Hoy es lunes, esto es Bruselas
Me acuerdo de Gaudí todos los días. Y, en cierta medida, le debo la vida. Cruzo a diario, mañana y tarde, un lugar, que aquí llaman plaza, constantemente surcado por tranvías. El truco para salvar con vida es pensar en Gaudí.
Cuando lo atropelló el tranvía, Gaudí sólo quedó malherido. A causa de su aspecto, lo tomaron por un mendigo y demoraron mucho en transportarlo al hospital, donde finalmente lo dejaron en un lugar cualquiera, olvidado. Allí lo reconoció un capellán, y pudo por fin comenzar a recibir atención médica. Ya era tarde, sin embargo, y murió a las pocas horas.
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En Alemania, al paso del convoy cargado de desechos nucleares, los policías son más numerosos que los manifestantes. En eso se distingue un país civilizado. Aquí en Bruselas, los cortejos de manifestantes siguen siempre el mismo eje vial, de la Estación del Norte a la Estación del Sur. Y el cortejo lo cierran, llueve o truene, los camiones de la limpieza, que van dejando la Avenida inmediatemente con cara de por aquí no ha pasado nadie.
Lo que me recuerda al toro en la tourada portuguesa, que sale del ruedo con la cola entre las piernas, rodeado de vacas con cencerro.
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El encremado es otra tradición bruselense. Monseñor Léonard, el mismo que afirma que el sida representa una forma de justicia inmanente, recibe, el Día de todos los santos, la bendición de la crema.