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Camino de Santiago
21 novembre 2015

En París, como en Casablanca

París, 3

Releo el comunicado del Ejército islámico sobre la masacre de París, publicado inmediatamente después de ésta. Afirma que los atentados tuvieron lugar en el 10°, 11° y 18° distrito, simultáneamente. En los hechos, los atentados ocurrieron en el 10, el 11 y el Estadio de Francia, pero no en 18.

Miro el mapa. Se puede trazar una línea que una los tres distritos y el Estadio de Francia. Una línea, una forma de simultaneidad espacial.

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¿Qué pasó en el distrito 18, entonces? ¿Falló la programación terrorista? ¿Qué pasó con Salah Abdeslam, en principio el único o el último sobreviviente de los terroristas de París? Según el comunicado citado, los yihadistas agotaron la munición antes de saltar por los aires. Los que llevaban armas, se entiende. Los tres del estadio sólo llevaban cinturón explosivo, lo suyo era acceder al recinto y explotar dentro de él.

De Salah Abdeslam no se sabe si agotó la munición, pero lo cierto es que no explotó la carga que llevaba puesta, como sí hicieron los demás yihadistas, entre ellos su hermano Brahim. Salah lo intentó y falló, o directamente no lo intentó. Sí se sabe que llamó a un par de compinches de Bruselas y les pidió que lo recogieran y lo condujeran de regreso a Bélgica en la madrugada del sábado 14, donde se le pierde la pista.

¿Se arrepintió Abdelsam? El comunicado dice que los terroristas están «divorciados de la vida terrestre». ¿Se divorció del divorcio Abdeslam, se acordó de la novia?

Un caso como el suyo se dio en el atentado de Casablanca en 2013. Un hermano mayor arrastra al menor al abismo y a última hora se queda en el borde, y sobre ese nudo construye su filme Los Caballos de Dios Nabil Ayuch.

Mohamed Abdeslam, hermano de Salah, el hombre más buscado de Bélgica, y de Brahim, kamikaze en París, afirma su convicción de que algo hizo que Salah se arrepintiese en el último momento. Y cuenta esto, que también estaba presente en el caso de los terroristas de Casablanca: En los últimos meses mis hermanos habían dejado de beber y rezaban mucho. Viendo este cambio, la familia estaba contenta.

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19 novembre 2015

Las fratrías explosivas

París, 2

El viernes por la noche los belgas batían limpiamente a los italianos en el televisor mientras que en el ordenador los españoles hacían lo propio con los ingleses. También acababa el Francia-Alemania en París. Entonces saltaron las alarmas. Estábamos sobre aviso. Fue peor de lo que temíamos y pudo ser aun peor si los kamikazes del Estadio de Francia hubiesen conseguido lo que se proponían. 

Los del estadio eran tres. Iban a por decenas, a por cientos o miles de víctimas y sólo consiguieron matar a una persona, un sexagenario portugués. Un rasguño ya sería demasiado, claro, pero considerando lo que se proponían se puede decir que fallaron estrepitosamente. ¿Llegaron tarde, ya iniciado el partido, o su plan era fallido desde su concepción?

Dos de ellos debían entrar al estadio equipados de sus cinturones explosivos para estallar en las tribunas, provocando una matanza y una huida masiva hacia la boca del metro más próxima del estadio, donde los esperaba el tercer kamikaze, que completaría la atroz faena.

Pero quince minutos después de los himnos y del pitazo inicial, los controles funcionaron en las puertas del estadio, a los dos terroristas les fue impedido el acceso y estos no dieron con otra fórmula más que volarse a sí mismos en las inmediaciones.

No es difícil imaginarse a esos tres capullos unas horas antes embutidos en el coche alquilado por la autopista franco-belga rumbo al piso de Bobigny, donde se ciñieron los explosivos, se metieron unas dosis de captagón y salieron rumbo al estadio. Y llegaron tarde. Y a quien le falle la imaginación puede ver las imágenes de Los Caballos de Dios, el filme de Nabil Ayuch, que narra los atentados de Casablanca en 2003.

Molenbeek, la comuna bruselense donde vivían los kamikazes del estadio, no es Casablanca, ya lo sé. Al menos dos de ellos fueron a buenos colegios. Bilal Hadfi, el más joven de los tres, estaba en el colegio hasta hace unos meses donde, en enero de este año, justificaba la masacre de Charlie Hebdo en los debates escolares. También estaba en el colegio Yunes Abaúd, de 13 años, hasta que su hermano Abdeljamid —que se hacía llamar Abú Omar al-Baljiki: Abú Omar el belga— el caporal de la masacre de París, muerto ayer en Saint-Denis, lo secuestrara y llevara con él a Siria.

Entre el hermano mayor, Abdeljamid y el menor, Yunes, el del medio, Yasin Abaúd. Encarcelado en Marruecos tras una loca cabalgata por varios países, las informaciones que Marruecos obtiene por su intermedio le permiten informar a Francia que Abdeljamid está donde su prima, lo que permite a la policía francesa acabar con la célula de Saint-Denis seis días después de la masacre de París.

Historias de fratrías a medio camino entre el menudeo de barrio y la geopolítica del terror: los Kuachi, los Abdeslam, los Abaúd. Hermandades que incuban explosiones dentro de unas casas con las persianas echadas, donde unos padres se esconden, cubiertos de miedo y de vergüenza.

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Niños en el terreno de juego del Estadio de Francia tras los atentados. No ilustro con fotos de los terroristas, estoy hasta el gorro de verlas.

16 novembre 2015

Los sobrevivientes

He leído y escuchado de todo desde el viernes por la noche. Palabras justas o sandias. Angelismo e hijoputismo por partes iguales. Retengo sobre todo los relatos de los sobrevivientes. El que está con vida porque se pelearon su novia y él y se levantaron de la mesa justo antes de que comenzaran los tiros. Aquel que enseña el móvil que desvió la bala. El sobreviviente de la tragedia de Heysel hace treinta años que volvió a salvarse con algunos rasguños en el Bataclan (su hermana dice que lo besó el papa en San Pedro cuando tenía ocho años). Aquel que, herido, sintió como una mano lo sacaba de allí y corrió como un poseso hasta que alguien abrió una puerta, lo hizo entrar, lo calmó, lo curó. El niño pequeño que habiendo perdido a su madre y a su abuela, se escondió. Y los relatos mudos, inexistentes, de los que no tuvieron la suerte de no estar allí, de aquellos a quienes alguien aún busca y ya no encontrará.

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Foto de Christophe Petit Tesson

8 novembre 2015

Unas putas parisinas

Orsay tal vez sea la primera estación de trenes reconvertida en museo. Es un lugar magnífico y parece aun mejor cuando te enteras de que a punto estuvieron de echarlo abajo en los demoledores años del desarrollismo. Los trenes, además, continúan resonando allí dentro. Los de la línea Paris-Versailles, que siguen el borde derecho del río, rozan los muros exteriores del museo y su retumbancia hace las veces de mar de fondo dentro de esa concha urbana. 

Tras dar la vuelta ritual por entre los Carpeaux y los Courbet de la planta baja y beberme un té entre señoras japonesas con la cara cubierta de polvo de arroz, entré en la exposición sobre la prostitución durante el periodo que cubre el museo, la segunda mitad del XIX y los inicios del XX. 

La exhibición desconcertará a quien busque de entrada meretrices en posición favorable. Las primeras salas llevan por título «Ambigüedad» y, en efecto, las imágenes muestran señoras que no siempre tienen pinta de prostitutas y señores que no siempre parecen ser clientes. En Bruselas circulo a veces por la rue d'Aerschoot y me fijo en las caras de los transeúntes: algunos se comen a las eslavas con la mirada mientras que otros parecen ignorarlas. O tal vez practiquen el arte dragonesco del orgasmo para dentro. 

En Orsay la primera coyunda, una tinta china de Degas, Sur le lit, asoma casi a la mitad del recorrido. A partir de ese momento, no tarda en surgir materia para mironcillos bajo la forma de fotos de vulvas acogedoras y falos enhiestos en la intimidad de los burdeles, de las maisons closes, cerradas en principio a la mirada exterior.

De las varias centenas de imágenes, me sobraron algunos Toulouse-Lautrec pero me detuve largamente frente a cada Manet, La Prune, Irma Brunet... El mayor, en todos los terrenos, esta Olympia:

Source: Externe

Este cuadro, formidable por donde se mire, escandalera del Salón de 1865, es probablemente una reinterpretación prostibular de la Venus de Urbino de Tintoretto, de la Maja desnuda de Goya, de la Venus de Cabanel y quizá de cuáles más. A ese juego se sumó explícitamente Cezanne pintando, veinte años más tarde, su Olympia moderna:

Source: Externe

El pintor provenzal, como puede verse, cambia el ángulo de aproximación a la modelo, desnuda a la sirvienta, despliega el ramo en un florero, transmuta al gato atroz en un perrillo curioso, dispone un memento mori sobre la mesa y, sobre todo, mete al espectador —al propio pintor— dentro de la escena. Dónde mejor podría estar.

1 novembre 2015

La mano muerta

Trasiego de niños disfrazados de inocentes monstruos. Recuerdan otros halloweenes, las jugarretas y ritos de iniciación macabros, esos sí, de los estudiantes de medicina. Rolando Toro —aprendiz de galeno en Concepción— se robaba un brazo del muerto en las autopsias, se lo ponía en la manga de la camisa y saludaba con esa mano muerta a quienes le presentaban.

Como en el juego de la mano muerta, en el que te arriesgabas que te dieran un cachuchazo.

Toro, a cuya escuela de biodanza concurría Lira mucho años después, era amigo del joven Jodorowsky, otro que bien bailaba. Subido al tejado de una casona de la calle Lira en Santiago de Chile, Jodo observaba a los locos de una casa de orates vecina vestido con una capa roja para impresionar a los orates tanto como estos impresionaban al titiritero, al psicomago en ciernes. En los conventillos de Matucana, allá por donde su padre tenía su negocio de calcetines, contaba Jodo, a las viejas taciturnas les salían escamas en los ojos de tanto sustraerlos a la luz. 

El joven Jodo se inventaba estas historias entre dos lecturas de sus escritores favoritos, Borges y Kafka, a quienes por entonces aún no leía casi nadie. De Borges decía Jodo que era un edipo aferrado a las faldas de su madre, un masturbador compulsivo.

Lo cuenta Jorge Edwards en sus memorias, Circulos morados. Edwards se piñerizó durante la campaña presidencial de 2010 y el electo Piñera lo recompensó con la embajada en París durante su ridículo mandato. Para quien se contente con el costumbrismo y el anecdotario, como mi tío, sus memorias son un festival.

Jodorowsky4ysumadresara

Jodorowsky

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