El sonido del módem
Hoy se celebra el Aid el-Kebir, la fiesta del sacrificio o fiesta grande, que consiste, en suma, en sacrificar un carnero y comérselo. Hace algunos años Pepe estaba en el Magreb por estas fechas. Munim, su anfitrión, había comprado el carnero con antelación y lo había amarrado en el patio de su casa donde lo alimentaba y le daba de beber. Al principio el carnero balaba de manera muy simpática, como todo en su persona: era un carnero muy guapo. De a poco, en la medida en que se acercaba la hora señalada, la mañana del día del Aid, el balido del carnero se iba volviendo angustioso. A su balido respondían los carneros que esperaban como él su hora en los patios vecinos. La noche anterior al Aid el concierto de los carneros balando a la muerte era una tristeza.
Entretanto, Munim consultaba su correo electrónico a menudo, en tiempos en que el módem de 56K hacía ese peculiar sonido de pato escaldado en los espacios siderales. Como la conexión era precaria, Munim la intentaba innumerables veces, casi tantas como los balidos del carnero. Buscaba noticias de alguno de sus siete hijos repartidos por el mundo, con la esperanza de que al menos uno de ellos se decidiera a último momento a ir a celebrar la fiesta en casa de sus padres. Ya se sabe que el sacrificio del carnero remplaza al sacrificio del hijo bienamado. Y que los padres son pastores y viceversa. Lo cierto es que los hijos de Munim no daban señales de vida y los únicos que daban tristes e infructuosas señales eran el módem y el carnero, y Munim se iba paulatinamente ensombreciendo.
Desde entonces, Pepe asocia estrechamente el balido del carnero y el sonido del módem con la espera y la distancia.
Carabacho, El sacrificio de Isaac, c. 1598