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Camino de Santiago
17 juillet 2012

El morcillismo

(Despeñavírgenes, 2)

Con todo, el mejor chiste de Mémoire espagnole no es el de las vacas. En la cumbre de las Azores, para agradecer la participación de España a la invasión de Irak, Bush presentó a Aznar como presidente de la República española. Enterado de esto, el Rey le habría dicho al embajador norteamericano: Give my best to King George.

Lo que busca Carrière es dar con el alma española, a través de la descripción de sus contactos con la gente y los lugares de España, intento que tiene ilustres predecesores, Potocki, Andersen, Nooteboom, entre los septentrionales. El alma de un país se muestra en sus grandezas y sobre todo en sus pequeñeces. A una de éstas, Buñuel la bautizó como el morcillismo.

Morcillismo por el pintor Morcillo, al que van a visitar De Falla y Lorca en tiempos de la Residencia de Estudiantes. El pintor recibe amablemente al músico y al poeta y les muestra sus obras, que estos juzgan admirables. Cuando ya se van, observan que hay otros tantos cuadros apilados contra un muro y quieren saber de qué se trata. «No son nada, dice Morcillo, no valen la pena». De Falla y Lorca insisten y cuando por fin pueden verlos, exclaman: «Pero si son muy buenos, también». «No, no, protesta Morcillo, no valen nada. Puede ser que la composición no esté mal, pero los fondos no están logrados». «Bueno, tal vez tenga razón, dice De Falla, tal vez los fondos no estén bien acabados», y Lorca asiente. En cuanto los escucha decir esto, el pintor Morcillo se encoleriza, los trata de ignorantes y los echa de su casa.

La actitud de Morcillo tiene un precedente notable en una novela francesa que transcurre en España, Gil Blas de Alain-René Lesage. Gil Blas es un joven cántabro pobre que se convierte en secretario del arzobispo de Granada. Este, ya mayor, le pide un día a Blas que si nota que sus facultades decaen a causa de la edad, se lo haga saber. «Es su deber hacerlo, le dice, vivo rodeado de aduladores y sólo puedo confiar en usted». Un día que la prédica del arzobispo ha sido particularmente deficiente, se queja éste frente a Gil Blas en la sacristía. «No debería predicar más, mire qué mal lo he hecho». Gil Blas lo reconforta diciéndole que su prédica ha sido estupenda. «Tal vez al inicio, dice el arzobispo, pero la conclusión ha resultado un desastre». «Bueno, dice Gil Blas, para llevarle la corriente, tal vez la conclusión ha sido inferior que el inicio pero el conjunto ha estado muy bien». «Imbécil, responde el arzobispo, estás despedido, desaparece de mi vista».

El morcillismo, o su sombra, asoma también en este último chiste: Dos muchachos comienzan a insultarse. «Tu madre es una puta», grita uno. «Y tu padre un cornudo», responde el otro. Así, hasta que se van a las manos. Pasa entonces un francés e intenta separarlos. «Déjelos, interviene un vecino, que no ve que son hermanos».

G                                 

Goya, Niños trepando a un árbol

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