El género
Desde hace tiempo queríamos ver Deshonra, desde que estuvimos delante de la puerta de un cine y no entramos. Ahora, cuando ya no la buscábamos, apareció. Deshonra (Disgrace) es el primer libro de Coetzee que leí. Y lo leí dos veces. Es de un pesimismo seco y frío y, sin embargo, no desprovisto de humedad y de calidez, contando con toda la que pone el protagonista en su relación con Soraya, la meretriz, con Mélanie, la alumna y, sobre todo, con Lucy, su hija.
La película está bien actuada. Los personajes no tienen la cara que uno les veía leyendo la novela, pero ese detalle no es molesto, incluso renueva el interés por las secuencias. Y está bien ver África del Sur, el espacio de la historia.
Pero la imagen consigue devolver sólo en parte el pesimismo radical de Coetzee, el mismo que lo hizo sentirse obligado a marcharse a Australia después de haber publicado Deshonra. Si la imagen no puede más, no es porque la película sea mala. Es, apenas, una cuestión de género, como diría mi tío, que trabajó en una tienda.