque la bondad hasta como caricatura está ausente de su persona. Nada tiene que ver que se emocione o se enternezca de vez en cuando, eso está al alcance de cualquier simple, y no es necesariamente señal de bondad ni de compasión. En realidad es incomprensible que pueda engañar a nadie, no digamos a un país casi entero, es incomprensible que haya obtenido mayoría absoluta en unas elecciones, pero cuántas veces y en cuántos países no ha ocurrido lo mismo. Misterios. O es que la gente no se fija, no atiende, mira y escucha sólo distraídamente, quizá consecuencia del mirar y el escuchar televisivos. Este sujeto carece de escrúpulos, y además de manera radical, por auténtica: no es como muchos otros, que los conocen y han decidido prescindir de ellos; es que él los ignora y nunca los tiene presentes, ni siquiera en tanto que rechazables o inútiles o estúpidos o gravosos, en tanto que engorrosos. Nunca los ha descartado por la sencilla razón de que no los concibe, nunca han formado parte de sus nociones, aún menos de sus valores. Tan desconocidos le son que cuando los advierte en otro los toma sólo como síntoma de debilidad de ese otro, le sirven para juzgarlo frágil, o manso, y por tanto avasallable'.

'Ante esta clase de individuo la mayoría de la gente esta inerme, porque casi nadie está capacitado para tratar con alguien tan machacón e insistente (un pelmazo que no se está quieto un segundo, uno de esos a los que se dice sí tantas veces sólo por quitárselos de encima e interrumpir su cháchara, lograr que callen), formalmente cordial y hasta afectuoso, y que a la vez no observa reglas ni normas de ningún tipo. No las tiene ni para quebrantarlas, como tampoco principios, ni para traicionarlos. Él nunca conocerá siquiera la sensación de estarse sobrepasando, o extralimitando, ni la de estar transgrediendo, aunque pueda fingir abrigarlas momentáneamente, las ha percibido en otros y ha aprendido a ser mimético. Pero lo más difícil de todo es esto: casi nadie está capacitado para tratar con alguien que jamás siente vergüenza de ninguna clase, ni personal ni pública ni política ni estética. Ni tampoco narrativa. En verdad él no sabe lo que es eso'.

(Javier Marías, Tu rostro mañana)

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