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Camino de Santiago
18 janvier 2021

La multiplicación del yo

Difícil hablar de L'Anomalie sin destriparla. Hasta ahora nunca me había preocupado destripar o no una historia, me hago viejo. Pero en el caso de esta novela de Hervé Le Tellier, premiada con el Goncourt 2020, destriparla es delicado porque opera por sorpresa.

Sólo un par de cosas à coté, entonces. Además de que me gustó mucho, como todos los libros de HLT, por lo demás, libros divertidos y muy bien pensados en los que hay una estructura sopesada que no los hace pesados sino que los aligera, prodigios de la física.

Es un libro escrito, en parte al menos, durante la pandemia o más bien durante el encierro (no sé si adivino o si proyecto) que da cuenta de otra forma paradójica de encierro, que podríamos llamar la multiplicación del yo. Que presenta e ilustra algunas cuestiones fundamentales del presente y lo hace por la vía de la invención. Porque L'Anomalie es un libro de ciencia ficción inmediata, en el sentido de que la acción transcurre en un futuro inminente, el primer semestre de este 2021.

También es cierto que algunos personajes son entrañables (una personaja que parecía tan amable y acaba por ser una petarda y, sobre todo, una niñita que cría una rana). Y sobre todo una niñita que cría una rana.

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15 janvier 2021

Té con azúcar

El té marroquí es una de esas tradiciones que uno cree que existen desde la noche de los tiempos. La usanza de juntarse a beber algo caliente, eso sí viene de lejos, pero la infusión de té verde con menta y azúcar, la bebida ahora emblemática del Magreb, no tiene más de dos siglos.

A fines del XVIII, cuenta Bellakdar, los negociantes de té ingleses no sabían qué hacer con el excedente. Lo descargaron entonces en los puertos marroquíes donde quedó en manos de los comerciantes locales, judíos en su mayoría. Hay quien dice que el affaire es incluso posterior y dataría del final de la guerra de Crimea, a mediados del XIX.

Lo cierto es que el islam prohibía el vino, el café era caro y las infusiones tradicionales no tenían swing. Lo demás ya eran ganas de tomar té.

Acertó el que propuso mezclar té verde con menta fresca y azúcar en una tetera. La gente hizo el resto al convertirlo en un rito que ganó rápidamente el resto del Magreb por el este y las tierras del Sáhara por el sur. 

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En Marruecos entendí por qué el Pan de Azúcar se llama así. El azúcar tradicional viene en panes que tienen la forma del famoso morro carioca, panes que se despedazan con martillo o guillotina.

6 janvier 2021

El cocido de caracoles

«Si muestras a un grupo amplio de gente un tarro lleno de aceitunas y les preguntas cuántas aceitunas contiene, la media de sus respuestas se acerca siempre más a la verdad que cualquiera de las respuestas individuales», explica Iñaki Uriarte.

Pienso en esto escuchando opiniones extravagantes y a veces cuando lo cuento añado que la naturaleza es más precisa que la democracia. Todos los frutos de un mismo granado tienen el mismo número de granos. Este dato lo da Al Biruni, un sabio del sXI, y añade que si alguna vez el Creador parece equivocarse y hay un grano más o menos lo hace para mostrarnos que El es superior a la idea que nos hacemos de El. O sea que El nunca se equivoca. 

También tanto en la piña-piña como en la piña del pino piñonero se cuentan invariablemente ocho espirales en un sentido y trece en el otro. Y si no se cuentan, la explicación que da Al Biruni sirve incluso para el caso. Puede que estas tiranteces entre ciencia y religión sean sólo aparentes. Uriarte cita por su parte a Francis Galton, un primo de Darwin que consagró un sesudo estudio a negar estadísticamente la eficacia de la oración.

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Y puede que se note que además de releer a Uriarte hojeo un libro de Jamal Bellakhdar sobre la flora del Magreb que compré en Casablanca en el lejano 2005. Cuenta una cosa muy cierta, o al menos a mí me lo parece. Entre los moros que debieron abandonar precipitadamente Granada a fines del sXV y exiliarse en Marruecos, algunos se llevaron las llaves de sus casas como afirmación de la esperanza de que un día volverían. Otros, más previsores tal vez, llevaron consigo semillas y esquejes de mirto bético que sembraron y plantaron en los jardines a la andaluza que fueron creando en tierras magrebíes.

Otra cosa que refiere Bellakhdar vale para este tiempo invernal. Es la receta del cocido de caracoles que los marroquíes toman a la salida del hammam para protegerse de los enfriamientos. Cójanse unos cuantos caracoles de los grandes, póngaselos en ayuno un par de días y cuézanse luego acompañados de romero, artemisia, tomillo, orégano, salvia, menta, laurel, comino, regaliz, anís, hinojo, alcaravea, cáscara de naranja amarga, canela, pimienta y cebolla. A la salida del baño, digo, aun de pie, sorben ruidosamente el caldo y pinchan los caracoles con un alfiler de gancho para llevárselos a la boca, todo lo cual formará parte de la terapia.

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