Canalblog
Suivre ce blog Administration + Créer mon blog
Publicité

Camino de Santiago

31 juillet 2013

La liquidación

El ser humano es una entidad muy curiosa. Hay en Bruselas una atracción turística llamada Mini Europa, que reproduce a pequeña escala los monumentos característicos del continente, de la torre Eiffel a la de Pisa, de la puerta de Brandenburgo a la catedral de Santiago. El sitio ya tiene sus años y había perdido tirón. Tanto así que anunciaron su cierre. Pues bien, bastó el anuncio para que se llenase a diario. Allí donde antes no había nadie, no cabe ahora un turista más, de manera que ésta, que iba a ser la última, se ha convertido en su mejor temporada.

Mi tío, que ha sido tendero y no se maneja mal en las cuestiones de género, me contaba que cuando las ventas iban mal chamuscaban unas telas, les subían un poco el precio y las sacaban a la acera con un cartel que decía: Liquidación por incendio.

PE

Óleo de Gustave Caillebotte

Publicité
Publicité
28 juillet 2013

El balcón

Ha hecho calor y apenas ha llovido en las últimas semanas y el resultado está a la vista, no hay nada más triste que unas plantas moribundas en ese balcón donde una mujer intenta reanimarlas. Se ve que está de vuelta de las vacaciones y confió en que llovería como suele llover bajo estos cielos, o bien no conocía a nadie a quien pedirle que regase sus plantas, o no confiaba en nadie tanto como para dejarle la llave de su casa.

La imagen me recuerda otra, del viejo barrio del Trastevere, en Roma, donde una asociación vecinal exhibía con orgullo el resultado de su accionar durante la canícula que golpeó Europa en el verano de 2003, hace justo diez años: ni un solo muerto entre los ancianos del barrio, allí donde en otros barrios y en otras ciudades el calor unido a la soledad había hecho estragos. La fórmula es simple y no cuesta un euro: cada persona mayor se hace cargo de visitar una vez al día a otra persona mayor para ver como le van las cosas.

Por cierto, el sentimiento de anonimato y de autarcía que proporciona la ciudad es una conquista de la civilización y no se trata de renunciar a ella, no estoy predicando el regreso a formas de gregarismo tribal valiéndome de unas flores mustias. Sólo que la desazón en la mirada de la jardinera en su balcón me ha recordado a los viejos sobrevientes del Trastevere y he querido saludarlos en esta noche de verano.

C

Óleo de Gustave Caillebotte

27 juillet 2013

Hablar de política

(Saldos de Cangas de Onís)

Cada vez escribo menos de política. No lo hago por dos motivos. El primero es el principal, porque no me pagan por hacerlo. El segundo es secundario, porque no tengo nada que decir. Nada nuevo, quiero decir, nada propio. Y no estoy yo para ir por ahí repitiendo lo que ya se sabe, lo muy redicho. Otra cosa, claro, es cuando me piden mi opinión. Ahí sí la doy, sin más, aun sabiendo que puede no ser ni tan mía, ni tan nueva. Me refiero a avanzar argumentos sin que me lo pidan sobre asuntos de actualidad, sobre la gestión del Estado, sobre la guerra de las Termopilas.

Digo esto porque días atrás, en Cangas, saludé a un señor al que conocía de niño. Eras hablantín, me recordó, y muy de derechas.

Para existir, sobre todo para existir para y entre los adultos, un niño como yo debía emitir opiniones. La realidad por ese entonces estaba muy politizada. Y las opiniones de mi medio, las que estaban a mi alcance, eran opiniones de derecha. No es que no conociera yo las opiniones de izquierda, no. Las conocía en tanto que dianas a las que darle y platos con los que podía aprender a mejorar la puntería.

De manera que cuando niño emitía opiniones de derecha. Luego, algunos de esos proyectiles comenzaron a rebotarme. Cambié de lecturas, comencé a frecuentar izquierdistas que se comían a las guaguas con buenos modales, y así fue como quise cambiar de hemisferio, destruir los puentes, quemar las naves y dejarme crecer los bigotes.

J

Óleo de José de Ribera

26 juillet 2013

El jinete

(Diario de Cangas de Onís, 2)

El valle es muy verde y a la distancia asoman siete líneas de cerros y montañas que cierran el horizonte, cada una con su particular color azul, del añil al marino. Lo atraviesa un jinete sobre un alazán, al trote, una mano en la rienda. Con la otra va tuiteando.

1

25 juillet 2013

Santiago

«No sé si voy o vuelvo de Santiago». Ese verso de Millán. Y el de Lorca: «Iré a Santiago en un coche de agua negra». Palabras que se desprenden de la calamidad, sonidos. Como ese vecino que les habla a las víctimas para mantenerlas con vida, mientras suenan los teléfonos móviles en los bolsillos de los muertos.

Publicité
Publicité
19 juillet 2013

Andar por el pueblo

(Diario de Cangas de Onís)

Contaba el escritor Escanlar, uno que oficiaba de maldito en la televisión uruguaya, que cuando llegó al pueblo de su padre en Galicia los paisanos gritaban a su paso: ¡Ha vuelto el hijo de Demetrio, ha vuelto el hijo de Demetrio! Lo decía enumerando las rarezas de su rarísima vida.

Hay quienes no ponemos el episodio en la lista de rarezas sino todo lo contrario. Cuando fue su turno de llegar al pueblo de padre, mi hermana con naturalidad fue enumerando el nombre de cada uno de los vecinos. Se recuerda entre risas cuando la pusieron delante de uno y le preguntaron: ¿Y éste, quién es? Luis, respondió. Pero, ¿cómo lo sabes? Por lo feo...

Por mi parte, estaba una vez curioseando por el campo, a unas cuantas leguas del pueblo de mi padre, y me detuve a observar a unos jatos. No tarda en asomar un paisano y nos ponemos a pegar la hebra. En un momento me pregunta: ¿Pero tú quién eres? Soy Josepepe, el hijo de Josepepe. Podría haber añadido: el que marchó a Chile en el año 29, pero para qué. Se me queda mirando y sin pestañear me dice: Pero tú tienes una prima muy guapina...

P

14 juillet 2013

El 131

La leyenda cuenta que en las últimas horas de Franz Schubert, que murió a los 31 años, sus amigos tocaron para él el cuarteto n° 14, opus 131, de Beethoven. Se trata del penúltimo cuarteto que el maestro de Bonn compuso y para muchos representa la cima del arte de la música de cámara y tal vez de la música tout court. Como Beethoven quiso que el 131 sonase de una sola vez, sin intervalos entre los movimientos, los cuatro instrumentos van forzosamente desacordándose durante los cuarenta minutos que dura su interpretación, y los instrumentistas deben componer con esa dificultad añadida.

Con ese predicamento, una historia sobre la súbita discordia entre los miembros de un afamado y afiatado cuarteto de cuerdas está servida. Es lo que presenta A Late Quatuor, de Yaron Zilbermann. Las dificultades que amenazan la existencia de un cuarteto se presentan por partida cuádruple. ¿Se romperá la cuerda que une desde hace un cuarto de siglo a los cuatro instrumentistas? La cuestión es tópica y la respuesta redundante: ¿qué hace que los miembros de un cuarteto, tanto como los de un dúo o los de una orquesta sinfónica, superen la entropía que amenaza cualquier micromundo, compuesta por sus propias miserias, y perseveren en su propósito? ¿La música?

Previendo esa conclusión, mi vecina de asiento tiene la buena idea de soplarme al oído una interpretación mejor: el arte, me dice, para alcanzar la excelencia necesita de la armonía tanto como del ramalazo del conflicto. A partir de ahí, los rollos de celos cruzados pasan a  interesarme tanto como la música de Beethoven.

Tiempo atrás me hice con la serie completa de los cuartetos de Beethoven, en la versión del cuarteto Alban Berg, y desde entonces los he venido escuchado a diario. Y ayer, antes de ir al cine, sin saber que vería A Late Quatuor, comencé a leer Musicofilia, de Oliver Sacks. Estas sincronicidades no tienen mayor importancia. Por eso hay que contarlas.

12 juillet 2013

Summertime

Mañanas teñidas de amarillo y anocheceres que se estiran por el poniente. Tiempo de verano. Nos sentamos a la fresca, como veíamos que hacía la gente mayor cuando éramos niños, a mirar el cielo. A veces lo surcan pájaros y aviones, o nubes y estrellas. Pero lo que miramos es propiamente el cielo, y lo miramos precisamente porque no hay nada que mirar. Admirables cielos de los altiplanos y las hondonadas. Ay Marieke, Marieke, le ciel flamand, cantaba Brel.

Se parecen a la alegría estos días. No la empaña saber que, como un cielo de verano, toda alegría es provisoria.

S

Óleo de François-Joseph Navez

2 juillet 2013

El destete

Hay que conceder a las Femen el mérito de haber puesto la teta sobre la mesa. Las sociedades occidentales han cambiado rápido en las últimas décadas en materia sexual, más bien de los años sesenta en adelante -aunque el Berlín de la preguerra fue pionero, por lo que se cuenta. Como sea, cualquier avance en cualquier materia nunca es definitivo.

La prueba por esta situación que cuenta el diario. La familia de un diplomático belga comía en el restorán de un club de golf neoyorkino. A la hora de los postres, la mujer se puso al seno al niño menor, de pocos meses. Hasta ahí todo bien. De imágenes como ésa están llenas las mejores pinacotecas. No le gustó la escena, sin embargo, al encargado del local quien les llamó la atención y, ante el poco caso que los belgas le hicieron, llamó a la policía. Las fuerzas de orden llegaron, en efecto, armas a la mano, y sólo la presentación de las credenciales diplomáticas del hombre pudo calmar los ánimos.

No habrá para qué soltar una campanudez (para usar un término en boga) frente a la anécdota. Sobre todo si no se me ocurre ninguna.

M

Óleo de Mary Cassatt

30 juin 2013

Por el Camino del Norte

Camino de Santiago es un buen nombre pero mejor es El Desvío a Santiago, como se llama un libro de Nooteboom. Digo esto porque estoy leyendo Compostelle malgré moi, de Jean-Christophe Rufin. En rigor el libro se llama Immortelle randonnée, título que me parece francamente malo, blandamente oximórico —randonnée se ha ido convirtiendo en un término deportivo e immortelle en un adjetivo trascendentoide—, así que prefiero llamarlo por su subtítulo, Compostelle malgré moi, tan simple como difícil de traducir.

Los locos suelen ser caminadores compulsivos. Pero Rufin es un modelo de cordura. Médico —fundador de Médicos sin fronteras—, escritor —premio Goncourt, miembro de la Academia francesa—, embajador en Senegal y Brasil, decide recorrer a pie el Camino del Norte, de Hendaya a Gijón por la cornisa cantábrica y de allí a Santiago por el Camino primitivo, y escribir este libro. Durante la travesía no toma notas, según cuenta, el libro lo escribe de regreso a Francia siguiendos las marcas que la experiencia ha dejado en su memoria.

Me lo he leído de un tirón hasta la entrada del peregrino en Asturias. Aún no decido si leeré la porción asturiana en la propia Asturias, donde estaré, si todo va bien, dentro de dos semanas. O si sigo adelante y apuro el final, como me pedirá seguramente el cuerpo. Me gustan los relatos de andariegos, recuerdo con entusiasmo los de Thoreau, Herzog, el propio Pedro Páramo, de Rulfo. Compostelle... tiene, hasta ahora, unas cuantas páginas notables sobre la relación que el caminante establece consigo mismo y los demás, con su cuerpo y el pensamiento, con el tiempo y el espacio que se materializan en ese camino al que se aferra con tenacidad. Además, presenta la mirada de un francés ilustrado sobre unos lugares que me son entrañables.

Tendría así mucho material para citar pero, por ahora, arranco sólo esta línea de la descripción de su travesía de Bilbao: Les Espagnols aiment faire tous la même chose au même moment (A los españoles les gusta hacer lo mismo simultáneamente). Afirmación que me hace gracia por varias razones que prefiero no explicitar, justamente para no que no pierda la gracia.

R

19 juin 2013

El protagonismo

Confieso que no he leído nada acerca de las manifestaciones en Brasil, o apenas los titulares. No porque crea que me lo sé todo de antemano y piense ya está todo visto y repetido. Que también. No lo he hecho porque, si además de leer sobre las manifestaciones en Brasil tengo que enterarme de lo que pasa en Irán y de lo que pasa en Turquía, no me queda tiempo para perseguir a mis caracoles, y eso que en esta época del año en estas latitudes los días son interminables. Lo cierto es que me parece que las clases medias de los países emergentes comienzan a exagerar con su protagonismo.

Además, me acuerdo de uno mis primeros entrevistados, un cura jovencísimo que llegaba de la Madre Patria más o menos huyendo del franquismo. Como por esos días la ciudad andaba agitada por unas manifestaciones estudiantiles, le pregunté por las razones que a su juicio llevaban a los jóvenes a las calles. Y pasé a enumerar una serie de motivos de índole mayormente sociopolítica y socioeconómica: el precio ¡y el valor! de los servicios públicos, en resumen. Sí, respondió, por todo eso. Y también por existir. Por sentirse existir.

F

16 juin 2013

Las madres

Llevo varios días diciéndome que tengo que buscar en el libro de Pamuk sobre Estambul lo que éste cuenta sobre la famosa Plaza Taksim. Por fin lo abro y doy con la página en la que explica que taksim señala en la música otomana un intermedio, un solo que se ejecuta durante el paso de un tema a otro. Y, añade Pamuk, «como la palabra taksim se refiere a repartir y al lugar donde se distribuye el agua, los estambulíes comenzaron a llamar Taksim a la alta llanura en la que Nerval se entretenía contemplando el paisaje, los vendedores y los cementerios, debido a la existencia allí de un centro de distribución de aguas. Todavía siguen llamando así a ese sitio, en cuyos alrededores he pasado toda mi vida. Pero antes de ser conocido como Taksim, al igual que Nerval, paso por allí Flaubert». Y pasa a explicar qué hacía Flaubert en Estambul, enfermo de una sífilis que había contraido en Beirut, y lo mucho que echaba de menos a su mamá. Tanto como echa de menos Pamuk a la suya, a la luz del tono con el que cuenta lo que ésta le decía para convencerlo de que no se dedicase a la pintura cuando era muchacho. Lo que me lleva a acordarme de la mía. Así no se va a ninguna parte.

E

Foto de Richard Kalvar

13 juin 2013

El coqueteo

Voy leyendo demoradamente The Childhood of Jesus, el  último libro de mi venerado Coetzee. Hasta ahora, la acción que describe la novela transcurre en un país de habla española. Me pregunto de dónde le viene este coqueteo suyo con la lengua mía. En Diario de un mal año, un personaje trata a Coetzee de Señor, otro lo llama Juan y un tercero lo cree colombiano. Lo cierto es que Coetzee ha leído a García Márquez, a la luz del tirón de orejas que le da al aracataqueño. Mais encore ?

MM me cuenta que, en su reciente visita a Santiago de Chile (la segunda en menos de dos años), Coetzee se limitó a leer en público, ante unas setenta personas en una facultad universitaria, dos capítulos de The Childhood... y a firmar ejemplares del libro. Los asistentes estaban prevenidos de que no habrían preguntas ni diálogo posterior con el escritor. Harto que estará de que le pregunten por Mandela.

A qué va, entonces. Por no dejar, enfilamos una serie de respuestas posibles, desde las más previsibles (compromisos editoriales) a las más peregrinas (porque Santiago queda en un punto intermedio entre su Ciudad del Cabo natal y Adelaida, la ciudad donde vive, sobre el mismo paralelo). Pero la mejor respuesta es a la vez la más sencilla, la más sublime y la más ridícula: por amor.

J

7 juin 2013

Un novelón iraní

Anoche vimos Le Passé, de Asghar Farhadi. Confieso que me gustan estos novelones iraníes. Los de Kariostami, antes, los de Farhadi, ahora. El Pasado es el primero que Farhadi filma en Francia, tras el triunfo que Cannes acordó a su filme anterior, Una separación.

El Pasado está tal vez un pelo o dos por detrás de Una separación. Le sobra una vuelta de rosca a la intriga, probablemente, y un cierto hieratismo se hace sentir en los personajes.

En los tres filmes de Farhadi que he visto hasta ahora (About Elli, Una Separación y este Pasado) un grupo de personas próximas entre ellas -una familia, un grupo de amigos- se ve confrontado a una drama que, para ser superado, les impone establecer una verdad común. La verdad, como sabemos desde Las Mil y una noches, no está en un solo relato sino en varios. Así, en los filmes de Farhadi, la verdad, como el horizonte, está al alcance de la mano, y cada vez que los personajes creen atraparla por la cola, alguien le pinta alas y se vuelve a alejar.

El Pasado transcurre en París, en un París tan periférico que acaba por parecerse a Teherán.

31 mai 2013

El método Barenboim

Biopic de Wagner en la tele, donde el sajón queda como chaleco de mono. Que fue antisemita ya lo sabía yo. Y el compositor favorito del Fürher, también, tanto como que el nazismo usó y abusó de sus orquestaciones. Lo que ignoraba es que tanta presunción, como la suya, cupiese en un individuo de baja estatura. Comento con mi tío este detalle de los centímetros, y me renvía a mis clásicos, recordándome la talla de Wagner, el pianista de la Castafiore.

Escuchar la música de Wagner puede ser una experiencia conmovedora, para qué estropearla con los trapicheos del hombre que la compuso. No se necesita saber mucho sobre el creador para apreciar la obra, y hay casos en que es mejor no saber nada. Wagner puede ser uno de esos. Pero ya se sabe que la curiosidad mata al gato, y ahora cuando escucho el adagio de Lohengrin asoma efectivamente un gato. Muerto. Me ha pasado con más de un compositor romántico, cuya música asocio ya inevitablemente a los falsos clímax de las teleseries que tenía que tragarme a la hora de almuerzo en Sudamérica. Música romántica y chanfaina de bofe.

Pues bien, leyendo el último libro de mi amigo Mário Mesquita, me entero de que hasta hace pocos años la música de Wagner nunca había sido interpretada en Israel. Un par de intentos en esa dirección se saldaron con la presencia de sobrevivientes de los campos de la muerte en el escenario, impidiéndolos. Hasta que un día, Daniel Barenboim, argentino educado en Israel, volvió a la carga y propuso a Wagner en el programa que iba a dirigir en Jerusalén. Ante la oposición de las autoridades, Barenboim debió echar pie atrás. Pero a la hora de los bises, durante el concierto, el director se dirigió directamente a los espectadores preguntándoles si querían escuchar a Wagner.

Un grupo de éstos le gritó de todo, sinvergüenza, vendido y renegado. Barenboim los invitó a subir al escenario a exponer sus argumentos. Al cabo de un debate de cerca de una hora, y comprobando que quienes se oponían no llegaban al cuarto del aforo, los invitó cortésmente a abandonar la sala para permitir a la mayoría escuchar a Wagner en buenas condiciones.

Se me ocurre que el método Barenboim para neutralizar a los excitados de las primeras filas será de amplio espectro, aun si hay salas que no se pueden abandonar tan fácilmente. Espero no olvidarlo el día en que las papas quemen.

W

Wagner al piano, óleo de Harry Everett Townsend

26 mai 2013

La palma o la palmeta

Año a año a estas horas reparten palmas en Cannes. Tras una semana de exhibiciones, el espectáculo puede estar también en la sala de prensa, allí donde directores, actores y periodistas practican el ritual de la conferencia de prensa, ejercicio de autoelogio desechable si no es porque alguien suelta una tirada.

Hace un par de años fue el danés Von Trier quien, cuando presentaba su por lo demás espléndida Melancolía, se mostró comprensivo con Hitler. Este año la palmeta se la disputan Ozon y Polanski. Ozon afirmó, en la presentación de su filme Jeune et jolie, que la fantasía de prostituirse la comparten todas las mujeres. La prostitución, ya se sabe, es un asunto candente, y en Cannes mueve más dinero que la venta de películas. Polanski, quien ha adaptado una pieza del patentador del masoquismo, Sacher-Masoch, La Venus de las pieles, sostuvo, por su parte, que las mujeres se han masculinizado por culpa de la píldora y otras sandeces por el estilo.Tanto Von Trier como Ozon se desdijeron al día siguiente. La tirada de Polanski data de ayer, así que ya veremos.

Algo habrá de calculado truco publicitario tras estos desmanes orales. También será que estos hombres se han pasado varias semanas dando vida a sus fantasmas, como quiere el tópico, túnel del que emergen en una sala de prensa rodeados de cazadores de leones. Y, también, que un director de cine, como otro parroquiano cualquiera, suelta muchas sandeces si le tiran de la lengua y nuestra época adora escucharlas, escandalizarse en seguida, obtener unas rápidas excusas y recomenzar.

Es como si necesitáramos todos ser reconfortados en nuestras certidumbres. Si hay algo que ha cambiado en el mundo, en el mundo civilizado, por llamarlo de alguna manera, es la condición de las mujeres y la condena a los totalitarismos. Así que cuando alguien pone en duda estas cuatro verdades en una tribuna pública (en la intimidad de los hogares, allí donde Aznar habla catalán, cada cual es libre de soltar las tiradas que quiera), no se lleva la palma sino una palmeta.

VT

Lars Von Trier

18 mai 2013

Chilean Holly

Tiempo que no voy camino de Santiago. Lo noto porque asocio cosas con otras, que no vienen al caso. Por ejemplo, leo una novela en que el protagonista quinceañero aprieta en su bolsillo el cortaplumas cuando alguien se acerca, y me da por acordarme de otro que hacía otro tanto cuando comenzaba a salir de noche por las calles de Santiago. STP, decía Lira: sorteas tantos peligros.

El quinceañero de la novela es muy listo, un as de la esquemática, y sin embargo carece de habilidades sociales: va por ahí diciendo las cosas por su nombre, porque no soporta la ambigüedad. Mal negocio ése: lo explícito y lo implícito pueden combinarse a distintas dosis, pero no pueden dejar de combinarse.

El librito me lo he leído para pensar en otra cosa, siguiendo la recomendación de Ian McEwan, y también porque me lo regaló la Mac. Trata de lo mismo de siempre, del niño que va de los Apeninos a los Andes, en este caso from Swindon to London, en busca de su madre, pero tiene un interés añadido a su humor inglés y su suspense a lo Conan Doyle, y es que presenta unas cuantas fórmulas, irresistibles para los que somos de letras. Esta se me ha quedado: para que las cosas funcionen se requieren tres condiciones: que las cosas se copien a sí mismas (mímesis 1); que las cosas se repliquen con un pequeño error (mímesis 2); y que esa error se transmita a las copias venideras (mímesis 3).

D

Pero, bueno, cosas con otras, lo que iba a decir, antes de irme por las ramas, es que me entero por el Atlas de Gay de que hay en Chile un arbusto que se llama Desfontainea spinosa. Flores rojas como copihues y hojas de acebo, por lo que en inglés se le llama Chilean Holly. Me pregunto quién le habrá dado esos nombres tan guapos, disculpen que los repita: Desfontainea spinosa, Chilean Holly.

Otro de sus nombres comunes es borrachero, basta mirarlo para marearse, aunque también puede uno hacerse con sus hojas un té. Los mapuches, que se daban coraje antes del combate bebiendo chamico, lo llaman chapico. Los chibchas, por su parte, «daban chicha fermentada con semillas de brugmansia a las mujeres y los esclavos de sus jefes muertos para provocarles estupor antes de ser enterrados vivos junto a sus esposos o amos». Pero los chibchas no eran chilenos, como Alexis, sino colombianos como Radamel. Y esto lo digo para que se me entienda.

Así que, como dificulto que encuentre un ejemplar de Chilean Holly chez Oh! Green, creo que tendré que ponerme una vez más camino de Santiago.

11 mai 2013

El día de las lilas

El momento del año en que maduran las lilas. En el jardín de Materlín las hay blancas y lilas. El color de las lilas blancas se pasa varios pueblos del blanco, mientras que el de las lilas lilas se acerca al añil, al azul paquete de vela, al azul da seda azul do papel que envolve a maça. Este año el día de las lilas ha llegado este once de mayo. Como siempre, hago unas par de fotos por mera manía de registrador, porque sé que la sensación que se desprende de las lilas esta tarde, esa carga de húmedo perfume, no cabe en una foto. Debería ser capaz de pintarlas, me digo a veces. Pintar obliga a mirar mucho, antes y después. Y de eso se trata, supongo, de mirar y de sentir demoradamente. El lilero no tiene mucha gracia fuera del momento de la floración. El fruto es más bien feo, el follaje es oscuro e inexpresivo y el ramaje —el porte— es algo desgarbado. Tampoco valen las lilas para los floreros, donde se marchitan en seguida. Toda la gracia de la que es capaz, el lilero la pone en el momento de la floración. Que es éste, el de esta tarde, ahora mismo.

L

Lilas au soleil, óleo de Claude Monet

9 mai 2013

El Gran Nick del Gran Gatsby

NO se crea que he releído El Gran Gatsby por el inminente estreno de una nueva película (la cuarta, creo) basada en la novela de Scott Fitzgerald. Lo he releído por el precio: tres euros por la edición de Penguin y 2, 90 por la traducción al francés de J-F Merle, publicada por Pocket; la traducción al español la dan de yapa en la red pero es una chapuza impresentable. 5,90 en total, más barato de lo que me costará la entrada al cine, de donde saldré diciendo, como la cabra de Wilder, que me gustó más el libro.

Una tía mía en cuanto te pone un plato en la mesa exclama: ¡Espero que te guste, al precio que está la carne! Por lo visto, me parezco más a ella que a Gatsby, que daba fiestas ostentosas en su mansión de Long Island como si no le costara lo más mínimo darlas, como si las diese por casualidad, mero hábito, o ejercicio natural de confraternidad. Gatsby, que no hubiese caído jamás en la ordinariez de hacer cuentas delante de sus invitados.

Iba a señalar un par de detalles sobre la novela pero antes se me ha ocurrido releer la excelente crítica del cura Valente —la mejor novela norteamericana la llama, a coro con Harold Bloom— y veo que me deja poco por añadir. Sólo mencionaré que he seguido más de cerca al narrador, Nick Carraway, que al triángulo mimético que componen Gatsby y su rival, Tom Buchanan, y su Daisy, querida de ambos. Nick Carraway, el que ve y cuenta la aventura de su amigo, que va de lo ligero a lo trágico, y se deja en ella lo mejor de su juventud, me parece el personaje mejor delineado, entre otras cosas porque se delinea él mismo.

«En mis años mozos y más vulnerables mi padre me dio un consejo que desde aquella época no ha dejado de darme vueltas en la cabeza: Cuando sientas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las oportunidades que tú has tenido, cuenta Carraway al inicio de la novela, y cumple con esta recomendación en su tarea de transmitirnos la historia. Se apega a los hechos pero no se esconde tras de ellos, no renuncia a ejercer su punto de vista. Su implicación en los hechos es total pero su manera de narrarlos está cargada de perplejidad y de distanciamiento.

Y dos detalles más. Por la novela me entero de que los gringos juegan al escondite (a la escondida) al revés, juego al que llaman Sardines in the box: uno se esconde, el primero que lo encuentra se esconde con él, el tercero también y así hasta el último.

También me pregunto si a un personaje como Wolfsheim, el socio hebreo de Gatsby, que dice Oggsford en lugar de Oxford y gonnection por connection, se lo podría pintar así en una novela de hoy, de qué otros trucos habrá que valerse ahora para caracterizarlo.

G

30 avril 2013

Victor Hugo y Victor Joly en Luxemburgo

 El 14 de julio de 1870, días antes de la declaración de guerra de Francia a Prusia, Victor Hugo plantó en su jardín de su casa de la isla de Guernesey, donde vivía exiliado, una bellota de la que nacería un roble, en pie todavía, al que bautizó como el Gran roble de los Estados Unidos de Europa.

«De esta guerra no puede venir más que el final de las guerras y la fundación de los Estados Unidos de Europa», escribió entonces el francés. No sería después de esa guerra ni de la siguiente, sino de la tercera, que la paz entre Francia y Alemania sellaría el nacimiento de Europa.

Me entero de esto en Vianden, pequeña ciudad luxemburguesa, en la frontera con Alemania, donde pernoctó Victor Hugo en sus viajes por Bélgica y Luxemburgo durante su largo exilio. En la casa-museo donde se instalaba Hugo a escribir y dibujar, desde donde miraba el río y el castillo, que fue románico, gótico, romántico y ahora es turístico.

Hugo, por su parte, tras haber sido de joven monárquico y luego bonapartista, en la madurez rompió con los conservadores del Partido del Órden, y se dirá liberal-socialista-demócrata-republicano. Todo en él era campanudo y esdrújulo. Pero no sólo. Hugo era capaz de escribirlo todo, del panfleto y la gran novela a la guía de París y los poemas para los nietos.

A propósito de guías, la de Victor Joly que seguía Hugo en sus viajes por las Ardenas entrega una bien jolie descripción del viajero que atraviesa la calle principal de una ciudad de provincias al alba, como si cruzase un inmenso dormitorio con dos filas de camas, una a cada lado de la calle.

En Vianden, una ciudad pequeña en el centro de Europa, el tiempo que fue se confunde con el que viene. Entretanto, el presente es apacible.

VH

Bronce de Rodin sobre Victor Hugo, con el castillo de Vianden al fondo

Publicité
Publicité
Camino de Santiago
Publicité
Sobre el nombre de este blog
Derniers commentaires
Publicité