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Camino de Santiago
24 décembre 2013

Un cuento de Navidad

Fabiola, Paola y Matilde son tan amigas que han formado un club.

Los vecinos lo llaman El Club de las Tocatimbres. Porque la principal diversión de las amiguitas es tocar el timbre de las casas y escapar.

¡Qué mala costumbre!

En todas las casas tocan, un día sí y otro también. Pero hay un timbre que las chicas respetan. El de la casa de los Escamosos.

-Un día vamos y se lo tocamos, dicen las Tocatimbres, delante de los niños, desafiantes.

-Ni se les ocurra, responde un morenito llamado Asúcares. Una vez se nos cayó una pelota a su patio. El perro la despedazó.

-Otra vez los vi pisotear a la cría de un mirlo que había caído del nido, agrega Pimpollón.

-Son malos, suspira Chepito Mambo. Son hediondos de malos.

-Igual no les tenemos miedo, igual les vamos a tocar el timbre, concluyen las Tocatimbres.

-Debe de haber un mando para tocar timbres a distancia, se dicen. Apretamos el botón desde la acera del frente y escapamos.

-O atamos una mano de madera al extremo de un pértiga.

-O simplemente vamos, lo tocamos y ya está. ¿Acaso no somos el famoso Club de las Tocatimbres?

-Más bien son el Club de las Locas Perdidas, dicen los niños, y desaparecen.

« Rin, rin », dicen las Tocatimbres al unísono. Es la consigna que se dan para atacar.

Con el corazón apretado, se acercan a la famosa puerta.

Fabiola acerca lentamente el dedo, aprieta el botón con fuerza y se dispara una alarma, un ruido estrepitoso. Y cuando trata de despegar el dedo del timbre, no lo logra.

-Ay, se queja. Ay, mi dedo.

Paola la toma de la otra mano para liberarla, pero a ella también la coge la corriente. Las dos quedan atrapadas por la electricidad.

Es el turno de Matilde de intentarlo, pero la corriente la atrapa también.

Auuuu, auuuu, sigue aullando la alarma.

Por la ventana de la casa asoman las caras de los Escamosos, mientras el perro se frota las purulentas patas.

El cielo se oscurece. La calle está vacía. ¿Quién va a escuchar el llanto de las amigas?

Los niños miran la escena desde la esquina y no saben qué hacer. ¿Intentar salvarlas? ¿Pero, cómo, con qué?

Por el centro de la calle asoma entonces mi tío Pepe en persona. Detiene su trineo, considera la situación, se trepa al techo de la casa y baja por la chimenea.

Una vez dentro, desconecta el tablero de la luz, atrapa a los Escamosos y al perro y les propina unos cuantos bastonazos.

Sale de la casa sacudiéndose el traje rojo.

-Viva, viva, gritan los niños.

-Por hoy ya ha estado bien, les dice a los niños, que lo miran encandilados. Ahora, todos a casa, a cantar villancicos y a obedecer.

Que esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad.

C

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