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Camino de Santiago
16 juin 2013

Las madres

Llevo varios días diciéndome que tengo que buscar en el libro de Pamuk sobre Estambul lo que éste cuenta sobre la famosa Plaza Taksim. Por fin lo abro y doy con la página en la que explica que taksim señala en la música otomana un intermedio, un solo que se ejecuta durante el paso de un tema a otro. Y, añade Pamuk, «como la palabra taksim se refiere a repartir y al lugar donde se distribuye el agua, los estambulíes comenzaron a llamar Taksim a la alta llanura en la que Nerval se entretenía contemplando el paisaje, los vendedores y los cementerios, debido a la existencia allí de un centro de distribución de aguas. Todavía siguen llamando así a ese sitio, en cuyos alrededores he pasado toda mi vida. Pero antes de ser conocido como Taksim, al igual que Nerval, paso por allí Flaubert». Y pasa a explicar qué hacía Flaubert en Estambul, enfermo de una sífilis que había contraido en Beirut, y lo mucho que echaba de menos a su mamá. Tanto como echa de menos Pamuk a la suya, a la luz del tono con el que cuenta lo que ésta le decía para convencerlo de que no se dedicase a la pintura cuando era muchacho. Lo que me lleva a acordarme de la mía. Así no se va a ninguna parte.

E

Foto de Richard Kalvar

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Commentaires
M
El libro sobre Estambul, del que hablábamos con S, es The New Life, también de Pamuk, también sobre Estambul, al menos al inicio, y cuyo protagonista también se llama Osmán. Lo compré en el propio Bodrum (27 TL), lo leí en la terraza de la foto hace menos de tres años, me gustó, y en gran medida lo he olvidado. Lo que me recuerda la pregunta de Montaigne: un libro leído pero olvidado, incluso olvidado de haberlo leído, ¿sigue siendo un libro leído?
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M
JJ... La camiseta holandesa lo delata. Mirando esa foto recuerdo que la sucesión de islas frente a la bahía de Bodrum dan el siguiente resultado: una turca, una griega, una turca, una griega. O eso nos decía Osmán, que nunca sabíamos si nos estaba tomando el pelo. Hablando de pelo, recuerdo que fuimos con el rapaz de la camiseta holandesa a la peluquería. Es un ritual que siempre cumplimos. No se conoce a un país sin haber pasado por una de sus peluquerías. Allí se llaman Koifur, a la francesa. En un momento, y sin mediar provocación, nos embadurnaron la nariz con cera caliente, supongo que para depilarla. Resistimos como pudimos, levantando nubes de pelos con los manotazos. Luego atacaron por el lado de las orejas con unas especies de mini teas encendidas, supongo que para quemar el vello de los pabellones. En fin, mejor trato daban en Lepanto. Pero había que sobrevivir para contarlo, como decía Montanelli.
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S
Creo que de ese diario me dejé muchas entradas por leer. Muchas gracias. Ahora me atenaza al duda de si leérmelo antes, durante o después (es precisamente éste el tipo de pijadas que me atenazan, ya ve). Me parece que optaré por leérmelo antes, porque no sé yo si estoy lo suficientemente preparado intelectualmente para el viaje, como quizás dijera Montanelli.<br /> <br /> <br /> <br /> Intentaré también ponerle remedio leyendo algo en esas terrazas donde, sí, parece que se lee estupendamente. Por cierto que advierto en el individuo de su fotografía, que me parece identificar también en alguna foto del diario, la legendaria posición aerodinámica de lectura de los Josepepes, que son todo Literatura.
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M
Claro que sí. Yo me divierto en cualquier parte, a condición que no haya mucha gente divirtiéndose alrededor. <br /> <br /> <br /> <br /> Espada en Suecia, o el landismo devolviendo la visita, dice Montano. Que se cuide. Ya sabes que ahí y por ahí se perdió Assange.
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S
Releído tu magnífico diario turco. La vida es expectativa, como saben los psicólogos infantiles mentirosos, de ahí que yo regresara maravillado con Turquía y de Grecia saliera entristecido. Ya decía Montanelli que sólo la aristocracia intelectual puede permitirse el lujo de viajar a ciertos países. O al menos debería haberlo dicho. Qué tristeza perderse el Cristo ese brasileño, Pichu Pichu, Iguazú, Estambul, Koh Chang, Huascarán o Luxor, por decir algo. Bueno, cada uno se divierte como quiere. Mr. Sword, por ejemplo, prefiere los sitios con más, qué sé yo, ambientillo. Estocolmo, tal vez. Ya digo, divertirse, como es sabido, no es complicado. Lo complicado es soportar que los demás se diviertan.
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