Hablando de Pavese, decía Savater que el auténtico suicida decide primero matarse y luego busca algún pretexto para darse valor. La idea es interesante pero pienso en mis amigos suicidas y no puedo darle la razón, o no del todo.
Tampoco si nos fijamos en los kamikazes al uso, en esos que saltan por el aire en nombre del califato. No creo que quieran matarse de por sí, como dirían en México. Probablemente el chute de adrenalina que la violencia propicia sea más fuerte que el miedo a la muerte, y allá van.
En febrero, en un vuelo entre Mogadiscio y Yibuti, en el Cuerno del África, un terrorista activó la bomba que cargaba, provocando el resultado que se aprecia en la imagen:
La explosión abrió un boquete en el fuselaje del avión, por donde salió disparado el terrorista. Tras lo cual el avión dio la vuelta y regresó al aeropuerto de salida, con la tripulación y los pasajeros sacudidos pero indemnes. ¿Cómo fue que el kamikaze, un maestro de escuela coránica, miembro del grupo terrorista Al Shabab, logró matarse únicamente a sí mismo? Misterios de la física.
Se podría creer que el kamikaze somalí es el kamikaze ideal porque al final de su acción, y el resultado es lo que cuenta, hay un kamikaze menos.
En los atentados de París del 13 de noviembre de 2015 parece claro que algo falló para los yihadistas en el primero de la serie de cuatro ataques previstos, el del Estadio de Francia. Como se recuerda, esa noche se jugaba allí un partido amistoso entre las selecciones de Francia y Alemania. Dos terroristas armados de cinturas explosivas intentaron entrar en el estadio con la intención de provocar una masacre. Un tercero esperaba el aflujo de la multitud en fuga en una boca de metro cercana.
El plan falló porque los terroristas no pudieron entrar en el estadio y los tres kamikazes saltaron por los aires en las inmediaciones de las puertas de acceso al recinto. Uno solo consiguió arrastrar a la muerte a un paseante.
Se podría considerar que los otros dos, que murieron sin lograr matar a nadie, representan sendos ejemplos del kamikaze ferpecto, del que sólo consigue matarse a sí mismo.
Pero no hay tal, desde luego. Le Monde publicó recientemente el testimonio de una familia que se encontraba junto al estadio esa noche infausta. Uno de los kamikazes explotó a unos metros de ellos.
Traduzco parte de su relato: «(Tras la explosión) caminamos sin rumbo. Compramos agua para limpiarnos. Nos mirábamos unos a otros. Estábamos cubiertos de una sangre que no era nuestra, de trozos de carne del tipo que había explotado, en la cara, en la ropa, en el pelo. Estoy segura de haber tragado alguno».
A ver cómo les expone alguien a ellos la teoría del kamikaze ferpecto.
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La actualidad actualiza a su manera este mensaje. Y hoy es 11-M.
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Para Holmess, por la paciencia.