Porque hoy es sábado
El lector de noticias comienza por probárselas, a ver cómo le quedan. Jobs murió a los 56 años. Tomas Transtroëmer, flamante Nobel de literatura, sufrió a los 60 un ictus que lo dejó hemipléjico y afásico. Para quienes nacieron en los años cincuenta, no digamos ya para quien nació en febrero del 55, estas novedades echan como una sombra negra sobre el periódico. La negra sombra que cantaba Luz.
Otra cosa es el consumo religioso de las necrológicas. Esa frasecilla de Jobs que pone a la feligresía mundial de rodillas: Encontrad lo que amáis. No la entendía del todo hasta que unas estadísticas, benditas ellas, vinieron a aclararme su sentido. Como decía Picasso, yo no busco: encuentro.
Pero no era de esto de lo que quería decir algo. Ni tampoco sobre FS, que advierte a quienes creíamos que la vida era broma que estábamos profundamente equivocados. Ni siquiera sobre Bélgica, que por fin se da una alegría. Lo mío hoy sábado va de animales. Aclaro que no soy animalista, no me alcanza el tiempo para todo. Pero en sus Diarios, Uriarte recuerda una idea de otro diario, el Diario de un mal año, de Coetzee: los animales son nuestros prisioneros de guerra, de esa guerra que perdieron cuando los humanos inventamos las armas de fuego. Y viendo a un rebaño pacer, le da la razón.
En Chile, por estos días, mucha gente cree estar a punto de echar abajo el modelo de educación superior, que es carísima y malísima simultáneamente. Y lo que se yergue frente a ella para impedir que culmine el derribo es la policía montada. La emprenden entonces contra el jinete y también contra el caballo. Lautaro, joven libertador de América, tuvo que convertirse en mozo de caballerizas de Valdivia para entender que los conquistadores no eran centauros. Intentó explicárselo a los suyos pero no está claro que lo consiguiera, o no del todo. Unos cuantos siglos más tarde la cuestión no está resuelta. ¿Es legítimo arrearle una también al caballo?
Circulan por la Red las imágenes de la paliza que le dieron unos capuchas a un policía en el cementerio de Santiago. ¡En el cementerio! ¡Muerte sí, funerales no!, escribía Nicanor en el glorioso año del 69. Y Rodrigo: En los subterráneos de la psique colectiva, todo el mundo a la muerte grita Viva. La serie de fotos culmina con una del caballo policial ensangrentado, y es la que causa más estupor. Tanto como que, en el pie de foto, al caballo se le llama caballar. Roberto Merino llamaba la atención sobre esto: en las páginas de sucesos a los caballos se les llama caballares. Llevar registro de la realidad consiste también en eso, en la actualización del bestiario del Reyno. Caballares, perros, guanacos, zorrillos, pingüinos, jotes, buitres.
Pero hoy es sábado y mañana domingo: no hay nada como el tiempo para pasar, cantaba Vinicius.