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Camino de Santiago
7 février 2023

El solitario de Rodrigues

SORPRENDE VER LO mucho que se parecen los animales que pintaba hace cuatrocientos años Roelandt Savery a los juguetes de los niños. Savery fue uno de los primeros pintores que convirtió a los animales en protagonistas de sus cuadros, tal como hicieron los hombres primitivos en sus cavernas. E hizo esto no sólo con animales conocidos en la Europa de fines del sXVI sino también con otros exóticos, como el famoso pájaro dodo.

Flamenco, Savery era protestante, por lo que se afincó en Holanda. Allí, en su casa de Utrecht, que fue llenando de plantas, pintaba paisajes y junto a las aves de corral conocidas echaba a correr y a volar avestruces, dodos y casoares y otros pájaros por entonces improbables.

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Los dodos, una especie de pájaros extintos de las islas Mauricio, en el Océano Índico, aunque no lo parezcan eran palomas desmesuradas que medían más de un metro. Llegaron a Mauricio volando pero perdieron la capacidad de volar porque la isla estaba deshabitada y la comida era abundante.

Los portugueses, que alcanzaron las islas del Índico a inicios del sXVI, llevaban en sus naves perros, gatos y cerdos y de contrabando ratas. A pesar de ser su carne incomible, los dodos no resistieron cien años a la llegada de hombres y animales, de los que eran presa fácil porque anidaban en el suelo y no volaban. Perros y gatos los perseguían y cerdos y ratas se banqueteaban con sus huevos. Por este descuido histórico, Schopenhauer los trató de ineptos. No es el único: es probable que se les llame dodos porque los portugueses los llamarían bobos y los holandeses, que vinieron después, dodoors, que en su lengua significa holgazanes.

Así fue como los pájaros dodos se extinguieron pero su imagen fantasiosa sobrevive gracias a la pintura de Savery y a las ilustraciones de Alicia en el País de las Maravillas, obra en la que Lewis Carroll, su autor, se presenta a sí mismo bajo la forma de un uno de estos pájaros.

Si la trayectoria del pájaro dodo es melancólica, qué decir de la historia de un primo suyo al que, por el nombre de la isla en que vivía, se conoce con el entrañable nombre de solitario de Rodrigues.  

De esta enorme paloma solitaria sólo se conservan cuatro huesos mal contados y la imagen del grabado que hizo el naturalista francés François Leguat, otro protestante que se refugió en Holanda y desde allí dio el salto a las islas del Índico. El solitario de Rodrigues tampoco sobrevivió a la llegada de gatos y ratas, menos aun teniendo en cuenta sus formas apetitosas y su carne sabrosa: su trasero era redondeado, como los cuartos de un caballo, escribió Leguat.

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La melancolía que desprende el dodo se redobla en el caso del solitario de Rodrigues. Más aún cuando se sabe que este último se extinguió dos veces. A fines del sXVIII un astrónomo francés viajó al Índico donde descubrió un grupo de estrellas remotas a las que llamó Constelación del Turdus Solitarius en homenaje al extinto pájaro. Pero el nombre no cuajó y el solitario de Rodrigues volvió a extinguirse, esta vez en los atlas de astronomía. El dodo, en cambio, conserva intacto un asteroide con su nombre circulando allá por Marte o por Júpiter.

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Óleo de Roelant Savery, 1625, y grabado de François Leguat, 1708

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