Escribo porque de niño no me dejaban terminar las frases
Del discurso de Modiano en Estocolomo, una cita de De Quincey, que buscaba en el laberinto de Londres a un viejo amor: «Tal vez sólo estábamos separados por unos veinte metros. No se necesita más para que una separación sea eterna».
Escribo porque de niño no me dejaban terminar las frases. Escribo para que los adultos me lean hasta el final, sin interrumpirme, dijo. Libros que no entiendo del todo mientras los escribo pero que cuando estoy por acabarlos parecen despegarse de mí, como hacen los niños en el escuela el día previo a las vacaciones, que ya casi no escuchan al profesor.
Modiano nació en París en 1945 y se siente marcado de manera indeleble por el lugar y la fecha de su nacimiento. Cuando niño, sus padres lo dejaban al cuidado de amigos de la familia. A un niño todo le parece natural pero, más tarde, su infancia pudo parecerle enigmática, y escribir novelas una manera de resolver esos enigmas. Para escribir, consultaba viejas guías telefónicas, imaginando a la gente que no respondería si marcaba esos números. (Lo que recuerda a Somerset Maugham en una estación de provincias, en la India, pidiendo la guía telefónica para entretener la espera. Una ciudad despoblada, rezongó luego, cuando la devolvió).
La ilustración es de Amedeo Modigliani, muerto en París en 1920, primo de Modiano. Y lo que pueden parecerse.