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Camino de Santiago
26 janvier 2010

El dilema

Diario de Uagadugú (2)

En un muro bajo está pintado el retrato de una novia vestida de blanco. El trazo es ingenuo pero el resultado está bien conseguido. Alguien ha puesto a secar encima de la novia un trapo. La novia del trapo.

En la reunión de la mañana todos están conectados, menos yo. Luego vamos a comprar a un supermercado para blancos. Incluso las cajeras son blancas. Hace tiempo que no daba limosna. Me llevo la mano al bolsillo, sopeso las monedas y las doy.

A la hora de la cena, en el Gracias, alguien habla de una marcha de travestidos en Bombay, vaya tema. Los senegaleses cuentan entonces de un travestido que murió en Senegal y fue enterrado en su pueblo natal, pero el pueblo obtuvo que lo desenterraran y se lo llevaran lejos, a un eriazo. Les digo que al lado de los travestidos senegaleses los intocables hindúes son privilegiados, y se ríen de buena gana. Como son musulmanes, se ríen de la gracieta y no a causa de la cerveza, como yo. A propósito de la cerveza, me levanto a mear, abro la puerta del baño y veo que el cocinero se está duchando allí dentro.

Después del desayuno (té, galletas, mermelada), lavo la camisa y la tiendo en el balcón. Desde donde veo al vecino haciendo la colada. Es un buen ejercicio hacer la colada, hay que ver cómo trabajan los músculos. En Europa los gimnasios están llenos de máquinas, mientras que África es un gimnasio a cielo abierto, precisamente porque no abundan las máquinas. Tampoco hace falta la secadora. No ha pasado media hora y la camisa ya está seca.

También he visto que las salamanquesas son una familia extendida, una tribu. Anoche se paseaba por los muros del cuarto una pareja y se permitía hacer ruido cuando entraba y salía por los caños del aire acondicionado. Otro que hizo ruido fue el vecino (no el de la colada), que llegó tarde y dando voces, probablemente con mucha cerveza encima (ojalá se convirtiera al islam). Me quedo un rato despierto respirando el aire apestoso del difusor anti zancudos y sintiendo cómo se va instalando el dolor de cabeza. El viejo dilema de la canción de Veloso: el insecto o el insecticida.

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Commentaires
J
Bonito nombre para una salamanquesa. También yo me acostumbré a las mías. Eramos aliados en la lucha diaria contra los mosquitos, pero no llegué a bautizarlas.
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T
En unas vacaciones, en una especie de bungalow con nombre de conquistador, en el que estuvimos una semana y que tenía un altillo con una cama, en el que dormían mis hijas, apareció una salamanquesa. Al principio les dio miedo y montaron un cirio de cuidado. Sin embargo, con los días, no sólo fue bautizada como Raimunda, sino que se acostumbraron tanto a ella, que mi hija pequeña terminó diciendo que la echaría de menos. La costumbre.
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J
Ahora que me acuerdo, S, un amigo escribió tiempo atrás sobre una anécdota entre una emburkada y un médico en el gabinete de medicina exterior de Bruselas. A ver si lo encuentro y lo traduzco.
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J
Claro, contra la fiebre amarilla. Contra el tifus, la meningitis y el tétano hay que ir al médico de familia. El Malarone, antipalúdico para las zonas endémicas (tipo 3), está carísimo. El gin tónica sale al mismo precio y está más rico. Pero cuidado con el hielo.
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S
Los mosquitos y el dolor de cabeza…¿En Bélgica tenéis que pasar por el departamento de Medicina Exterior?<br /> Hay costumbres que adquieres en un día y tardan meses o años en irse. Así el mirar el interior de los zapatos antes de ponértelos. El cerebro te dice que es imposible que allí duerma un escorpión y tus ojos siguen sin fiarse.
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