Tienen razón los ácratas cuando dicen que si las elecciones sirvieran para mejorar la situación, hace tiempo que estarían prohibidas. Tienen razón, pero la tienen a medias. Mírese el caso de Francia. No era seguro que el resultado de las elecciones mejorara la situación. Lo seguro era que podía empeorarla. Y no ha tardado en hacerlo.
La victoria de la derecha francesa recuerda la magnitud del rechazo del electorado galo al tratado constitucional europeo en 2005, resultado que permitió a Nicolás Sarkozy reintegrar el gobierno francés y conducir a su bando al actual continuismo tras los dos mandatos presidenciales de Jacques Chirac. “Francia es un viejo país de derecha”, solía decir François Mitterrand, el único socialista que ha conseguido ganar unas elecciones presidenciales durante la Quinta República.
Tanto así que Nicolás Sarkozy ha conseguido acceder directamente a la presidencia desde el ministerio del Interior, presentando un programa del tipo “A Dios rogando y con el mazo dando”, afirmando que la pedofilia es innata, tanto como la propensión al suicido. Y que Francia no debe avergonzarse de su pasado, porque no fue ella quien inventó la solución final. No parece mucho predicamento para el país de las luces y los derechos humanos. Y, sin embargo, con un credo elemental como ése ha obtenido la mayor votación de la derecha en las últimas décadas.
Duro para una izquierda que pierde en todos los terrenos, comenzando por las mujeres y los tradicionales bastiones obreros. Lejos también de las barriadas laboriosas, Sarkozy se ha ganado conspicuos adeptos en el campo de los llamados nuevos filósofos, que han encarrilado su reconversión ideológica a la sombra del prócer innato. Todos son aplausos por el momento para Sarkozy, comenzando por los de Blair, quien ha querido resarcirse de su derrota en las elecciones locales escocesas colgando en Youtube una felicitación en francés para la nueva cabeza del Estado francés.
Fortalecido por tanto apoyo, Sarkozy se propone llevar adelante una política europea excluyente, haciendo hincapié en el rechazo a la pretensión turca de acceder a la Unión como miembro pleno. Su primer desplante será entonces intentar enviar a Turquía, que golpea a las puertas de Europa buscando consolidar la democracia y mejorar las condiciones de vida de su población, a Asia Menor, de donde nunca, según él, debería haber salido.
También quiere Sarkozy enviar a Mayo del 68 al retrete de la historia, culpando a la trifulca parisina de hace cuarenta años de la decadencia de la escuela como institución republicana. Es posible que con ese anatema haya cosechado unos cuantos votos de profesores, que últimamente llevan la autoestima por las rodillas y, sobre todo, de padres y apoderados que esperan que un golpe de autoridad magistral convierta a sus querubines, pasablemente intoxicados de Internet y de tele, en seres inteligentes, sensibles y trabajadores.
Daniel Cohn-Bendit, líder de la revuelta estudiantil y hoy diputado europeo verde franco-alemán, le ha recordado a Sarkozy que la escuela republicana tenía antes del 68 como misión preparar a los hijos de los campesinos a la sociedad industrial, lo que está bastante lejos de ser hoy el caso. El verdadero horror sarkozysta frente a Mayo del 68, ha dicho Cohn-Bendit, aparece ante la autonomía de las mujeres, quienes, en los años sesenta, debían pedir permiso a sus maridos para abrir una cuenta bancaria.
Más allá de Francia, hay una larga lista de elecciones cuyos resultados están a la espera de empeorar situaciones. Chile está “al aguaite”. Los chilenos del extranjero llevan 36 años intentando participar en ellas. Las voces pesimistas auguran que tal vez deban esperar otros tantos para poder aportar con sus votos. Las optimistas, por su parte, afirman que, por esos entonces, la situación habrá empeorado suficientemente por sí misma.
10 de mayo de 2007 PDF
PS: Me gustaría no volver a escribir sobre Sarkozy durante los próximos 36 años, pero me temo que pronto le sobrevenga un ataque a alguna víscera derecha y no haya manera de evitarlo. Por lo pronto, el hombre se ha ido a celebrar su victoria sobre un yate de su riquísimo amigo Vincent Bolloré. La vergüenza cubre Francia, ironiza Hervé Le Tellier, Bolloré alcanza apenas el lugar 451 de la clasificación mundial de millonarios.