La cara
Sopla viento noreste, de manera que de aquí no me muevo para comentar esta columna de Arcadi Espada.
Yo no llevo burka sólo porque me cruce en mi barrio con alguna señora que se cubre la cara. Faltaría más. Por estos días, la cara nos la cubrimos todos, moros y cristianos, el frío muerde las orejas. La civilización que predica Arcadi Espada será la mediterránea. Al norte del Rin, en invierno, hay que cubrirse la cara, o se te cae a pedazos.
Y contrariamente a lo que afirma, en Bélgica el velo no está prohibido. Lo quiere prohibir el partido prohibicionista pero aún no lo logra. En Francia tampoco.
'La prohibición lleva a la radicalización, como sostienen Brion y Van Parijs. Las musulmanas se han ido convirtiendo en objeto de un conflicto que busca determinar cómo conviene que se vistan. ¿Es tan difícil entender que la descalificación de sus padres y hermanos y de su religión invita a cien Antígonas veladas a levantarse, como en la obra de François Ost. Cien Antígonas que, forzadas a someterse a una prohibición percibida como arbitraria y humillante, exhibirán el velo con más ardor, sino con más extravagancia?'.
No desaparece la mujer que va debajo del velo, claro que no. Sigue allí y me dice que me ve, y que yo no puedo verla, o sólo cuanto ella decida.
Los fundamentalismos se miran a la cara, como suele ocurrir. Uno le impone a la mujer cubrirse antes de salir a la calle. El otro, descubrise en cuanto sale. A ver cuándo la dejan en paz.