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Camino de Santiago
4 janvier 2012

El zygocactus

Diario de Chile (y 10)

Atravesar el mundo según el eje suroeste - noreste consiste en dejar atrás la luz. Una operación que cuesta un par de lagrimones en Pudahuel y un largo pasaje por el túnel estrecho del Iberia. Cuesta olvidarse de los días sin nubes de San Esteban, de la luz poniente sobre el Manquehue, de las alamedas en los valles transversales y concentrarse en los patinazos sobre el hielo, en el pago de las facturas, en los imperativos randevús. No somos para despedirnos, me dijo una vez Joaquina, y nos pasamos la vida despidiéndonos. Con todo, no se trata de quemar la nave, una felicidad belga se mantiene abierta y posible, está disponible.

Se quedan unas cuantas anotaciones en el moleskine que no alcanzo a transcribir aquí. Sobre la prensa local, sobre el humor y el habla de nanas y patronas, de emprendedores y emprendidos. Algunas irán apareciendo al ritmo de los días y otras preferiría que no. Como he contado alguna vez, tengo dos blogs: uno que no lee nadie y otro que ni siquiera escribo.

Lo cierto es que estoy desde hace cinco días en Bélgica y es hora de que cierre este Diario de Chile. Voy a lo esencial, entonces, al zygocactus. Cuando lo dejé a inicios de diciembre se disponía a florecer. Y eso hizo en la soledad del despacho. Un mes más tarde luce una tristeza como de sauce y en el piso quedan unas cuantas flores con sus pistilos cargados de polen seco, una mancha rosa pálida escapada del celo de la brigada de la limpieza.

El viaje ha servido también para saber que en la naturaleza (iba a decir en libertad) el zygocactus crece en la copa de los árboles, parasitándolos. Que lo suyo es florecer sin que lo vean.

M

Pintura de Muñoz Vera en la estación La Moneda del Metro de Santiago

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Commentaires
J
Gracias Adolfo. Muñoz Vera vive y trabaja en Chinchón, y para pintar esos murales puso como condición recorrer Chile de cabo a rabo porque tuvo que admitir que no lo conocía bien.<br /> <br /> <br /> <br /> Yo los ví la primera vez por el rabillo del ojo pasando por la estación La Moneda rumbo a Pajaritos, y pensé entonces que a la vuelta me bajaría a mirarlos con calma. Pero a la vuelta me llamaron por teléfono y me distraje. Días después me regalaron el libro y me acordé. Qué despistado puede ser uno como pasajero del Metro. Confieso mi debilidad por los paisajes de Chile. Cualquier intento por dar cuenta de ellos se queda por debajo, pero algunos se quedan menos por debajo que otros, como estos de Muñoz Vera, o los pintados por Natalia Babarovic, no sé si los conoces.
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A
Muy buena la fotografía del pintor Muñoz Vera. ¿Con qué cámara la habrá hecho? <br /> <br /> <br /> <br /> ¿Un blog que no lee nadie? Nos subestima, Maese. Somos legión, pronto tomaremos Manhattan y a continuación Lovaina la Nueva.
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J
En francés es más flagrante aún la ambigüedad. Qui t'a blessé? Personne!
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C
También Ulises le dice a Polifemo que se llama Nadie y cuando éste, tras ser herido en su único ojo, berrea y llama a sus hermanos quienes le preguntan: "¿Quién te ha herido?". "¡Nadie me ha herido!"
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J
Saludos, Crítico. Hay un poema de Parra donde Nadie aparece como una presencia ambigua: Quién nos salvará de la crisis? Nadie! Quién nos convertirá en inmortales? Nadie!
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