La manifestación
En el tren, tras darle una ojeada de soslayo a una moza que a pesar del frío va desabrigada, se sienta, abre una agenda trajinada, se pone a tachar anotaciones como un poseso, y luego sigue con otros papeles, muchos papeles, siempre tachando con ahínco. Hasta que lo reconozco. Es un periodista conocido, un tachador profesional.
Al llegar a la VUB, hay un tumulto formado por sindicalistas. Hoy es día de manifestación contra las medidas de austeridad. Hacen estallar petardos frente a un grupo de inmutables policías y asustan a una joven que da media vuelta para escapar. El horóscopo decía que no me amilanara, así que la animo a que sigamos adelante. Una vez que cruzamos la cortina de humo y las detonaciones, le pregunto si sigue con vida y ella estalla en risas.
En el centro, la manifestación va por el bulevar en mi misma dirección, así que manifiesto cincuenta metros. Voy al café donde expone mi amigo. El café está lleno y los cuadros muestran el mismo lugar en el que están. Se trata de un juego de espejos. El camarero me tiende el té desde el cuadro y me lo cobra en vivo y en directo. Vuelvo a la estación haciendo un rodeo por la Maison du miel. Pruebo y compro dos potes, uno de miel de dondelion de Borgoña y otro de melata de Toscana.
De regreso, en la estación de mi pueblo, me demoro mirando los cuadros de Delvaux que cuelgan de los muros. También se trata de un juego de espejos. A pesar del frío, en los cuadros de Delvaux hay trenes, andenes, trochas ferroviarias y mozas sin abrigo.
Óleo de Paul Delvaux