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Camino de Santiago
4 juin 2007

Infalibles

Hay menos pájaros en los sembríos. Y, sin embargo, abundan los espantapájaros.

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7 février 2007

Malos durmientes

Quién dijo “aquí viene la aurora de rosados dedos”, si acá, en este pedazo de Santiago, la luz que se cuela por el ventanal es verdosa, anterior al sol.

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Marcelo Maturana

El verano me parece ancho y ajeno, y el mundo, ya está claro, es largo y ardiente como Valparaíso, cuyos viejos edificios ahora quemados deberían reconstruirse a la pata del ladrillo, y por dentro con fuentes y flores. De la internet, fuego frío, tan sólo aprecio poder mantener una emocionada electrocharla (la otra palabra, la usual, me suena a hospital y desechos), espontánea en su génesis, con una hija que anda en Bolivia, hermano país de cuyas tierras más altas provenía, hace ciento y más años, uno de mis bisabuelos, médico que estudió en Chile y que, de vuelta en La Paz, fue envenenado con resultado de muerte en un banquete de las también altas esferas. Al menos eso dicen.

Aprecio también intercambiar disparos de bengala mediante e-pístolas con un dilecto amigo que vive en tierras bajas, en Bélgica, y al que le decía muy temprano (hora de Santiago), el domingo pasado, que sin duda estarás desayunando, o lo habrás hecho ya, mientras yo, desvelado por una noche larga y fantasmíplena, madrugo a pesar de mí mismo y tan desorientado que evito el reflejo de la imagen propia en toda superficie pulida, más que sea un plato sin migas todavía. Ya sabes, noches hay meditativas en que el esquivo sueño cede su lugar o su transcurso a autoinducidas revelaciones de mal pronóstico sobre la circunstancia presente, certezas horrendas cuyas raíces beben del pasado, y eso se hace tremendamente claro en la tiniebla de la noche, máxime si oyes a alguien que por los pasillos arrastra sus pies hacia las catacumbas de la casa, esos infiernillos que casi nunca en una película aparecen, y que más tarde quedan sonando como un eco fisiológico de la casa misma, madera, cemento, vidrio y metal. El cuerpo de uno, mientras tanto, lucha contra sí mismo en la inmóvil pataleta insomne.

En fin, quién dijo “aquí viene la aurora de rosados dedos”, si acá, en este pedazo de Santiago, la luz que se cuela por el ventanal es verdosa, anterior al sol. Oigo a unos queltehues que son tataranietos, o más, de aquellos que oí en la adolescencia segunda, cuando esta casa era nueva y un señor Allende recibía a otro que decía que alguna cosa debía hacerse “por la moral, por la moral, por la moral, por la razón, por la razón, por la razón”, mientras el que esto iba a escribir se dormía en unos pastos creo que de la Universidad Técnica de entonces, a media tarde de esa primavera del 71, sin sacarse el uniforme secundario, incapaz de comprender nada, ni grande ni pequeño, aturdido de antemano por un sopor apolítico, insensible también a los aspavientos del amor, sentimiento revelado como “esa mentira / de la que juré ser cómplice un día”, según está escrito.

Y ahora vienen estas pesadillas en que el individuo se hace el leso ante el englobamiento calórico, ensoñaciones en que percibe con los oídos el veloz envejecimiento propio y de sus seres queridos, y en que se pregunta si sus nietos, si acaso los ha de tener un día, vivo o ya muerto, verán un mundo sin animales tridimensionales u orgánicos. En esta misma página, hace poco, alguien que andaba Camino de Santiago explicaba al revés y al derecho la expresión pictórica “el sueño de la razón produce monstruos”. Ése es mi amigo de Bélgica, que en estos días alcanza la noche cuatro horas antes que nosotros. Un ciego famoso habló de la alta noche en que cosas hay que son inevitables, cosas como sinuosidades de un intelecto -el suyo- que se permitía narrar una realidad atroz o banal, en la unánime noche, en una ruina circular, pero si tú, amigo, puedes todavía ver, ya sabrás que la noche de los malos durmientes no es alta sino tan baja como los techos de un subterráneo, un cielorraso erizado de pelados cables de alto riesgo, eso sí, y baja resistencia a los impulsos del horror. Un horror como decir, por ejemplo, que la noche no está estrellada, que los esfuerzos de la persona humana por echar a andar ferrocarriles como barcos a escala humana, y cada paso un madero, parecen inútiles, y que tengo en la barba inmerecidas canas.

El dibujo es de Vanessa Brown  ©

26 janvier 2007

Tres historias chinas

« Un niño de tan sólo cuatro años mató a 443 pollos en un pueblo de Jiangsu, al este de China, usando únicamente su potente voz, informa el diario chino Nanjing Morning Post. Un tribunal local dictaminó que los gritos del niño habían sido los causantes de la misteriosa muerte de las aves, ocurrida el 24 de septiembre de 2006 en la comarca de Haian. El padre del excepcional niño, que trabaja como butanero y se apellida Xu, ha sido obligado a pagar una indemnización de 1.800 yuanes (180 euros) al dueño de los pollos muertos, llamado Wang.       

Todo comenzó cuando el padre entró en una granja para hacer una entrega de bombonas, acompañado por su hijo, y un perro asustó al niño con sus ladridos. El niño comenzó a proferir gritos de terror que, a su vez, asustaron a los pollos del gallinero cercano, donde las aves se pisotearon unas a otras y muchas de ellas murieron aplastadas. El juzgado local ha dictaminado que el grito del niño fue el único "sonido anormal" que pudo causar el tumulto aviar, apoyado por declaraciones de testigos que confirmaron el fuerte llanto del pequeño y su cercanía a una ventana que daba al gallinero. Los veterinarios, además, habían dictaminado que los pollos muertos no habían sufrido ninguna intoxicación, ni padecían gripe aviar o alguna otra enfermedad mortal ».

 

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En este despacho de la agencia Efe, el encadenamiento causal del perro-que-asustó-al-niño-que-mató-a-los-pollos recuerda la canción ésa, Alla fiera del'est per due soldi un topolino mio padre comprò. También recuerda a la Castafiore quebrando con sus altos los cristales de Moulinsart. Todo lo cual puede parecer jocoso pero, intentado saber qué clase de diario es el Nanjin Morning Post, me entero de la triste historia de unos jóvenes campesinos que van a celebrar el año nuevo a la ciudad y acaban durmiendo, de tan pobres que son, en la tumba de una princesa de la dinastía Ming. Más vale no averiguar de qué murió la princesa.

17 octobre 2006

Vocales o consonantes

Merckx

Sostengo la teoría que llevar un apellido con un buen número de consonantes predispone favorablemente para las carreras de velocidad. Aporto como pruebas el caso del campeón automovilista Jacky Ickxs (cuatro consonantes por una vocal) y el del mayor ciclista de todos los tiempos, Eddy Merckx (cinco por una). En cambio, en materia de atletismo, la tendencia se invierte. A más vocales, más triunfos sobre la línea. Véase el caso del argelino Said Aouita (cinco por una), rey del mediofondismo y medalla de oro en Los Angeles 1984. Sé de gente que piensa de otra manera, pero no me convencen.

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