Suicidio por encargo
Cuando leí Los Enamoramientos me pareció una gran novela, como todas las de Javier Marías, a pesar de que el asunto era inverosímil, de que la trama, para decirlo en chileno, guateaba.
Un hombre feliz, guapo, inteligente y rico (por orden alfabético) se entera de que va a morir a causa de una enfermedad espantosa y le pide a su mejor amigo que le ahorre el fin horrendo y lo mate cuanto antes, sin que él se entere de la manera. El amigo manipula a un perturbado para que acabe con él, lo que este último hace el día en que el hombre feliz cumpe cincuenta años.
Inverosímil, por donde lo mires. Y, sin embargo, el diario cuenta hoy la historia de un doble suicidio por encargo, que me ha recordado a Los Enamoramientos. En Colombia, el lugar de los hechos, valerse de sicarios para despachar a alguien es moneda corriente. Lo novedoso del caso es que quienes encargan el crimen son las propias víctimas: una pareja de curas, uno de ellos enfermo de sida.
Podría hacer un par de consideraciones sobre esta triste historia, pero el que se arrepiente se salva, como dice la Iglesia colombiana. Bueno, una sola: Los sucesos policiales proveen probablemente el material más empático o, al menos, el más mimético de los que trae el diario, el más parecido al que acerca la literatura. El lector de crónica roja no puede por más que preguntarse: Y este sayo, cómo me lo pongo. Yo, qué haría si estuviese en una situación como ésa. Más aun que en la sección Deportes o en la páginas de color salmón que, por cierto, también abundan en sayos para todas las tallas.
Para volver a la novela de Marías, la mejor del 2011, según la lista de Babelia, la historia no mejora a posteriori gracias a este refuerzo imprevisto de la realidad. Esa relación entre realidad y relato debe producirse en el momento mismo de la lectura y no después. Y cuanto menos sea necesario preguntarse por ella, mejor. Como si de crónica roja se tratase.
Javier Marías, por Gorka Legarceji