El túnel
Poco después de despegar de Bruselas, el avión entró un corredor formado por dos grandes masas de nubes, una arriba y la otra abajo, un largo túnel gris por el que el vuelo discurrió durante casi una hora. La visibilidad era buena a los costados, sólo que arriba había una espesa capa gris y abajo otra.
Cuando por fin el túnel acabó por abrirse, aparecieron como por encantamiento los Alpes cargados de nieve, mansamente encendidos por una luz invernal. Y ya luego la planicie lombarda, los Apeninos, Roma. Va rápido el bicho. Era un avión de Virgin Express, una compañía que ya no existe y que fue una suerte de avanzadilla del low cost. Pilotaba una mujer joven. La había visto embarcar. El avión no iba lleno, y los pasajeros éramos más bien solitarios y silenciosos.
He vivido despegues aparatosos, turbulencias persistentes, aterrizajes aproximativos. Algo de miedo he llegado a sentir, que por suerte he olvidado en seguida. Pero ese vuelo del túnel desembocando en los Alpes...