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Camino de Santiago

19 novembre 2017

Tango del viudo

Niveles de vida, de Julian Barnes. Tres relatos, el primero consagrado a Nadar, el autor de este autorretrato impagable que muestra que el el fotógrafo francés fue también un pionero de la navegación en globo.

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El segundo relato está dedicado a la actriz Sarah Bernhardt (la foto es de Nadar) y a su fugaz novio, Fred Burnaby. Hay un momento cumbre en el relato y es cuando Burnaby —otro aeronauta—, tras declararle su amor a la Bernhardt la ve alejarse del brazo de otro pretendiente. La melancolía que invade al británico es del nivel de la que resiente el babuino en el desierto de Karoo.

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 En el tercero y último, Barnes cuenta su vida tras la muerte de su mujer, su luto, su duelo. Curiosamente, el día en que acabé de leerlo fui a un funeral. En la ceremonia me di cuenta de que todos quienes hablaban se dirigían a la única persona que no podía escucharlos. Con el texto de Barnes pasa algo semejante: está muy bien leerlo pero su verdadero destinatario es justamente quien no podrá hacerlo.

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11 novembre 2017

Quién la mandaba flores por primavera

Me enteré ayer de que la canción Un ramito de violetas se escucha cada 9 de noviembre. La escucho y compruebo que cuenta una historia ambigua, cosa poco común en la canción popular.

Ahora leo esto que le dedica El País y veo que la última línea dice que la canción es dulce y, a la vez, perversa. Ya te digo.

La flor está bien escogida, porque Violeta viene de Ío, una amante de Júpiter a la que, «para protegerla», el dios del rayo convirtió en una ternera que alimentaba con flores de violeta.

Por lo demás, en la versión de su autora, Cecilia, es una buena ilustración de laísmo, ese hábito entrañable de viejos castellanos.

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6 novembre 2017

Tres de Coetzee

Pregunté ayer en Twitter cuál de estas tres portadas es mejor:

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Este es el resultado: 47% para la australiana, 45% para la francesa y 8% para la argentina. 

El que pregunta no vota pero debo decir que comparto el resultado. Las dos primeras me gustan mucho y funcionan de diferente manera, creo yo. La australiana da por hecho que el potencial lector conoce al autor y se sentirá estimulado por el enigma que supone la presentación del título: doce signos ordenados simétricamente ocupan todo el espacio de la portada. Las nueve letras del nombre del autor y, abajo, en números romanos, la fórmula 1, 2, 3. Descomponer el nombre del autor en tres grupos de tres letras da como resultado que las iniciales aparezcan arriba. Lzs dos «palabras» que siguen connotan o significan: Zee, por ejemplo, quiere decir en neerlandés «mar».  A falta de ser unívoca semánticamente, la imagen lo es visualmente. Es ingeniosa, además.

La edición francesa echa mano a una imagen de síntesis —y viene a cuento llamarla así: una isla donde caben tres paisajes diferentes: un macizo vegetal con su palmera —la isla del náufrago, la isla de Robinson Crusoe, tal como la hemos visto mil veces representada—, rodeado por una iglesia más o menos barroca y unos rascacielos. La isla «flota» en ese espacio visual que queda a veces entre el mar y el cielo.

Cabría preguntarse frente a la imagen si se ajusta al contenido del libro. El primero de estos tres relatos de Coetzee se llama «Una casa en España» y se sitúa en Cataluña. El segundo se llama «Nietverloren» —No está perdido o abandonado— y describe una travesía por el desierto de Karoo, en Sudáfrica. El tercero, «Él y su hombre», es su discurso de aceptación del Nobel en 2003, y se sitúa, por decirlo así, en la costa sur de Inglaterra. Para refirse a sí mismo, Coetzee se apoya en uno de sus clásicos, Daniel Defoe. La isla como metáfora cabe, así, en la imagen de la portada, junto a los tres paisajes contenidos: la naturaleza más o menos intemporal, el pasado y el presente.

La edición argentina funciona sobre la misma base que la francesa, pero está menos conseguida. La fotografía muestar una casa que podríamos encontrar en Cataluña, cierto, o incluso en el Karoo, pero que no nos dice por qué tendríamos que interesarnos por ella.

4 novembre 2017

El hombre de la chaqueta amarilla

VISTA La Pasión Van Gogh.

La película comienza por preguntar por qué se mató Van Gogh. Tras examinar algunas hipótesis —la madre, el padre, su hermano Theo, Gauguin, las mujeres, el alcohol, los amigotes, la locura, la falta de dinero y de reconocimiento—, acaba abrazando la tesis de uno de los médicos que examinó al holandés en su lecho de muerte: Van Gogh no se mató, lo mataron.

Para demostrarlo, el filme pone sobre los últimos pasos del pintor al hombre de la chaqueta amarilla, Armand Roulin, hijo del encargado del correo de Arles, a quien su padre envía a entregar a Theo Van Gogh la última carta escrita por Vincent. De entrada, el hombre de la chaqueta amarilla desprecia al holandés, al que considera un debilucho, pero poco a poco se va identificando con él. Un esquema de historieta, en suma.

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Empeñado en ese punto, del filme sólo aflora un detallazo. Quien se quedó con buena parte de la obra de Van Gogh, el doctor Gachet, fue copiando una a una las telas, lo que obligó luego a los expertos a discernir cuál era el original y cuál la copia. Pues bien, el doctor Gachet admiraba y probablemente envidiaba a Van Gogh porque él mismo era un pintor contrariado y el padre de la mujer que el holandés amaba. Además, el doctor y el pintor se parecían físicamente. Un conflicto mimético donde los haya.

En el plano formal, La Pasión Van Gogh opta por un procedimiento novedoso y celebrado que consiste en pintar la película a mano, a la manera de Van Gogh. Lo que está bien, en la medida en que permite al espectador ver los lugares filmados como si de telas del holandés se tratase. Eso sí, al cabo de un rato la fórmula satura. 

Me apuro en decir que el filme me interesó. Le doy cero almohadas, porque en ningún momento me dormí. No obstante, y teniendo en cuenta de que hay ya más de una docena de buenos filmes sobre Van Gogh —sobresale el de Pialat—, la pregunta es ésta: en los últimos ocho años de su vida Van Gogh pintó más de 800 telas que como conjunto y muchas de ellas por separado están en lo más alto de la historia de la pintura. Y sin embargo, en vida sólo pudo vender una.

Desde ya digo que la explicación al uso, según la cual el artista se adelanta a su tiempo, no me convence. (Y al decirlo estoy pensando, cómo no, en mi amigo Rodrigo Lira, de quien Roberto Careaga acaba de escribir esta biografía).

Así es que vuelvo a la pregunta del inicio: ¿Quién mató al pintor? Fuenteovejuna, señor.

27 octobre 2017

Las mejores novelas de Coetzee ordenadas de mejor a mejor

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23 octobre 2017

Una casa en Lisboa

A la economía la mueve la mímesis. A Madonna se le ocurre comprarse una casa en Lisboa y todo el mundo quiere comprarse una casa en Lisboa. O cuando menos ir a darse una vuelta por Lisboa para imaginarse comprando una casa en Lisboa, como hizo mi tío hace unos días.

Así que ya para salir del aeropuerto no cabíamos por la puerta.

Merecida la atención que le prestan a Lisboa madonnas y compradores, eso sí, muy merecida. Nápoles por suizos habitada, dijo el poeta, esa mezcla está muy bien conseguida. Y esa impresión de estar pisando el borde de algo e intuir que al otro lado también hay algo.

Es comprensible también el aumento del interés por Lisboa teniendo cuenta la turismofobia rampante en Barcelona, al otro extremo de la península.

En fin, que volví a caminar por un par de lugares entrañables. Y a comer bacalao cuantas veces pude. En un restorán normalito, en un restorán de un centro comercial (de ésos donde llega la gente en un Seat Ibiza con una pegatina que dice «Espero no conocerte por accidente», según Lobo Antunes) y también en un buen restorán, digamos que en El Rey del bacalao, donde me tomé unos petiscos de bacalhau de aperitivo y luego unas pataniscas de bacalhau de postre, todo regado por agua de la sierra y vino de los llanos. 

Volví a Bélgica y al día siguiente se desataron en Portugal unos mortíferos incendios. Me ha pasado más de una vez irme de los lugares la víspera de una calamidad. No sé cómo se llama eso pero espero que dure.

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14 octobre 2017

Penélope en su isla madrileña

Justo antes de leer el desenlace de Berta Isla, cerré el libro y me dije que Marías podría haberse atrevido a terminarlo en ese punto, dejando a la protagonista sumida en la indefinición y la melancolía de la espera en su isla madrileña, como buena Penélope que es.

Cuando leí por fin el desenlace tuve que admitir que éste está bien llevado y que la novela, impecable hasta ese momento, se gana también el derecho de atar los últimos cabos y de cerrarse sobre ella misma.

Impecable conjunto, ya digo. Pero no hay que hacerme mucho caso, para mí la mejor novela de Marías suele ser, mientras la leo, la última. Con todo, he dejado pasar unos días antes de escribir esto, a ver si pasada la emoción asomaba la decepción. Y no.

Como otras veces, las abundantes citas que apoyan la historia no las malgasta Marías en epígrafes sino que las integra con bien en la propia narración. Como otras veces, también, en esta historia he vuelto a ver la vieja renuencia de los personajes masculinos de las novelas de Marías a asumir la paternidad, las vueltas que se obligan a dar para convertirse en padres.

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9 octobre 2017

El pan

El 1-O en un pueblo de la Alpujarra.

Al día siguiente por la mañana, a la hora en que pasa el panadero y los vecinos se reúnen en la placica a esperarlo, asoma una vecina escocesa y emite unas cuantas reflexiones en plan Bjork.

Los vecinos le responden copiosamente. Sin agresividad pero con contundencia. 

La escocesa se refiere a una idea que ella se hace del mundo. Los alpujarreños, no. Hablan del lugar al que fueron a trabajar sus hijos y donde han nacido sus nietos.

Me despido de ellos, uno a uno. Y el pan me sabe a gloria.

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27 septembre 2017

Ô, ma patrie

Ô, ma patrie ! que tu es encore barbare ! exclama el joven Julien Sorel en su celda de condenado. Le importa menos morir que saber que hay un cura dando voces frente a la puerta de la prisión exigiendo que lo dejen entrar a confesar al prisionero.

Lo peor, piensa Sorel, es que repite mi nombre una y otra vez.

Quisera ser un personaje discreto el joven Sorel. «Espero que en dos semanas todos me hayan olvidado», se dice camino del cadalso. Y de eso nada, al contrario, su figura se convertirá en el emblema novelesco de su tiempo.

Pero a lo que iba es a la expresión que suelta Sorel en ese trance. Quién no se la dice a veces frente a lo que nos toca vivir. Qué más quisiera uno que vivir en una patria pacificada y civilizada que nos libre de toda vergüenza bárbara.

Pero claro, luego están los que medran con esas vergüenzas. Esos hijos de puta.

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23 septembre 2017

Simpatía por el Tíbet

No es fácil encontrar una causa más antipática que la del independentismo catalán, al que Maxime Fourest calificaba ayer por las claras de clasista, racistoide y supremacista. Y sin embargo no faltan compradores para su relato victimista que quiere presentar a Cataluña como el Tíbet ibérico. 

Alejo Schapire propuso ayer también una encuesta al respecto en Twitter y este es su resultado:

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Yo creo que en el apoyo que el independentismo catalán despierta en ciertos medios —Schapire es un periodista argentino en París e imagino que muchos votantes de su encuesta serán argentinos— hay un componente significativo de odio a España. De parte de los separatistas ni qué decir, pero también entre sus aliados más o menos espontáneos.

Supongo que en el origen de ese odio podrá haber afrentas atendibles. Pero también me huelo que hay allí un magma negro hecho de reconcomio y contumacia. En el que prefiero por ahora no escarbar.

16 septembre 2017

Apostillas al nombre de la pluma

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Quedamos en que los plumillas reempluman su nombre mayormente para subirse el pelo. Un poeta poético prefiere firmar sus odas con un nombre poético. Así Hernán Díaz pasó a llamarse Pablo de Rokha y Lucila Godoy, Gabriela Mistral. Y Filadelfio Gutiérrez, Rosamel del Valle. La explicación que daba este último era también poética: su primera novieta se llamaba Rosa Amelia del Valle.

Algunos que tienen el pelo muy subido, en cambio, se lo bajan un palmo para estar más a tono. Así Vicente García-Huidobro se extirpó el García y Emmanuel Carrère d'Encausse se operó el d'Encausse. A un prosista le va mejor un nombre prosaico.

Estas operaciones podríamos llamarlas cosméticas, dicha sea la cosa sin carga despectiva.

Porque también están aquellas operaciones que tienen su punto de densidad existencial, no sé decirlo de otra manera. Tiempo atrás publicaba una columna en un diario chileno una chica estupenda que tenía un nombre perfecto. Las columnas eran buenas pero saltaba a la vista que las escribía un señor talludito. ¿Por qué? Vete a saber por qué, pero esas cosas se huelen. Lo que importa en este caso es que con la penectomía la carga expresiva aumentaba.

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9 septembre 2017

El nombre de pluma

Tsevanrabtan publica un libro y lo firma con su nombre de pluma, como es natural.

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¿Me explica lo del nombre de pluma con un par de ejemplos, que es como yo entiendo las cosas?

Voltaire se llamaba François-Marie Arouet. Lo conocemos como Voltaire porque es el nombre que se dio a los 23 años para firmar sus escritos, tras pasar un año preso en La Bastilla. Hay varias explicaciones sobre por qué escogió ese nombre. Yo prefiero aquella que dice que Voltaire es apócope de VOuLoir faire TAIRE —mandar callar.

Fernando Fernández Martín firma como Fernando Savater porque —lo explica él mismo—es menos anodino.

Y así podríamos echar la tarde porque los ejemplos son legión.

Algunos, como Pessoa, no se contentaron con un único pseudónimo y cultivaron la heteronimia. Sonado también es el caso del ruso Roman Kacew que se reconvirtió en el escritor francés Romain Gary y bajo ese nombre ganó el Goncourt. Como el Goncourt sólo se puede ganar una vez, se inventó un sobrino, lo llamó Émile Ajar —en ruso gary es quemado y ajar ceniza— y lo volvió a ganar.

Pablo Neruda se llamaba Neftalí Reyes. Aún no había recibido el Nobel pero ya era un celebrado poeta y senador de la república cuando una mañana en que charlaba con un amigo en el centro de Santiago de Chile un señor le dio una palmada en la espalda y exclamó: «Reyes, cómo te ha ido. Te acuerdas de mí, soy Raúl Moya, fuimos compañeros en el liceo de Temuco». Y antes de que Neruda pudiese decir nada: «A mí me ha ido excelente, tengo una flota de camiones». Y tendiéndole una tarjeta de visita, a manera de despedida: «Cuando vayas por Temuco, pasa a verme y te invito a almorzar».

27 août 2017

El rap del yihadista

Se entera el lector del periódico de que los terroristas de Ripoll practicaban la yihad en tanto que tafkires. Que mostraban una cara porque escondían la otra. Que eran hijos idealizados por sus madres mientras encerraban bajo llave a sus propias mujeres.

Que escribían en los muros de Facebook letras de rap como ésta: «Soy un pirata, no quiero ni tu oro ni tu plata, lo que quiero es lo que tienes entre pata y pata», letras que eran también puro disimulo porque sí querían el oro y la plata y la sonrisa de la cajera.

«Éramos los moros y las chicas no querían salir con nosotros», afirma el primo de turno. Pero, cómo iban a querer salir con ellos las chicas del pueblo si se veía a la legua que iban a encerrarlas bajo cuatro llaves en cuanto se hicieran con el manojo. Si daban asco aun antes de pasar al acto.

 

26 août 2017

Los precios

Los días que pasamos en Suiza fueron de vino y miel. Y lo mejor de todo es que cuando regresamos encontramos que los precios belgas eran razonables.

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13 août 2017

Siga la concha

Diario del Camino de Santiago, y 5

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Aun entre la bruma en los trechos más silvestres del camino primitivo abundan las señales. No digo ya las naturales sino las que dejan los peregrinos o los que les marcan el camino. Es conocida la propensión humana a ver signos donde no los hay pero en el camino no faltan.

Hay los que ponen los que marcan el paso de los peregrinos, ya está dicho. A las conchas que antes orientaban ahora les han superpuesto unas flechas porque vivimos tiempos en que la redundancia manda.

Hay los que quieren vender algo, así sean unas humildes botellas de agua. 

Hay los que quieren venderse a sí mismos, cacarear como hace la gallina cuando pone un huevo.

Y hay los signos que están ahí porque se han caído del bolsillo de un distraido. Esos son los que me llaman más la atención.

2 août 2017

La pipa

Tres salas ciegas en tres niveles, el museo Magritte en Bruselas.

Magritte comenzó ganándose la vida creando afiches publicitarios. Y en cierta medida nunca dejó de hacerlo. Tanto más cuanto que fue perfeccionando la técnica. Andando el tiempo, sus pájaros voladores que llevan el cielo puesto fueron adoptados como reclamo por la difunta Sabena, la compañía aérea de los años dorados del reino flamenco-valón.

Lo suyo era combinar la representación de unos pocos elementos dispares —mujeres, pájaros, piedras, lunas, árboles— y retener así la atención del espectador a través de unos acertijos visuales. Enigmas estos reforzados por la imposición de unos títulos marcadamente arbitrarios —decía Magritte que titulaba las telas sólo para facilitar la conversación.

Todo esto sobre la base de formas y colores puros, tal como los de Hergé con Tintín —la línea clara—, los de Warhol con las benditas sopas e incluso los de Dalí con otras sopas. Con todo, la fórmula de Magritte es —para usar uno de sus términos fetiches— más mental que las citadas, más elaborada conceptualmente, incluso si el producto resultante sea formalmente simple.

El rendimiento en términos museísticos es un éxito mayúsculo de concurrencia. Hay que ver cómo se agolpa el público para intentar resolver concentradamente esos acertijos visuales casi siempre resultones y a veces, sólo a veces, cuando el sexo asoma la nariz, graciosos.

Por mi parte, creo haber resuelto el acertijo principal: la famosa pipa —que no es una pipa— es un pito. Ya lo sabía pero había que ir al museo Magritte para comprobarlo.

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1 août 2017

Cesta con frutas

Principios, medios y fines.

Caminar bastante lejos sin que duelan los pies.

Beber bastante vino sin perder la cabeza.

Comer bastante queso sin que asome la barriga.

Mover bastante la pelvis sin que se venza el resorte.

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Carabacho, Cesta con frutas, 1599

20 juillet 2017

El ex-libris

Diario del Camino de Santiago, 4

De Domingo Cirieño Inguanzo, mi tío Pepe, sé lo que me imagino, lo que he escuchado contar, lo que aquí se dice:

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Desde ya su nombre dice que nació un día domingo y sus apellidos que proviene de su pueblo y del pueblo de sus antepasados —el pueblo de al lado.

Mi prima guarda también como oro en paño unos pecios de su biblioteca. Conocer los libros de un hombre es conocerlo en parte, así que así voy conociéndolo yo y espero poner un día algo más sobre él. Vaya por ahora su ex-libris: 

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9 juillet 2017

La casona

Diario del Camino de Santiago, 3

Venimos casi todos de pueblos distintos pero algo tenemos en común. Lo noto cuando pregunto por ahí a la gente por sus orígenes y suelen contarme que vienen de un tiempo y de un sitio donde los suyos eran notables. Reyes hausas del río Níger, nobles de Pomerania, hidalgos extremeños.

No voy a ser menos yo ni a hacerme el original. También es el caso de mi casa. De la casa de mi tío Pepe, más bien, que es mía sólo en mis escritos y no en las escrituras. Me sería un placer describirla pero para hacerle sitio al mundo real prefiero copiar lo que se dice de ella.

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La llaman la casona pero no es grande y ampara aunque esté en estado de abandono. Hago míos los términos de sus contradicciones.

A quién no le gustaría tener dinero para despilfarrar. Voy a la notaría y arreglo los papeles, contrato a los primos y entre todos la restauramos. Me parece que ya escucho a los gaiteros.

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1 juillet 2017

Sueño del mono

Diario del Camino de Santiago, 2

Hay gente que camina rumbo a Santiago para aclararse el espíritu. Sin ir más lejos es el caso de mi tío que todo lo hace por aclararse el espíritu que lleva siempre confuso, particularmente cuando despierta de la siesta.

En el camino, sea que el peregrino vaya solo, enfrascado en su monólogo, o acompañado y dialogando con la parienta, las palabras sueltas pueden deparar alguna epifanía. Así se encontró mi tío contándole a mi primo entre Lugo y San Román de Retorta el sueño del mono.

Sueño del mono

En la habitación hay un mono que se mueve constantemente desordenándolo todo. Abre la ventana y mira a la calle desde donde el mono le hace un gesto burlesco de saludo o despedida.

Tenía 19 años. Poco después va y se lo cuenta a una joven, quien le dice que él tiene un problema y, como no le hace frente, el problema se burla de él. Se ríen mi tío y mi primo de la interpretación forzada y a continuación mientras caminan mi tío le cuenta un episodio ocurrido diez años más tarde, episodio que hasta entonces nunca había relacionado con el sueño del mono.

Una noche al volver a su casa encuentra la puerta trasera forzada y a un tipo dentro. Consigue hacerlo huir sin que pueda llevarse nada y luego sale a la calle y ve a lo lejos como asoma por una esquina el ladrón y le hace un gesto burlesco de saludo o despedida.

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