El minarete
Comenzaba la ceremonia del rezo del viernes en la mezquita El Berdayine de la medina de Mequenez cuando se vino abajo el minarete con saldo de cuarenta muertos. Una situación similar, pero menos trágica, vivió mi tío en uno de esos espantosos terremotos del Cono Sur, un domingo a la hora de la misa. Y luego dicen de Dawkins.
Conozco Mequenez, por lo que no puede sorprenderme la tragedia. La medina es espléndida, tanto o más que las de Fez, Rabat o Marraquech, pero está en un estado calamitoso. Amenazaba ruina, y ha sido por lo más alto, por el minarete reblandecido por la lluvia.
Encuentro en mis papeles un relato de la última vez que estuve allí, que comienza justamente describiendo el paso de un funeral, en Bab Mansur, al otro extremo de la medina:
> Sentados en el quicio de la tienda de Hassan a la hora del calor, vemos pasar la comitiva fúnebre con el cuerpo del difunto cubierto por un lienzo que portan en andas seis hombres, a quienes acompañan un centenar de otros hombres de todas las edades, a pie, cantando en honor a Alá.
> Se trata de alguien que ha muerto de enfermedad o de accidente, afirma Hassan. Supongo que se trata de un hombre, me resulta extraño imaginar a una mujer llevada hasta su tumba sólo por hombres. Hassan me explica que, en compensación, la primera visita al cementerio tras el entierro les está reservada a las mujeres.