Adso y el baobab
Lo estaba leyendo un amigo muy querido que decía divertirse mucho con esos monjes memorables. Así fue como yo también leí El Nombre de la rosa, a pesar de que por esos entonces mi religión me impedía leer best sellers. El sábado, en cuanto supe que había muerto su autor, busqué sus libros para releer alguno. La mano me guió hasta el más breve, las Apostillas al Nombre de la rosa, escrito por el flamante novelista tras el éxito monumental del Nombre, como una manera de responder de una vez a todas las preguntas con que lectores y periodistas lo acosaban.
Las buenas novelas llevan el nombre del protagonista, afirma Eco, que con buen ojo quería llamar a su novela Adso de Melk. La editorial no lo quiso así. Otra posibilidad era llamarla La Abadía del crimen. De manera que finalmente el nombre que lleva resultó ser un un compromiso que agregaba un enigma inicial al enigma de fondo: quién es el culpable y qué quiere decir el autor con ese nombre.
Como se sabe, Adso de Melk, el protagonista de El Nombre de la rosa, narra cuando anciano una aventura vivida por él a los 18 años, a su llegada a la abadía benedictina donde siete crímenes se cometerían durante siete días y siete noches.
Mucho Borges ha sido citado a propósito del laberinto en la biblioteca de la abadía y, sobre todo, a propósito del bibliotecario ciego llamado Jorge de Burgos. Y cómo no. Pero pocos han visto otros borgeanismos de talla, como ese contrapunto del doble juego enunciativo entre el viejo y el joven narrador, una suerte de desarrollo del diálogo entre el viejo y el joven Borges en El Otro.
Eco cita como modelo en ese plano no al Otro borgeano, sino al Fausto de Goethe. De cualquier manera, esa doble enunciación le permitió lograr esconder su propia voz bajo varias máscaras: «...Cuando duplicaba a Adso volvía a duplicar la serie de espacios estancos, de pantallas, que había entre yo como personalidad biográfica, o yo como autor narrador, yo narrador, y los personajes narrados incluida la voz narrativa», escribe.
Hay más en el librito, mucho más. Es un concentrado de poética y de saber enciclopédico. Los deslices de Eco en el árido terreno de la poética no los voy a poner en evidencia porque para qué. En el otro terreno, en cambio, el selvático del saber enciclopédico, voy a señalar uno, sólo por no dejar:
«Los personajes de Salgari huyen a la selva perseguidos por los enemigos y tropiezan con una raíz de baobab, y de pronto el narrador suspende la acción para darnos una lección de botánica sobre el baobab», dice Eco a propósito de la manera de introducir el saber enciclopédico.
Benissimo. Quien encuentre un baobab en una selva se va de excursión a Madagascar. A releer La Estructura ausente.
La mano muerta
Trasiego de niños disfrazados de inocentes monstruos. Recuerdan otros halloweenes, las jugarretas y ritos de iniciación macabros, esos sí, de los estudiantes de medicina. Rolando Toro —aprendiz de galeno en Concepción— se robaba un brazo del muerto en las autopsias, se lo ponía en la manga de la camisa y saludaba con esa mano muerta a quienes le presentaban.
Como en el juego de la mano muerta, en el que te arriesgabas que te dieran un cachuchazo.
Toro, a cuya escuela de biodanza concurría Lira mucho años después, era amigo del joven Jodorowsky, otro que bien bailaba. Subido al tejado de una casona de la calle Lira en Santiago de Chile, Jodo observaba a los locos de una casa de orates vecina vestido con una capa roja para impresionar a los orates tanto como estos impresionaban al titiritero, al psicomago en ciernes. En los conventillos de Matucana, allá por donde su padre tenía su negocio de calcetines, contaba Jodo, a las viejas taciturnas les salían escamas en los ojos de tanto sustraerlos a la luz.
El joven Jodo se inventaba estas historias entre dos lecturas de sus escritores favoritos, Borges y Kafka, a quienes por entonces aún no leía casi nadie. De Borges decía Jodo que era un edipo aferrado a las faldas de su madre, un masturbador compulsivo.
Lo cuenta Jorge Edwards en sus memorias, Circulos morados. Edwards se piñerizó durante la campaña presidencial de 2010 y el electo Piñera lo recompensó con la embajada en París durante su ridículo mandato. Para quien se contente con el costumbrismo y el anecdotario, como mi tío, sus memorias son un festival.
Jodorowsky
Otra vuelta de tuerca
Tardo en leer Otra vuelta de tuerca. No me atraen los fantasmas ni los misterios, menos aun si hay niños de por medio. La tuve en mis manos muchas veces sin decidirme a leerla. Esta vez llego a ella por la ópera de Britten. Antes de verla, para entenderla.
El lector se pregunta si de verdad hay fantasmas merodeando por la casa o sólo son figuraciones del alma atormentada de la joven institutriz recién llegada a ella. Si los niños son inocentes o fingen serlo de tan bien educados que están. Si hubo o no un crimen sexual (¿habrá un crimen que no sea sexual?) que tuerce el recto hacer victoriano de sus habitantes.
La ambigüedad que planea es total. James fue hombre de dos mundos, ambiguo él mismo, que contuvo y combinó una cierta inocencia americana con la fantasmagoría británica en un único punto de vista. El lector sabrá perdonarle la verbosidad decimonónica; la época la pedía.
Borges admiraba esta novela. Y puntilloso como era en materia de traducciones (véase el caso de La Metamorfosis), admitió que la traducción de su amigo Bianco mejoró el título. Si A Turn of Screw es magistral, Otra vuelta de tuerca le da una vuelta más y lo supera.
Óleo de John Singer Sargent
El radioescucha
Los Caballos de Dios es un filme marroquí de Nabil Ayouch que cuenta cómo un grupo de muchachos de una barriada de Casablanca se convierten en terroristas kamikazes y desatan una matanza en el barrio cosmopolita de la ciudad, barrio que algunos de ellos ven por primera vez el día de su explosión suicida, en mayo de 2003.
El filme sigue de cerca a dos hermanos y a su familia. Un tercer hermano es sólo parte del decorado y no tiene más protagonismo que el de pasarse los días pegado a una radio portátil escuchando las noticias. En inglés, francés y árabe, precisa él. Así, cuando en su casa se viven momentos cruciales en el camino que lleva a sus hermanos al terrorismo islamista, el filoautista de la radio portátil exclama: ¡Los rusos han invadido Grozny!
Recordándolo, me digo que no la tenemos todas con nosotros los lectores de diarios. Creo que era Borges quien decía que de haber habido periódicos el día del nacimiento de Cristo no hubiesen dado esa noticia. Pero no sólo por eso lo digo, sino también porque apegarse tanto a la actualidad tal vez sea una manera como otra cualquiera de huir de la realidad.
La realidad es una sala de espera y el periódico es un caleidoscopio que alguien ha dejado a mano para que te entretengas mientras tanto. Mientras tanto.
También el estado anímico de la madre de los terroristas resulta preocupante. Qué contenta se pone viéndolos abandonar los vicios modernos y entrar en las órdenes del yihadismo. El caso de esta familia da para otra cita, ésta de Sabato: Mientras se derrumba su casa siempre habrá un hombre preocupado por el estado del mundo y mientras se derrumba el mundo siempre habrá una mujer preocupada por el estado de su casa.
Estas hojas uriartísimas
Leídas, en el tren, las hojas de Uriarte. Están muy bien, como siempre. Uriartísimas. Maneras y razones de sus autores favoritos y sus propias razones y maneras de interesarse por ellos. Unas líneas sobre Leopardi son particularmente deliciosas: a partir de los 50, los vejetes perdemos la capacidad de cambiar de registro y quedamos definitivamente atrapados en dos categorías: la de los pelmazos que sólo hablan de ellos mismos y la de los bobos que los escuchamos.
Recuerdo haber oído una vez a Parra desarrollar esta idea: para la mayoría, conversar significa hablar ellos. Por mi parte, y volviendo al tren, admiro a ciertas señoras que resuelven a su manera esta cuestión hablando todas al mismo tiempo.
Hablando de su santoral (de Constant a Renard), Uriarte imagina encuentros que probablemente se produjeron sin que hubiese nadie para consignarlos: Einstein y Kafka tocando juntos el violín en Praga en 1912. La madre de Uriarte, su ama, y Salinger en el Museo de historia natural de Nueva York en 1928.
Y descubre y demuestra que Kodama mete mano en la obra de Borges.
Montano reproduce el extracto sobre Constant donde Uriarte se refiere al diario como secreto o como espacio abierto a la galería. Enrique Lihn acuñó el término de galería imaginaria para burlarse de los escritores que tienden a darse en espectáculo, él el primero, entelequia de la que se apropió Rodrigo Lira y a la que dedica su Ars poétique. Imagino que todo escribidor, incluso el más desprovisto de lectores, tiene una galería personal que lo mira por encima del hombro. E imagino también que quien escribe en secreto, para sí mismo, escribe contra ella, para librarse de ella.
Para ser feliz domingo y lunes
He escrito antes sobre los poemas apócrifos que circulan exitosamente por la Red. Me pregunto ahora cómo funciona el asunto. Un poeta de tercera provincial perpreta unos versos, alguien se los adjudica a un Nobel o equivalente y la Red hace el resto. El texto se convierte en felicitación navideña, en hit, en máxima. El personal lo estaba necesitando y la mano invisible del mercado de las libres ocurrencias lo ha puesto a su alcance.
Todos contentos, menos los consagrados en cuestión, o sus albaceas. Yo creo que a largo plazo tienen la batalla perdida, que el día menos pensado Instantes formará parte per secula seculorum de las obras completas de Borges. A lo más, llevará un añadido en minúsculas itálicas: atribuido a. La gente es lo que tiene, que es insistente.
Pero no quiero volver sobre eso sino comentar la nota con que la Fundación Neruda intenta separar aguas entre los textos de Neruda y los textos atribuidos a Neruda: « Si se leen los tres textos (atribuidos a Neruda) queda en evidencia que todos ellos tienen un tono edificante, prescriptivo, en los que se advierte algún parentesco con la literatura de autoayuda, extemporánea a la época de Neruda. Sin desmerecer estos poemas, la obra de Pablo Neruda está muy lejos de este tipo de poesía en el tono, el contenido, el lenguaje y las imágenes que crea ».
No sé, no sé. Toda literatura es de autoayuda, me parece a mí. El autor siempre está diciéndole al lector haz esto o no hagas esto otro. La autoayuda lo hace explícitamente, mientras que la literatura pone en marcha en el lector sus facultades de deducción e inferencia. Reléase la Biblia, los clásicos latinos y los novelistas rusos (hoy es domingo y el tiempo alcanza para todo). Incluso los malditos son performativos (intenta hacerlo como yo y ya verás cómo te va) y los dandys modernosos, ni qué decir (nadie puede hacerlo como yo, mírame las plumas). Toda ética es una mimética (cómo hacer: como yo, o bien arréglatelas como puedas).
Valga este desbarre como introducción a este poema de sire François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, que encontré en el retrete de la casa de un amigo junto al famoso Muere lentamente atribuido a Neruda. Desde entonces, cuando pienso en uno me acuerdo del otro. Lo cuelgo ahora aquí, a ver si se me pasa.
Ce qu'il faut pour être heureux
Il faut penser ; sans quoi l'homme devient,
Malgré son âme, un vrai cheval de somme.
Il faut aimer ; c'est ce qui nous soutient ;
Sans rien aimer il est triste d'être homme.
Il faut avoir douce société,
Des gens savants, instruits, sans suffisance,
Et de plaisirs grande variété,
Sans quoi les jours sont plus longs qu'on ne pense.
Il faut avoir un ami, qu'en tout temps,
Pour son bonheur, on écoute, on consulte,
Qui puisse rendre à notre âme en tumulte,
Les maux moins vifs et les plaisirs plus grands.
Il faut, le soir, un souper délectable
Où l'on soit libre, où l'on goûte à propos,
Les mets exquis, les bons vins, les bons mots
Et sans être ivre, il faut sortir de table.
Il faut, la nuit, tenir entre deux draps
Le tendre objet que notre coeur adore,
Le caresser, s'endormir dans ses bras,
Et le matin, recommencer encore.
Para ser feliz
Es preciso pensar, de otra manera el hombre se convierte, a pesar de su alma, en una bestia de carga. Es preciso amar, es lo que nos sostiene. Sin amor es triste ser hombre.
Es preciso hacer amigos, personas sabias, cultas, modestas. Y permitirse muchos placeres, de otra manera los días se hacen largos.
Es preciso tener un amigo a quien escuchar y consultar cada vez que sea necesario, para que disminuya los males e incremente el placer de nuestra alma tumultuosa.
Es preciso, de noche, hacer una cena deliciosa en donde sentirse libre, donde se pruebe a gusto la buena comida, los buenos vinos, la conversación amena y, sin llegar a estar ebrio, levantarse de la mesa.
Es preciso, de noche, sostener entre las sábanas el dulce objeto que nuestro corazón adora, acariciarlo y dormirse en sus brazos, y recomenzar por la mañana.
El síndrome de Stendhal
Concierto de guitarra. Los concertistas son dos hermanos. Tocan espléndidamente piezas italianas (Giuliani) y españolas (Granado, Ponce, Rodrigo). Todo muy bien. Pero lo que me conmueve son dos Estudios de Villa-Lobos.
Por alguna razón, el sincretismo de Villa-Lobos consigue emocionarme. Para explicar el placer estético, Uriarte echa mano a Stendhal (y a su famoso síndrome): el arte es una promesa de felicidad, y a Borges: la inminencia de una revelación que no se produce.
También dependerá de cómo y de con quién. Según una galena que lo estudió clínicamente, el síndrome de Stendhal -el placer estético súbitamente transformado en taquicardia- alcanza principalmente a los europeos solitarios. Los nativos de los países culturalmente emergentes están más o menos inmunizados contra el mareo estético, a fortiori si van arropados por sus pares.
Viendo las imágenes de los muchachos frente al albo Benedicto en Madrid (somos / adictos / a Benedicto) o en la City parade de Bruselas (viseras de acrílico, pantalla colorida y música tecno), o a unos scouts cantando todos a una frente a la gran pantalla del karaoké, como si se tratase de un show de la tele, me digo que el placer estético comienza con la religión, despunta en el seno del rebaño, quiero decir.
Y acabará probablemente camino del cementerio o del centenario, que es adonde también vamos, cabeza gacha o frente altiva, las ovejas descaminadas.
Óleo de Édouard Manet
El otro Soto
'Llegó un día al pueblo un circo. En el circo había un domador de leones. Tenía la desgracia de llamarse Soto. La gente estaba asombrada, entonces empezaron a hablar de este Soto. A Soto, el cuchillero, le dio rabia porque hablaban de Soto, pero ese Soto era otro. Cuando el domador estaba una tarde en el despacho de bebidas, se le acercó Soto el cuchillero y le dijo: 'Yo quiero saber su gracia' (su nombre). El otro le respondió: 'Soto, para servirlo'. El cuchillero dijo: 'Aquí el único Soto soy yo, de modo que no se apure, elija su arma y yo lo espero fuera'. Nunca se peleaba bajo techo, porque era ofender la casa, aunque la casa fuese un prostíbulo. El domador no sabía qué hacer, pero alguien le dio un puñal. Entonces salieron a la calle y, como el domador no sabía manejar el cuchillo, Soto lo mató. Luego todos los testigos dijeron que el domador lo había provocado. Además, como éste era el héroe local y el otro un forastero, todo quedó como si nada hubiese pasado.
La historia del otro Soto la cuenta Borges en una entrevista con Reina Roffé. En ella, Borges evoca también su relato sobre dos teólogos que en vida se odian y se destripan, y cuando llegan frente a Dios constatan que Dios los confunde, que para él forman una sola persona.
El otro, teólogo o domador de leones, es un de los asuntos que ponían a trabajar al maestro, afán que resolvía con unos relatos espléndidos.
Durante unos años leí a René Girard y llegué a entender que la mímesis, la manera de encarar al otro y al equívoco que el otro obra en uno, es asunto central en toda vida humana. Girard elaboró su teoría mimética a partir de su trabajo como crítico literario, apoyándose en una lectura de los clásicos, la Biblia delante pero, curiosamente, que yo sepa, no parece haberse referido a Borges.
Borges consigue en este materia dar otra vuelta de tuerca enfrentando a Borges no ya con el otro exterior, sino con el otro sí mismo, que es de lo que trata El otro, el relato de su encuentro ya mayor consigo mismo cuando joven:
'Me le acerqué y le dije:
-Señor, ¿usted es oriental o argentino?
-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que sí.
-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres volúmenes de Las mil y una noches ( ) y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balcánicos'.
El viejo, conservador, no puede por menos que burlarse del joven que cree en la fraternidad de todos los hombres. Una manera como otra de contener la emoción.
'Noté que apenas me prestaba atención' prosigue el viejo. 'El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era'.
Era éste.
Porque hoy es sábado
Esta mañana bajamos hasta el lago para ver nadar a las fulicas. A esa hora temprana el mundo parece estar hecho de nuevo sólo para nosotros y tal vez sea así. Luego entramos a comprar el periódico, y los colores de las chucherías de la tienda componen otro mundo paralelo recién salido de su envoltorio.
De pronto se acerca un ciclista con cara de desesperado. Es el veterinario que busca a su perro.
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Hace 25 años murió Borges. Un mes más tarde, aterrizamos en Ginebra y nos acercamos a Plainpalais, buscando su tumba. Costó encontrarla porque alguien se había robado la placa sobre la cruz. Borges era entonces un muerto reciente y anónimo.
Borges, entrevista en Facebook
La leche
Huelga de leche. Los productores afirman que el precio que reciben no cubre la mitad de lo que les cuesta producirla. Que trabajan duro para empobrecerse. El mercado manda y los supermercados están bien apertrechados, Europa tiene para queso, mantequilla y crema, y exporta leche en polvo a África, donde falta el agua.
Los futbolistas, por su parte, marcan goles y lo celebran con regresivos gestos de lactantes. Medhi Carcela-González, un muchacho de origen marroco-español que juega en el Standard de Lieja, marcó el sábado dos goles estupendos al Malinas y los celebró con el gesto del que ordeña.
Tiempo atrás discutíamos aquí sobre el concepto borgeano y aun preborgeano de connovio, que señala a los hombres que noviaron con una misma mujer. Enrique le recuerda a Pepe una novia que éste tuvo de joven y que también lo fue de Tal. Y aporta ¡por fin! el nombre que conviene: los connovios son hermanos de leche.