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Camino de Santiago

3 janvier 2014

Un souvenir du réveillon

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Je crois que la Terre es ronde
Pour une seule et bonne raison
Après avoir fait le tour du monde
Tout ce que je veux c'est d'être à la maison.

Orelson

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1 janvier 2014

Las uvas namibias

Otros años serían italianas o griegas. O chilenas, o argentinas, o incluso brasileras, dependiendo de cuándo y de dónde. Este año han sido namibias. Eran las que había en el supermercado, y estaban buenas.

Que sea feliz y próspero, que traiga uvas y melones. Qué menos.

M

Óleo de Bartolomé Esteban Murillo

30 décembre 2013

El pantalón de recambio

El día 6 de enero, en LA, CA, mi amigo JM exhibe dos series de fotos de los tiempos analógicos. Ilustra la invitación una de JB en Brasil, en 1981.

La imagen viene al pelo porque en esos tiempos analógicos, antes de Brasil, JB estuvo en Chile en pleno pinochetismo y, 33 años después de aquella visita, planea volver. Tendría tres cosas que contar de ese entonces, pero lo dejo en dos. En la conferencia de prensa final, a punto ya de embarcar JB rumbo a Brasil, había más hombres de gris que periodistas. Los hombres de gris fotografiaban a los periodistas y los periodistas fotografiaban a los hombres de gris. En blanco y negro, por supuesto.

En otra ocasión, JB cantaba para un grupo reducido y, por accidente, una periodista cultural volcó un vaso de vino tinto sobre los inmaculados pantalones de la estrella, que en seguida se eclipsó y reapareció un par de minutos más tarde vestida con otro pantalón blanco inmaculado. Desde entonces sé que una estrella siempre tiene un pantalón de recambio a mano.

JB

PS / Entre las fotos de JB en Brasil, ésta, en São Paulo, con la estrella, el fotógrafo, el intérprete, Eduardo Suplicy, Lula, un par de niños y una botella de Brahma. Nótese que la estrella y Lula miran al fotógrafo, en cuanto Suplicy mira intensamente a la estrella.

Publicidad / Entre las fotos expuestas, aquélla del sombrero de Jipijapa (8x10, enmarcada, US$ 250).

29 décembre 2013

El cocodrilo

La cosa comienza así: el explorador portugués está tan triste que, tras comérselo, el cocodrilo se queda tristísimo. Después de algunos sobresaltos, la cosa termina peor. Todos tristes, no sólo el cocodrilo.

El filme, Tabú, de Miguel Gomes, comienza por donde acaba: en Lisboa, una ciudad envejecida, donde una mujer avejentada dilapida en el casino de Estoril el último dinero que le queda de lo que la fue la fortuna familiar colonial.

Pura saudade portuguesa de un África de cine de aventuras.

27 décembre 2013

La piedra

Ese espacio de tiempo que media entre una herida de muerte -una bala alojada en la cabeza- y la muerte definitiva. Una mujer procura mantener con vida a su marido, herido de muerte, sacarlo del coma en que está sumido en una barriada de Kabul. En el intento, va descubriendo que, por una vez, puede decir lo que siempre ha debido callar porque el hombre está inane y no la puede interrumpir ni acallar. Se trata de una tradición, la de cargar a una piedra con los secretos inconfesables hasta hacerla estallar.

Syngué sabour (Piedra de paciencia) se llama la novela del afgano Atiq Rahimi que lo cuenta. La novela tuvo una recepción mayúscula en Francia, al punto de que ganó el Goncourt en 2008. El propio Rahimi la lleva ahora al cine, con el apoyo de Jean-Claude Carrière, con quien escribe el guión. La película, filmada entre Casablanca y Kabul, es una buena historia que tiene mucho de intemporal -el hombre es crístico, la mujer es magdalénica- y está a la vez plenamente anclada en los años sombríos que viven Afganistán y el mundo musulmán.

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26 décembre 2013

El pronóstico del tiempo

Uno sabe dónde está cuando comienza a escuchar una pieza pero no sabe dónde estará cuando acabe. Escuchando el Andante del concierto n° 21 de Mozart, conocido como Elvira Madigan, recordé que esos acordes eran el genérico del pronóstico del tiempo en la tele y, antes, de un programa de radio que oía mi tía —la madre de mi tío—, el Magazine de la tarde.

Todo esto hace medio siglo, por los días en que mi tío dejó su pueblo y fue a vivir a la gran ciudad. Asomado a su balcón sobre la avenida veía desfilar manifestaciones —entusiastas, amenazantes—, coloridos autobuses y trolebuses grises. Desde ese balcón vio también morir por atropello a un muchacho que iba a dejar una carta al buzón del correo, el incendio del caserón que estaba entre el cine y la sinagoga, el asalto al sindicato de la salud, la bandera blanca que asomaba por esa ventana, inútil como los remordimientos.

Y luego recordé que, enfilando hacia la cordillera, más allá de donde la avenida cambia de nombre, vivía Lira, y allí fue donde se mató un día 26 de diciembre, el día en que cumplía 32 años, hace hoy mismo 32 años, los mismos que vivió. Los pormenores de ese día ya los he contado antes. Así que más bien vuelvo a la música, a ver cuál es el pronóstico del tiempo.

25 décembre 2013

Una imagen de Navidad

EPE

Nativité, de Ernest Pignon-Ernest, en una página de Le Monde de 1980.

24 décembre 2013

Un cuento de Navidad

Fabiola, Paola y Matilde son tan amigas que han formado un club.

Los vecinos lo llaman El Club de las Tocatimbres. Porque la principal diversión de las amiguitas es tocar el timbre de las casas y escapar.

¡Qué mala costumbre!

En todas las casas tocan, un día sí y otro también. Pero hay un timbre que las chicas respetan. El de la casa de los Escamosos.

-Un día vamos y se lo tocamos, dicen las Tocatimbres, delante de los niños, desafiantes.

-Ni se les ocurra, responde un morenito llamado Asúcares. Una vez se nos cayó una pelota a su patio. El perro la despedazó.

-Otra vez los vi pisotear a la cría de un mirlo que había caído del nido, agrega Pimpollón.

-Son malos, suspira Chepito Mambo. Son hediondos de malos.

-Igual no les tenemos miedo, igual les vamos a tocar el timbre, concluyen las Tocatimbres.

-Debe de haber un mando para tocar timbres a distancia, se dicen. Apretamos el botón desde la acera del frente y escapamos.

-O atamos una mano de madera al extremo de un pértiga.

-O simplemente vamos, lo tocamos y ya está. ¿Acaso no somos el famoso Club de las Tocatimbres?

-Más bien son el Club de las Locas Perdidas, dicen los niños, y desaparecen.

« Rin, rin », dicen las Tocatimbres al unísono. Es la consigna que se dan para atacar.

Con el corazón apretado, se acercan a la famosa puerta.

Fabiola acerca lentamente el dedo, aprieta el botón con fuerza y se dispara una alarma, un ruido estrepitoso. Y cuando trata de despegar el dedo del timbre, no lo logra.

-Ay, se queja. Ay, mi dedo.

Paola la toma de la otra mano para liberarla, pero a ella también la coge la corriente. Las dos quedan atrapadas por la electricidad.

Es el turno de Matilde de intentarlo, pero la corriente la atrapa también.

Auuuu, auuuu, sigue aullando la alarma.

Por la ventana de la casa asoman las caras de los Escamosos, mientras el perro se frota las purulentas patas.

El cielo se oscurece. La calle está vacía. ¿Quién va a escuchar el llanto de las amigas?

Los niños miran la escena desde la esquina y no saben qué hacer. ¿Intentar salvarlas? ¿Pero, cómo, con qué?

Por el centro de la calle asoma entonces mi tío Pepe en persona. Detiene su trineo, considera la situación, se trepa al techo de la casa y baja por la chimenea.

Una vez dentro, desconecta el tablero de la luz, atrapa a los Escamosos y al perro y les propina unos cuantos bastonazos.

Sale de la casa sacudiéndose el traje rojo.

-Viva, viva, gritan los niños.

-Por hoy ya ha estado bien, les dice a los niños, que lo miran encandilados. Ahora, todos a casa, a cantar villancicos y a obedecer.

Que esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad.

C

21 décembre 2013

En qué no se parecen Woody Allen y The Wire

No hay negros en las películas de Allen. Caigo en cuenta de este detalle viendo a esos italianos tan jocosos que aparecen en Broadway Danny Rose.

Alguien parece haberse dado cuenta de esta ausencia y la comenta en la red. Respuesta inmediata del cineasta, que incorpora a Justin y a su mamá durante unos brevísimos segundos en Si la cosa funciona.

No digo que debería haberlos. Digo que de no haberlos, no haylos.

21 décembre 2013

La espera

Espera en el aeropuerto regional. De pronto dos caras se iluminan y hay abrazos, besos, risas, y esa brevísima emoción alcanza a los que observan discretamente la escena, esperando su hora, la de ellos, la mía, que tarda también pero llega.

N

 

 

 

Óleo de Nadia Tsakova

14 décembre 2013

Hakuna matata

Lo del gordito coreano se llama el síndrome de Simba, quien después de la muerte del padre liquida al tío. Por cabrón. Y hakuna matata. Se pregunta uno cómo se permiten contarle historias así a los niños norcoreanos. Aunque, también, mira que aplaudir con desgana...

Y quien dice Simba dice Hamlet, me recuerda el amigo Revenido. ¡Hamlet, príncipe de Dinamarca! Primero Shakespeare, segundo Dios, y el tercero es negociable, como dice NP.

Por mi parte, yo creo que la revista Time se apresuró a la hora de elegir a la personalidad del año. Si el sorteo se realizase hoy, al papa Francisco lo batirían abiertamente el tío norcoreano, el intérprete sudafricano o la primera ministra de Dinamarca.

Y a ver qué nos cuenta el fin de año.

H

Hamlet, óleo de William Morris Hunt

10 décembre 2013

Los mosaicos

En las calles de mi pueblo, en las aceras, hay cacas de perro. Pero también mosaicos, obras artísticas, que eso quiere decir mosaico, obra de las musas. Cuando el paseante va cabizbajo, hay de qué, cuando le llueve sobre mojado, le asoman aquí y allá entre los zapatos unas isletas de colores. Tal vez le suban el ánimo. Como hacen las buddleias que crecen en los solares y combaten la pestilencia.

Los mosaicos son obra de dos socias (como dice el palíndromo: socias o mosaicos) y alguna gente de a pie intenta seguirles los pasos:

Hablando de mi barrio, ya que estamos, en esta página muestran unas cuantas fotos.

8 décembre 2013

El avión de la Sabena

El cine y el sueño van de la mano. Acomodarse en la oscuridad de un lugar apacible y dejarse llevar por unas imágenes que combinan lo  nuevo y lo consabido de manera inesperada..., no debe de haber nada más parecido al sueño que el cine. Así las cosas, que entre dos escenas mi tío descabece un sueñecito no tiene nada de raro. Hablando de esto recordé aquí días atrás a nuestra amiga A en el cine de mi pueblo y al niño del avión de la Sabena.

A es una sobreviviente del genocidio ruandés. Lo que vivió en Ruanda no es de contarlo, por inverosímil. Lo cierto es que a poco de encontrar refugio en Bélgica, la invitamos un domingo por la tarde al cine. Escogimos una película familiar y el cine al que fuimos era el último en conservar la modalidad antigua del entreacto entre las sinopsis y la película, entreacto que aprovechaba el acomodador para vender golosinas circulando por la sala con una bandeja colgada al cuello. Era invierno, como ahora, hacía mucho frío fuera y un agradable calorcillo reinaba en la sala, calorcillo reforzado por los abrigos que los espectadores acomodábamos en los regazos. En cuanto apagaron las luces y aparecieron las primeras imágenes en la pantalla, nuestra A se durmió como una bendita. Despertó en el entreacto al paso del vendedor de golosinas e inició el movimiento de levantarse del asiento y ponerse el abrigo. Nos miró entonces y, para agradecernos la invitación, con los ojos pesados de sueño, exclamó: ¡Pero qué película más hermosa!

El recuerdo del niño data del mismo periodo, mediados de los años noventa. El avión de la Sabena, ese pájaro blanco inmaculado posado sobre el pavimento sucio del aeropuerto de Luanda, embarcó a los pasajeros en los rangos de asientos laterales. Los rangos centrales estaban reservados para un centenar de niños heridos de guerra que una ONG alemana traía a curar a Europa. Venían del interior de ese enorme país, por lo que el viaje de esos niños había comenzado mucho antes de abordar el avión de la Sabena. En cuanto estuvieron instalados en sus asientos, el avión decoló y el pequeño que estaba sentado cerca de mí, separado sólo por el pasillo, se durmió en seguida profundamente. A poco andar, las pantallas del avión comenzaron a mostrar una película, Jumanji. En un momento de ésta, unos niños abren un baúl y, por arte de birlibirloque, ese baúl desata unas inundaciones tempestuosas que de pronto se revierten y la fuerza del agua arrastra hacia el baúl todo lo que arrambla a su paso, árboles, casas, animales y seres humanos. Unas imágenes propiamente alucinantes. Pues bien, fue ese momento el que el niño angoleño, mi vecino de asiento, escogió para abrir los ojos. Y los abrió bien grandes cuando vio lo que veía, esa tragadera tremenda. Mirándolo, pensé que, siendo como era un niño venido del interior de un pobrísimo país en guerra, esas eran tal vez las primeras imágenes animadas que veía en una pantalla. El niño mantuvo los ojos muy abiertos durante unos segundos, asombrado de ver al mundo desaparecer dentro de un baúl, de a poco fue dejando que los  ojos se cerraran y ya no volvió a abrirlos hasta Zaventem.

2 décembre 2013

El dandy místico

Y puesto que me ha dado últimamente por consignar aquí las películas que vemos en esta temporada otoño-invierno, digamos que he visto Camille Claudel 1915. Gran película, tristísima. Duda uno entre deshacerse en elogios al autor, Bruno Dumont, y a la intérprete, Juliette Binoche, o en insultos al coprotagonista, el famoso hermano escritor de la escultora, Paul Claudel, responsable de su encierro en esa casa de locas ('dandy místico' lo llama Mandelbaum), esas pobres locas tan humanas y tan cargantes.

28 novembre 2013

La chichiología

Un cacique le contaba años atrás a mi tío lo apasionante que era la vida de su tribu. Tanto así, decía, que numerosos cientistas sociales se interesan por ella: tropólogos, sociólogos, sicólogos, chichiólogos...

Desde entonces adoptamos la chichiología como denominación y disciplina. Consiste, creo, en observar y comentar, o incluso en comentar y comentar lo que hacen y dicen los demás, esa tribu. Así que paso a compartir mis observaciones chichiológicas del día de ayer.

«¿Podría hoy el hijo de un trabajador del metro de Sevilla convertirse en lord Giddens? El entrevistado se remueve en la silla y rechaza la pregunta: Es inaceptable para un sociólogo». 

La intuición chichiológica me dice que el rechazo de Giddens en esta entrevista le viene dictado no tanto por su condición de sociólogo cuanto como por su pertenencia a la tribu británica. Cada pueblo tiene sus manías y la de los brits consiste en hacerse los reservados.

Así como los chinos tienen fama de meticulosos. O de algo por el estilo. También por el diario me entero de que en la provincia de Hunan un ladrón copió la lista de contactos grabados en el iPhone que acababa de robar (mil) y envió las once páginas resultantes por correo a su propietario.

Los pueblos, ya digo, tienen sus cosas. En este sitio se ve que el fotógrafo Jimmy Nelson se ha puesto a la caza de pueblos primitivos en vías de extinción y ha atrapado a unos cuantos. Después de lavarlos, perfumarlos y endomingarlos, les hace unos retratos de muy buen ver. Todo muy espectacular pero como kazajos, papúes y masáis ya están algo sobreexpuestos, el mayor hallazgo del artista consiste en haber contactado por primera vez con un pueblo hasta ahora desconocido, los algochos, intrépidos habitantes del corazón de Sudamérica.

La última chichiolada, cinematográfica, es esta In Another country, que observa y muestra los escarceos de Isabelle Huppert con los coreanos. Pero ésta es ligera, ligerísima del punto de vista de la chichiología.

26 novembre 2013

La publicidad

Hace ya más de ocho años que publico este blog en Canalblog. Hoy me entero de que hace diez años que Canalblog existe.

Una vez leí una novela en donde la protagonista tenía un blog de bordados en Canalblog. Ahora me entero, adamás, de que tres de cada cuatro blogs de aquí están escritos por mujeres.

Sé también que hay publicidad al pie de las entradas. Yo mismo no la veo, cortesía de la casa. Los visitantes sí, y espero que les guste. Supongo que será de bordados. 

P

 

 

 

 

 

 

 

 

Bordado de Brodamaryllis

24 novembre 2013

El polvo

Días atrás vimos Dust, de Marion Hänsel, basada en la segunda novela de Coetzee, En medio de ninguna parte. El filme es de 1985, la novela de 1976 y lo que se cuenta de un tiempo remoto afincado en la Sudáfrica feudal de mediados del siglo pasado. Se trata, pues, de un producto supuestamente caducado. Y sin embargo...

Dust muestra un huis-clos a campo abierto —una finca ovejera en la provincia del Cabo— entre un padre viudo y su hija solterona, acompañados por dos o tres criados negros que, en principio, no cuentan para nada. Pero, y ése es el punto de Coetzee, en un momento de la histoira comienzan a contar, y cómo.

En medio de ninguna parte anunciaba Deshonor, sobre todo su volet rural, ese padre y esa hija perdidos en la Sudáfrica profunda (aunque Dust fue filmada en España, supongo que en Almería), ese pesimismo seco que tanto vale para el apartheid como para el post-apartheid.

No es fácil llevar al cine una historia de Coetzee: la precisión y la intensidad de su escritura no son solubles en las imágenes, que pueden ser buenas o muy buenas y siempre se quedan por debajo del texto.

Dust tiene también otro problema, que tal vez quepa cargar finalmente en la columna del haber: en la novela, Magda, la protagonista, es fea y sin gracia alguna. Y la cineasta puso a representarla a una mujer preciosa, una Jane Birkin treintañera completamente à contre emploi. Es decir que uno ve la película tan contrariado como agradecido por ese defase.

23 novembre 2013

Las envenenadoras camerunesas

No sé si escribir algo sobre las envenenadoras camerunesas o sobre la promoción del libro y la lectura.

Para no meterme en forros, me decanto por lo segundo. Abordaré la cosa a escala local. Echevarría decía hace días que la gente no lee ahora menos sino más, sólo que no lee libros sino guasapes. Que no lee no por el IVA sino porque está leyendo. Puede ser. Mi tío se acuerda de haber comprado en Buenos Aires en los primeros años ochenta un libro que se vendía en los quioscos de diarios impreso con una tapa diferente de su contenido. Ya eran ganas de leer. También, en los años que siguieron a la redemocratización se puso de moda en Chile leer libros palpitantes, por lo que cundían las ediciones piratas vendidas a pie de calle. También serían ganas de leer.

En el mundo rico y moderno se publica una cantidad asombrosa de libros y se venden otros tantos, y a los invendidos se los hace picado rápidamente para publicar otros nuevos. No así en el tercer mundo donde se publica poco y los libros se venden y revenden una y otra vez en las ferias persas. En todo ese vaivén, algo se leerá, porque en las letrinas que frecuentaba mi tío en su infancia solían colgar libros que tenían una doble función. Y yo lo veía cruzar la calle hasta el puesto de libros y revistas de la avenida, donde cambiaba por cuatro chauchas sus novelitas releídas de Silver Kane por otras aún por leer y llenas de promesas. Silver Kane, que se llamaba por cierto González Ledesma y era barcelonés («Nadie va a leer novelas del Oeste escritas por un tal González», le habrían dicho en la Editorial Bruguera).

A lo que voy. Un vecino de mi barrio ha fabricado una casina que tiene algo de buzón y algo más de pajarera, la ha pintado de verde e instalado en el soportal de su casa, en la que dispone unos cuantos libros para que se los lleve y los lea el distraído paseante. Cada vez que paso por delante, a diario, no puedo dejar de investigar el contenido y reprimir el impulso de llevármelos todos conmigo. A eso le llamo yo promover la lectura, y lo demás son tonterías. Aunque tal vez esté mi vecino llevando a cabo un experimento sociológico, como el de mí tío con las camisas, cuya descripción dejo para una de estas largas noches de invierno.

Lo de las envenenadoras camerunesas (les empoisoneuses camerounaises, en camerunés suena aún mejor) también queda para otro día. Digamos por ahora que cundieron tiempo atrás los matrimonios de maduros señores belgas con impetuosas  jóvenes camerunesas. Hasta ahí, viva la Pepa. El problema es que esos señores se han ido muriendo casi todos, uno tras otro. Envenenados, según parece. Los habrán matado a polvos y rematado a polvitos.

P1000865

 

 

 

19 novembre 2013

Una buena ocasión para ver «No»

Ayer fue día electoral en Chile, una buena ocasión para ver No.

Como se sabe, la película cuenta la campaña del plebiscito de 1988, una consulta que buscaba prolongar la dictadura de Pinochet por vías electorales.

La película está bien. Sobre todo en cuanto integra felizmente material documental de la época con la historia que cuenta, la de un publicista exitoso que se embarca en la campaña publicitaria a favor de la opción del voto No en ese plebiscito. En torno a él, varios protagonistas históricos de los hechos de 1988 se representan a sí mismos en el filme dos décadas más tarde, y sus figuras avejentadas enlazan con la época y marcan, al mismo tiempo, la distancia que media ya con ella.

El tono de las imágenes, su coloración, es la propia de la televisión de esos años, ese deslavazamiento como de polaroid. Y no sólo los colores, también el pulso de la película es el de la tele de ese entonces, la que vería Larraín cuando niño.

Y luego está la tensión argumental entre la eficacia de la comunicación publicitaria y la ineficacia del discurso ideológico, tensión que expresa otro enfrentamiento, el de una sociedad cavernaria versus una sociedad llamémosla moderna. En medio de ese tira y afloja, la circunstancia personal del publicista se juega también al sí o al no, al ser o no ser del protagonista.

Por ponerle uno, le pongo un pero y, como soy el último en ver la película no seré el primero en ponérselo: según el planteamiento inicial del filme, fue la presión internacional, encabezada por Norteamérica, la que llevó a Pinochet a convocar ese plebiscito y a correr el riesgo de perderlo, y, otra vez, fue esa misma presión internacional, y sólo ella, la que obligó a un sector del pinochetismo, representado por Matthei, a reconocer la derrota electoral en el mismo momento en que el entorno más próximo a Pinochet se disponía a negarla.

Lo que equivale a decir que los norteamericanos estuvieron detrás del golpe en el 73 y también tras la caída de Pinochet, en el 88. Lo que es innegable. La presión popular, sin embargo, que se desató de manera más o menos espontánea e inesperada a mediados de 1983, pilló desprevenido al pinochetismo y, sobre todo, le demostró que la pura represión, por violenta que fuese, no era argumento suficiente para ganar la batalla de las imágenes.

Esa batalla Pinochet la tenía perdida, pero aún hacía falta saber ganarla.

15 novembre 2013

Ampliamente, Bachelet

Elecciones presidenciales en Chile. Iba a escribir algo cuando leo este resumen en Le Monde:

«Si hay que creerle al Washington Post ni el propio Shakespeare habría imaginado una historia mejor. Dos familias amigas, separadas por el destino. Este domingo los chilenos deberán elegir entre Evelyn Matthei y Michelle Bachelet (los otros siete candidatos no tienen opciones, según los sondeos). La primera es la hija del general Fernando Matthei, uno de los pilares de la dictadura de Pinochet; la segunda, la heredera de Alberto Bachelet, un general torturado y asesinado por esa misma dictadura. Para los analistas, no caben dudas: Michelle Bachelet, presidenta entre 2006 y 2010, sucederá al millonario de centro-derecha Sebastián Piñera en La Moneda. Sólo queda por saber si lo conseguirá ya en la primera vuelta. Su programa, en todo caso, promete una orientación más cargada a la izquierda que la de su primer mandato, según el Guardian y el Wall Street Journal. Sensible al movimiento estudiantil que sacude el país, Bachelet se ha comprometido en favor de la educación gratuita -financiada por un aumento de los impuestos a las empresas- y la consolidación de la seguridad social. Intentará también cambiar la Constitución, heredada del pinochetismo. Bachelet beneficia de un alto nivel de simpatía popular, pero está por ver qué conseguirá hacer con él. Ella misma se cuida de cualquier milagrerismo, según The Economist: Se puede ser popular sin ser populista».

 Tal vez sólo quepa añadir que la propia derecha espera más o menos secretamente ser derrotada en la primera vuelta. De ser así, Bachelet conseguiría una amplia legitimidad gracias a su, digamos, 51% de los votos. De no ser así, su legitimidad sería aun mayor al resultar elegida en la segunda vuelta con una votación probablemente superior al 70%.

S
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