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Camino de Santiago
3 août 2012

De Alepo a Luanda

La guerra no es transmisible, dice K, ni por la pluma, ni por la voz, ni por la cámara. La guerra es una realidad sólo para aquellos que están atrapados en sus entrañas repugnantes. K habla de la guerra de Angola, en 1975. Imposible, sin embargo, no ir de una guerra a otra y pensar ahora en Siria.

Queda por descontado que Siria no es Angola. Una guerra, en cambio, siempre es una guerra. Como el miedo que siente un recluta es el mismo miedo que otro recluta sintió. En el frente, el recluta cree que la muerte está en todas partes y todas las balas le están destinadas, afirma K. Incapaz de apreciar la distancia a la que se encuentra el enemigo, ametralla a lo tonto. Porque en lugar de apuntar al enemigo, intenta acabar con el terror que lo paraliza y le impide pensar en la manera de ganar la batalla. Batalla que nunca ganará del todo mientras no gane la guerra.

Esa guerra eterna que incuba desde siempre porque, para el pueblo oscurantista, el pueblo de al lado está habitado por no-hombres de los que hay que desconfiar porque son numerosos y hablan una lengua ininteligible, lo que les permite disimular sus malas intenciones. Y porque entre pueblo y pueblo, o a la distancia, circulan salvajes que viven desnudos porque perdieron todas las guerras hace tiempo y saben que ya no ganarán ninguna.

La de Angola fue una guerra de emboscadas, donde el frente no era lineal sino puntual y móvil. En plena guerra, se podía recorrer el país entero, enorme y casi despoblado, sin sufrir un rasguno, tanto como se podía caer tras el primer paso. Una guerra de guerrillas. Eso, hasta que el ejército sudafricano invadió el país desde la frontera sur y la guerra cambió de registro y se convirtió en una enfrentamiento convencional entre dos ejércitos armados con material pesado.

K

La guerra en Siria es diferente, es una insurrección popular, activa en el corazón de las ciudades, que se enfrenta a un ejército bien apertrechado. Insisto en que no comparo una guerra con otra. Lo que digo es que para acercarme a la realidad de la guerra, puesto que está ahí otra vez, como siempre, he abierto el primer libro de Kapuscinski, escrito durante la guerra de Angola, en el 75. No me acordaba de que fuese tan bueno. En las versiones española e inglesa se llama Un día más de vida, frase que suelta al alba el angoleño de la imagen tras haber conducido durante la noche, sorteando toda clase de peligros, porque sabe que en el día que despunta podrá avanzar sin obstáculos gracias al sol del paralelo 16 que, cuando está en el cénit, detiene cualquier guerra. O esa guerra, cuando menos. La versión francesa se llama D'une Guerre l'autre, y fue ese título el que me movió a abrir el libro y a hacer la asociación con la guerra en Siria.

Me entero de que la historia de K en Angola la lleva ahora al cine de animación el navarro Raúl de la Fuente -de allí está tomada la imagen- y el estreno está previsto para mediados de 2014. Esperemos que Siria haya sido liberada mucho antes de eso y sea por ese entonces una democracia modélica que combine crecimiento económico y preservación del medio ambiente. En materia de propaganda bélica hay que hacer como el comandante Juju en la radio de Luanda. Cuando la situación no puede ser peor, hay que encadenar victoria tras victoria con un lenguaje florido.

No se puede escribir sobre la gente sin compartir mínimamente su experiencia, sostiene K. Por esa razón los periodistas intentaban llegar hasta Benguela o Lubango, en Angola, como hoy lo intentan con Alepo u Homs, en Siria. Ahora bien, lo que llegan a escribir una vez allí ya es otra cosa, que continuará...

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