Bonita manera de llamarme narizotas. Una curiosidad de esta república jesuítica es haberse apropiado de una isla polinésica. Los rapanui aún no salen de su asombro: si otro viento les hubiese soplado, serían franceses. En este pueblo donde estoy ahora hay en la avenida principal muchos personajes estatuados, todos con nombres y apellidos; menos uno, que sólo se llama moai. Para que veas cuánto te consiento, voy a allegarme hasta allí para hacerme un autorretrato con moai.
Me empino sobre la altura de la que era la boina de mi padre (que se empinaba sobre la boina del suyo) y hay en Galicia un muchacho muy querido que se empina apenas sobre la mía. Ganamos los Josepepes uno o dos centímetros por generación, no sé hasta dónde vamos a llegar.<br />
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Las nieblas del Po son proverbiales, amigo. En la costa central de Chile, en verano, suele amanecer el cielo cubierto de una niebla que aquí llaman vaguada. Se disipa a media mañana para mayor lucimiento del esplendor del día.
Unas piernas larguísimas, como soñábamos los fans.<br />
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Salgo a sumergirme en la niebla sin envidiar a los que andan por la playa en el hemisferio invertido. Ni un poco.