La moral, claro, mal.
La palindromía es demócratica y popular. Todo quisque con dos dedos de lenguaje puede cultivar hortalizas verbales o irse de excursión en plan cazador-recolector y volver con unos bifrontes atravesados en la lanza.
Componer el de arriba, tan simplón donde lo ven, me llevó varios días de lentísima maceración. El otoño tiene a veces unos prontos y hay que ir a buscar consuelo en las palabras. Dónde más ibas a encontrarlo. Las palabras son la pena y el alivio. Las palabras impiden expresarse, como dice NP.
Así que puse mi flamante palíndromo entre comillas en el buscador. Estaba lleno. Pasa a menudo, no pasa nada. También pasa lo contrario, que una perla cultivada es única cuando la sacas de su ostra y luego miras alrededor y ya es de todos.
Antes del Renacimiento, el mejor arte era anónimo, o colectivo, o como se diga. No reniego de la individuación, sólo que me sorprende encontrarme a gusto en una tierra de nadie.
Y aunque pueda parecer lo contrario, la palindromía no es poesía, ni por asomo, ni de broma, ni Dios lo permita. La poesía no hay que pensársela dos veces. Sale a la primera y baila sola, se aplaude a sí misma, se da propina y se despide con un beso. Donde menos te lo esperas.
El Bosco, atribuido a Jacques Le Boucq