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Camino de Santiago

6 mars 2015

Un anciano

Hablando de gente así, veo pasar a un anciano que arrastra los pies por las calles del pueblo. Es el mismo que hace treinta años puso una bomba en un supermercado para cargársela a sus enemigos politicos, enemigos a los que sólo conocía por fichas e informes. La puso mal la bomba y lo atrapó la policía, y lo dejó en ridículo frente a los suyos, porque él también era uniformado, y de más grado que sus arrestadores. Un pariente suyo no se quejaba de que hubiese puesto la bomba sino de que no le hubiese avisado a él, que vivia en el barrio del supermercado. En los primeros meses de la dictadura había dado muerte a unos cuantos de muy mala manera. A una muchacha uruguaya la enterraron en el desierto, decapitada. Tras el chasco de la bomba, le dio por la religión y pasaba largas horas rezando en la iglesia. Por ese tiempo fue procesado por la justicia y su defensa consistió en negar e inculpar a otros, que a su vez lo inculpaban a él. Ahora sólo sale de la casa para ir al supermercado. Arrastrando los pies.

Source: Externe

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2 mars 2015

El funeral

El affaire del anuncio en falso por parte de la AFP de la muerte de Martin Bouygues, propietario de la cadena de televisión francesa TF1, me recuerda otro por el estilo, a otra escala, provocado por una señora muy querida.

Estaba en su casa una apacible tarde de sábado cuando recibió una llamada de su hermana menor. Había ocurrido un accidente de tráfico terrible y había muerto la hija de Horacio. Por la precipitación de su hermana y su propia conmoción, la señora entendió que había muerto Horacio. Se dieron cita en la iglesia donde se celebraría el funeral y ella quedó encargada de dar la mala noticia al resto de sus hermanas. Son muchas, una docena. A todas llamó para avisar que había muerto Horacio.

Cuando la señora llegó a la puerta de la iglesia y vio con pasmo que la recibía Horacio en persona, juntó valor y, como pudo, le dio el pésame. Un pésame genérico, inespecífico, porque, si Horacio estaba vivo, ¿quién había muerto entonces? 

Una a una fueron llegando las hermanas, solas o con sus hijos y maridos, y en la cara de todas podía verse cómo asomaba la estupefacción al ser acogidas por el supuesto fallecido y la incertidumbre subsiguiente: entonces, ¿de quién era el funeral, quién estaba allí, en aquel ataúd, frente al altar?

Cuando llegó por fin la hermana menor y ocupó un lugar entre todas ellas en la iglesia, gracias a unos discretos cuchicheos y a unos frotamientos de antenas consiguieron por fin descifrar el enigma. Y serenarse. Las carcajadas nerviosas las dejaron para más tarde.

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Óleo de Edvard Munch

28 février 2015

Larga vida y prosperidad

Live long and prosper les desea un actor fallecido a unas familias de refugiados que intentar volver por sus pasos en la frontera turco-siria a ver si sus casas abandonadas siguen en pie. «Estamos cansados, somos desgraciados», dicen. Es el telediario de Euronews. Las noticias se suceden rápidamente y tienden a entreverarse sin un presentador que las ancle —el famoso eje Y Y, los ojos del presentador en los ojos del espectador.

En el diario de papel, las noticias se despliegan en el espacio como en un mapa sobre el que el lector puede clavar sus banderillas y fijarlas. Pero en la tele se suceden los planos en una larga seguidilla de imágenes que se empujan unas a otras cuando están en el primer plano para dar paso a la siguiente, y acaban mezcladas en la licuadora mental del afligido (o excitado, o aburrido) espectador. Allí están otra vez esos cretinos descabezando estatuas como rehenes, y allí hay un combatiente de otro frente que se ha tatuado las cabezas de Lenin y de Stalin en las costillas, y allí está el lugar adonde la cámara no consigue llegar, el puente frente al Kremlin donde Boris Nemtsov fue acribillado anoche.

Aguanto hasta los deportes, hasta que el golfista sudafricano Coetsee me previene, palo en mano, que la vida es mucho más simple sin ver televisión: «Nos acostamos temprano y leemos muchos libros y nos levantamos temprano a pasear por la playa antes de llevar a los niños a la escuela».

¿Qué hago, le hago caso y la apago? Tiene razón, pero a mí no me gusta obedecer.

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25 février 2015

La música

De una caja de libros viejos, escojo la Sonata a Kreutzer, de Tolstoi. Lo escojo por el barbudo y por la sonata. Claro que, sobre Tolstoi, La canción para pasar el sombrero resume mayormente el cuadro.

Source: Externe

Lo cierto es que el inicio del relato, en un tren, resulta falto de naturalidad, como si estuviese destinado sólo a poner en su centro la retahíla integrista del personaje, Podsnichef, el propietario y padre de familia que apuñaló a su mujer cegado por los celos: dardos contra la concupiscencia de los gochos y la música, en nombre de una pureza bíblica. Pero una vez que Podsnichef comienza a relatar las circunstancias de su crimen, sus horas previas, el relato toma forma y se entrevera felizmente con consideraciones como estas sobre el poder de la música:

«¡Qué cosa tan terrible esa sonata! Sobre todo aquel presto. Y qué cosa tan terrible la música en general. / Bajo su influjo me parece sentir realmente lo que no siento, comprender lo que no comprendo, poder lo que no puedo. / Se comprende que la musica provoque excitaciones que no resuelve. / Por ejemplo, el primer presto de esa Sonata a Kreutzer —y existe mucha musica así— ¿se puede tocar en salones en medio de damas escotadas, o en conciertos, y después de acabado, aplaudir, y pasar a otro tiempo o a otra obra?».

Source: Externe

24 février 2015

Aunque

Perú 21 trae por aquí y por allá definiciones como ésta del presidente boliviano:

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Tardamos en informar de estas cosas, disculpa la demora.

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23 février 2015

Y el cielo también

Por los días que yo estaba en Buenos Aires, en la versión belga de Got talent se presentó un muchacho argentino y cantó Fragile, esa melodiosa canción de Sting: Lloras tú, lloro yo y el cielo también. El jurado no pareció sin embargo conmoverse y lo eliminó.

Mientras tanto entre el público, una amiga del cantante aficionado comunicaba en directo vía Skype con los padres del muchacho en Buenos Aires. Tanto así que, cuando éste acabó de cantar y, aún ante las cámaras, vio la imagen de su madre, rompió a llorar.

No chorés, maricón, le dijo el padre.

22 février 2015

Qué interesante

En el aeropuerto de Lima se acerca una encuestadora a ver si puede hacerme unas preguntas.

Pregunte.

¿Cuál es su nombre?

Josepepe.

¿Sobrino de su tío Pepe?

Carnalmente.

Qué interesante, dice.

Me pide que compare el aeropuerto de Lima con otros aeropuertos y me pregunta qué tiendas me gustaría encontrar en él. Le digo que, ya que pregunta, me gustaría saber cuál es carnaval más reputado del Perú, y me dice que el de Santiago de Pupuja. Pues bien, por estas fechas me gustaría ver una diablada del carnaval de Pupuja bailando por los pasillos del aeropuerto.

Qué interesante.

O bien, que el diario Perú 21 trasladase una reunión de la redacción a una de las salas de embarque del aeropuerto. En el avión que nos llevó a Lima algunos pasajeros leímos ejemplares de Perú 21, que distribuían las azafatas, y algunas preguntas nos surgirían de la lectura.

Qué interesante.

También le digo lo habitual en estos casos, que no me haga caso.

No se preocupe, me dice. No corre ningún riesgo.

21 février 2015

Luna de miel en Entrepiernas

Sobre la toponimia chilena, tan graciosa a menudo -Sal si puedes, Peor es nada-, tan triste a veces -Isla Desolación, Golfo de Penas, Seno Última esperanza-, Nicanor Parra sentenció: «Este país debería llamarse Violeta. De lo contrario que se llame Chuchunco».

A punto estuvimos de detenernos en Chuchunco, como en Entrepiernas. Allí se me ocurrió una pregunta: ¿Habrá gente que pueda sostener que vive peor desde el regreso de la democracia? Habrá, pero no serán muchos, porque en el último cuarto de siglo, tras el paréntesis siniestro de la dictadura, resulta evidente que las condiciones de vida de la gente han mejorado. Ya sé que, simultáneamente, ha aumentado la desigualdad, y que el acceso a la salud, a la educación y al ocio de calidad siguen estando bajo mínimos para la mayoría. Aun así, la gente se comporta como si hubiese aprendido nuevos hábitos de consumo en las universidades que han florecido como añañucas después de la lluvia, privadas de calidad pero no de precio. Se queja con razón alguna gente de que las grandes empresas chilenas tienen el poder de hacer lo que quieren, más que el Estado. Y más que el Estado vecino, según se comprueba al paso por los países limítrofes.

En otro sentido, no sería mucho pedir que al desarrollo lo acompañase un subidón del nivel de la banda sonora, de la música que se impone en los lugares de esparcimiento. Que estropean el paisaje con la Sonora Culiandanga, quiero decir. Hay también otros detalles. Se construyen carreteras que no están mal, pero cuya señalización es deficiente o lamentable, según. Y, ojo, que nunca nos perdimos por esos caminos. Los conceptores dan los implícitos por sabidos, por no saber explicitarlos. Y lo cobran caro, a través de múltiples peajes, materiales y virtuales. 

Y sin embargo, se mueve. El primer año del segundo gobierno de Bachelet ha sido muy criticado, justamente, pero ha traído unas cuantas reformas de peso -tributaria, de unión civil. La educación espera turno, las reformas siempre llegan tarde cuando llegan. Todo esto, sin desestabilizar fundamentalmente la vida social. Será poco, pero «es no menor», como dicen algunos.

Eso también, por último: cuánto personaje perorando amarrado a una silla. No sé por qué no los liberan en Sal si puedes. En Entrepiernas, no, que allí quiero volver yo de luna de miel.

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15 février 2015

El adulto mayor

Hace sesenta años, o sea.

Puro beneficio: con sólo cuarenta y dos años de menos sería otra vez el efebo que tentaba a los dioses, completo ya y aún lechoso, erguido sobre un asomo de destino.

Y contento de haber resistido a la tentación de morir el día aniversario del nacimiento. Doblemente contento de haber imaginado presentarme en la maternidad del hospital de mi pueblo y montar una fiesta de celebración con las enfermeras. Y de haber desistido de la idea.

Contento también porque hoy he pagado por primera vez la tarifa «adulto mayor».

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14 février 2015

Un diario

En el quiosco cuelga Pulso, un diario que no conozco. Le tiendo a la quiosquera el importe, una moneda de 500 pesos.

-Al tiro se lo saco, me dice.

-¿Es el único ejemplar que tiene?

-Sí.

-O sea que sólo vende uno al día.

-No. El de ayer no lo vendí.

Lo leo de cabo a rabo. Es harto malo.

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11 février 2015

La marcianita

Hace un par de noches, recital de Mauricio Redolés en el paseo costero. Un centenar de veraneantes se congregan a escucharlo vocear sus canciones«¿Quién mató a Gaete? Los cuetes, el carrete, el copete». O sus versiones: como Marcianita, que escuchábamos cuando niños en la versión chilena de Los Flamingos y argentina de Billy Cafaro. 

Pues bien, a esta Marcianita la retomó Caetano en la época de los Mutantes y le arregló la letra. Sobre esa base, la versión de Gal me hace bailar de puro contentamiento.

9 février 2015

Autorretrato

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Diario del Cono Sur, 13

9 février 2015

Domingo en la playa

El muchacho escribe en la arena mojada «Te amo». Podría haber escrito «Te deseo» o «Qué ganas tengo de follar» o, en buen chileno, «Una cachita, no más, es lo que pido». Pero escribe «Te amo», se arrebola, saca una foto y se sienta a esperar a que venga una ola y lo borre.

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Diario del Cono Sur, 12

5 février 2015

La vitrina del Ateneo

Para ir acabando ya con Buenos Aires, esta foto de la vitrina de una de las librerías más bonitas del mundo, el Ateneo Grand Splendid, una imagen demagógica à souhait, tomada directamente de la realidad.

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Diario del Cono Sur, 11

5 février 2015

Una familia

Narcocorrido

El hijo va vestido con una camiseta de la seleccion argentina, un bluyín raído y una visera de marca. El padre es feo como un cacique que se ha llevado todo a la boca y no acaba de digerirlo. La madre, en cambio, es guapa como una peninsular que a la salida de misa no lleva mantilla de tan discreta. El hijo apoya la cabeza en el hombro del cacique, quien le acaricia la melena, debajo de la cual asoma una joya en la oreja -no es un aro ni un pendiente- que muestra que ya no es un niño o que aún lo es. El cacique se eclipsa hacia el baño, donde se mira largamente en el espejo, se arroja agua a la cara y emite unos ruidos sordos. Manifiestamente se ha metido un par de rayas que le han sentado de puta madre. Fuera lo esperan el niño curioso y la mujer discreta. Sale del baño y hace un par de llamadas desde el móvil. Ahora toca ir a recoger el equipaje.

Diario del Cono Sur, 10

5 février 2015

Retazos porteños

Diario del Cono Sur, 9

Mira que ir a Buenos Aires y, en lugar de escribir sobre Nisman y Kitschner, ponerse a hablar de zorzales y de fetos en formol. Y luego quieres tener lectores. ¿Y quién te dijo que yo quiero tener lectores?

Al despegar, Buenos Aires es un sinfín de luces de colores junto al río chocolatero. Al aterrizar, Santiago por la mismas, si cambias al río por la cordillera. El avión ha venido buscando la última luz del poniente. No sé si será posible un viaje aéreo que haga durar el crepúsculo largas horas, un día entero. Por lo pronto, esa será mi fantasía erótica a la hora de buscar el sueño. Y como plan B, una navegación por mar entre Montevideo y Valparaíso vía el Cabo de Hornos.

Quién supiera leer la ciudad por sus luces. Entiendo que las luces rojas indican a los pilotos la altura de los edificios, mientras que las demás componen el entramado del tráfico entre los volúmenes edificados. Por otra parte, y para reforzar la sensación de continuidad entre una y otra capital, estos últimos años la cotorra argentina ha venido colonizando Santiago. Menudos cotorreos que hay que oír entre los árboles y los postes de la luz. Lo mismo con los locutores deportivos chilenos, que imitan descaradamente a los argentinos.

También sobre cotorreos, el uso porteño del indefinido en lugar del compuesto es cortocircuitante: «Todavía no almorcé», dicen. «A la Argentina se la robaron tres veces y todavía no murió». Y la señora, concentrada en la cinta giratoria buscando su maleta: «Y, no la vi la maleta». 

El taxista que nos lleva hasta el Gran Rex al espectáculo de Les Luthiers -Viejos hazmerreíres se llama- dice que él no iría a verlo. «Todos los que vienen de fuera, Los Beatles, bueno, Los Beatles, no, Youtube (Youtube dice, queriendo decir U2, supongo), vienen de última». Pero Les Luthiers juegan de locales, replico. «Bueno, igual no iría».

El Gran Rex, sin embargo, está lleno. Un placer ver un teatro lleno de gente sencilla que sabe disfrutar de un espectáculo. Se reconcilia uno no sé con qué, con los porteños puede ser, que andan algo cabizbajos, como asustados frente a lo que viene y a lo que va. El de Les Luthiers es un humor popular inteligente, si eso existe. Y buena música, hecha con califones y bidets. Están viejos y se ríen de su propia vejez con chistes bien hechos. Tal vez demasiado hechos. No sé si olvidan eso de que primero hay que escribir y luego borrar los chistes.

No es que los taxistas sean iguales en todas partes, sólo lo parecen. Los bonaerenses son muy de Macri, y algunos le echan la culpa de todo a los ladrones y a los extranjeros. Y creen que Macri no robará, porque ya tiene. 

Lo dejo por ahora. Mañana digo algo sobre el Ateneo o pongo un autorretrato, si eso.

Source: Externe

Del libro «Santiago desde el aire»

3 février 2015

El cementerio transparente

Diario del Cono Sur, 8

Epifanía de la mañana en Buenos Aires. Suena una sonata bien sonante mientras compartimos un alfajor de maicena dos cuculíes, un zorzal sabiá y este viejo zopilote.

Apuramos las últimas horas yendo del Museo de patologías al de Aguas corrientes, siguiendo el consejo del amigo V.

La Facultad de medicina de la Universidad de Buenos Aires, que abriga al Museo de patologías, se ve venida a menos. El museo exhibe los estragos de la lepra, la sífilis, los cánceres, enfisemas y otros enemigos de la lozanía. Se alinean pobrecillos nonatos y tristes seres que debieron encarar la vida cubiertos de defectos. Y manos y pechos tatuados con imágenes circenses, que en su día habrán sido exhibidas con disimulo o desparpajo. Un cementerio transparente detenido en la eternidad provisoria del formol.  

A propósito de mi amigo el taxista checo, un tablero muestra las autopsias realizadas en 1920 -el museo tiene cien años- ordenadas por nacionalidades: 56% de argentinos, 20% de italianos, 14% de españoles, 10% de rusos y unos cuantos uruguayos. Redondeo, claro.

Le pregunto al encargado si, descontando estudiantes y profesores, viene algún visitante. «Y, alguno viene… como es gratis». Nosotros somos los primeros visitantes de este 2015. El ultimo de 2014, antes de las vacaciones de enero, dejó escrito en el libro de visitas: «Qué cagaso (sic). Buenísimo».

En el taxi, de regreso, como el iPad ha quedado mal apagado, vuelve a sonar la sonata. Le celebro el buen gusto musical al taxista. «Y, no es la radio del coche, me dice. Es su teléfono. Conteste».

1 février 2015

La ventana

Diario del Cono Sur, 7 

Despierto y oigo ruidos raros, voces. Ya está, se trata de una toma de rehenes, pienso. Descorro la cortina y aparece colgado de una cuerda el limpiador de vidrios. Estamos en un octavo piso. Buenos días, sesión de fotos.

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También desde la ventana, a pocos metros, veo el costurón que dejó la explosión en el edificio de la mutual judía. Una bomba terrorista mató allí a 85 personas hace veinte años. Un reciente coletazo de esa explosión, que debió de quebrar en su momento los vidrios que lava el trabajador de la foto, es la muerte del fiscal Nisman, que acababa de inculpar a la presidenta Kitschner de fabricar la impunidad de Irán en ese atentado.

El pedazo de Buenos Aires que veo desde esa ventana comprende oficinas, habitaciones, escuelas -María Admirable- la copa de los árboles del Museo Colonial -un palo borracho está en flor ahora mismo-,  el movimiento de las calles que se pierden a la distancia, como ríos o corredores aéreos.

Me pierdo yo también en esas distancias, sorteando luego en el movimiento de la ciudad una concentración de Podemos-Argentina, con banderas griegas y siñalética española. Y a gente que me advierte que abra bien los ojos porque en Buenos Aires, desde el corralito, atracan a la luz del día.

31 janvier 2015

El taxista

Diario del Cono Sur, 6

Buenos Aires. Diálogo con el taxista. Hablamos del tiempo, para calentar motores. Sopla un poco de viento. En un día podemos tener las cuatro estaciones, dice.

-¿Usted es porteño?

-No, yo nací en Praga.

-¿En Praga?

-En Praga. Llegué aquí a los nueve años, con mi familia. Antes, vivimos tres años en Norteamérica. Mire qué mala suerte, si nos hubiésemos quedado allí, ahora tendría un pasaporte norteamericano.

-No habrá muchos checos en Argentina.

-No se crea, somos más de treinta mil. Yo, dentro de cinco años, me vuelvo a Praga. A trabajar en la empresita de mis abuelos. Ellos ya vinieron a la Argentina dos veces.

-¿Y les gustó? 

-Les gustó, sí, pero sólo el paisaje. No la gente. La gente aquí es maleducada, cuando no son abiertamente delicuentes. Yo me despierto en las mañanas y tengo que pellizcarme. Qué suerte tengo, me digo: soy checo.

30 janvier 2015

La playa

Diario del Cono Sur, 5

Es una bahía preciosa donde el Pacífico se amansa en una larga playa. Me acerco a la gente hasta dónde se puede. El tipo que estudió la proximidad y la distancia que la gente requiere para sus contactos y la llamó proxemia debería pasar las vacaciones en Chile. Digo, para comentar. La playa es larga pero la gente se agrupa en un extremo. El resultado es como la portada de los diarios y las revistas que cuelgan del kiosco, colorido, abigarrado.

La gente se agrupa para disfrutar de su presencia recíproca y tener al alcance de la mano los productos que consume abundantemente, azúcares de colores mayormente. Tanto así que la gente ha aumentado considerablemente de volumen, disminuyendo aun más la proxemia por razones que la física explicará mejor que yo: mientras más voluminosa es la gente, menor es el espacio que deja a los demás y el que media entre unos y otros. En otras palabras, qué rollizo se me ha puesto el pueblo chileno y cuánto le gusta veranear apretadito.

Andrés Bello, autor del Código civil chileno allá por mediados del s. XIX, definió la playa como la extensión de tierra que las olas bañan y desocupan alternativamente hasta donde llegan en las más altas mareas. No hay pájaros en su descripción, pero la sobrevuelan. Con los pájaros también practico yo la proxemia, y me acerco a ver hasta donde lo consienten. Cada especie acepta una distancia diferente.

Colón supo que se acercaba a tierra firme cuando vio unos pájaros revolotear en torno al mástil de su carabela. Algunos no tenían nombre en la lengua del marino. Otros sí, porque los hay iguales en Europa y América. Bandurrias, pelícanos, chorlitos, cormoranes.

Me alejo de la playa. Tras una hora sin ver a nadie, asoma en una roca, junto al mar, un obituario. La muerte nos saca versos, junta palabras.

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