Larga vida y prosperidad
Live long and prosper les desea un actor fallecido a unas familias de refugiados que intentar volver por sus pasos en la frontera turco-siria a ver si sus casas abandonadas siguen en pie. «Estamos cansados, somos desgraciados», dicen. Es el telediario de Euronews. Las noticias se suceden rápidamente y tienden a entreverarse sin un presentador que las ancle —el famoso eje Y Y, los ojos del presentador en los ojos del espectador.
En el diario de papel, las noticias se despliegan en el espacio como en un mapa sobre el que el lector puede clavar sus banderillas y fijarlas. Pero en la tele se suceden los planos en una larga seguidilla de imágenes que se empujan unas a otras cuando están en el primer plano para dar paso a la siguiente, y acaban mezcladas en la licuadora mental del afligido (o excitado, o aburrido) espectador. Allí están otra vez esos cretinos descabezando estatuas como rehenes, y allí hay un combatiente de otro frente que se ha tatuado las cabezas de Lenin y de Stalin en las costillas, y allí está el lugar adonde la cámara no consigue llegar, el puente frente al Kremlin donde Boris Nemtsov fue acribillado anoche.
Aguanto hasta los deportes, hasta que el golfista sudafricano Coetsee me previene, palo en mano, que la vida es mucho más simple sin ver televisión: «Nos acostamos temprano y leemos muchos libros y nos levantamos temprano a pasear por la playa antes de llevar a los niños a la escuela».
¿Qué hago, le hago caso y la apago? Tiene razón, pero a mí no me gusta obedecer.