El viejo ciego
UN JOVEN medita en el bosque. Medita tan profundamente que las hormigas comienzan a construir un hormiguero a su alrededor. Con el tiempo el hormiguero cubre por completo el cuerpo del joven, salvo los ojos. La gente que pasa por el bosque mira el hormiguero y dice: mi abuelo contaba que allí dentro hay un viejo meditando.
Pasa el tiempo y un día llega al bosque un rey con su séquito para celebrar primavera. Su hija, la princesa, ve dos orbes brillantes en el hormiguero y, movida por la curiosidad de las princesas, coge un palo y lo introduce por las órbitas para saber de qué se trata esa luz. De los agujeros comienza entonces a manar sangre. Asustada, la princesa escapa al palacio y decide guardar en secreto lo ocurrido.
Tiempo después un mal presagio perturba el reino y el rey consulta a los astrólogos para saber qué pasa. Su hija intuye que hay una relación entre el presagio y lo vivido por ella en el bosque y decide contárselo a su padre. Conmovido, el rey va al bosque, abre el hormiguero e implora al viejo ciego que perdone a su hija.
El viejo responde que la perdona siempre que la princesa se case con él. ¿Su hermosa princesa casada con un viejo ciego cubierto de hormigas? Naturalmente, el rey duda. La princesa, en cambio, acepta encantada, la boda tiene lugar y la pareja vive feliz.
Hay varias versiones sobre el final de esta historia india. La dejo abierta porque a la imaginación hay que ponerle un poco de chutney.
Rama y su novia
Cerrando este libro. Me habían advertido de que la autora da muestras de arrogancia no sólo ante los indios sino ante todo lo que se mueve. Pero llegar a la costa sur de la India en un cáscara de nuez en medio de una tempestad, inquietante momento en el que lo peor no son los bandazos sino las ratas y las baratas que huyen de la bodega inundada e invaden la cubierta y los camarotes impone respeto en el pasajero de Ryanair en que me he convertido y me mueven a perdonar cualquier arrogancia en el resto de la gira.
Además de que David-Néel (en adelante DN) cuenta historias interesantes, como que en una entre tantas singularidades del sistema de castas hindú haya camareros que sirven a la mesa pero no la recogen porque las reglas de su casta les prohíben tocar la loza sucia.
Hay cosas que son más duras de creer, como pretender que el cielo de la India no es azul sino verde. Verde opalino, precisa DN. Los poetas indios cantan al «color loro del cielo», asegura...
Con todo, hay un asunto en el que DN da en el blanco, y es el de las relaciones entre los sexos. Ella es una mujer europea y viaja sola por la India (pero como es una mujer de posibles y estamos en la primera mitad del sXX la acompaña uno que otro boy), de modo que la cuestión de la diferenciación sexual salta a los ojos. DN se propone conocer de cerca la religiosidad de los indios y para acercarse a lo que busca no duda en jugar sobre dos tableros, afirmando su condición de mujer extranjera o bien escondiéndola, o al menos poniéndola entre paréntesis oculares.
Vaya por delante que según explica DN la neurosis sexual india radica en el hecho de que los hindúes creen que las mujeres son incapaces de retener el impulso sexual y por lo tanto la sociedad debe contenerlas —contrariamente a lo que creen mayoritariamente musulmanes y cristianos, que es el impulso sexual masculino el que hay que contener.
Todo esto da pie a circunstancias elocuentes e hilantes. En el teatro tradicional hindú —un espectáculo vivo y masivo en el que se busca abiertamente la fusión entre la representación y la realidad— los personajes femeninos son representados por hombres. Así se dan casos como el de la boda de Rama y su novia, Sita, ambos adolescentes. Al final de la representación el muchacho que representa a la novia se ve rodeado de ingentes grupos de muchachas que juntan las palmas de las manos a la manera hindú y repiten incansablemente su venerable nombre —Sita, Sita, Sita— escenificando una suerte de éxtasis ante el joven travestido.
Krishna por su parte es de una belleza incomparable y nadie puede resistirse a su encanto. Tiene la piel luminosa y azul y cuando toca la flauta los animales se acuestan a sus pies y los árboles florecen, como explica el Mahabharata. Como nadie se resiste a su encanto y la boda es el trazado que lleva a ceder al encanto de la persona amada, todos quieren casarse con Krishna y así es como abundan los varones que le han dado el sí y se consideran esposas de Krishna.
La última y nos vamos. Entre los hindúes, haber nacido tras un largo periodo de infertilidad de los padres es la prueba de que el niño es un don de los dioses. Muchos héroes de las leyendas indias se hicieron esperar antes de nacer. Los niños largamente esperados en la India son niños con sentido. En Occidente, las más de las veces son niños consentidos.
Listas de Gandhi
LA CENA DE Gandhi en sus últimos años y por lo tanto su última cena:
1/ Compota de limón con jengibre, áloe y crema
2/ Verduras cocidas y crudas
3/ Naranjas
4/ Leche de cabra.
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Adepto del ayuno por razones personales y políticas, Gandhi redactó estas nueve reglas para practicarlo:
1/ Conserve su energía física y mental
2/ Cese de pensar en la comida
3/ Beba tanta agua como pueda
4/ Fricciónese con agua caliente
5/ Hágase a diario lavativas y sorpréndase al ver las inmundicias que seguirá produciendo aun sin comer
6/ Duerma al aire libre
7/ Tome baños de sol por las mañanas
8/ Piense en todo menos en el ayuno
9/ Piense en Dios y en su relación con Él y sus otras criaturas y descubra lo inimaginable.
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Hablando en público, Gandhi levantaba la mano e iba tomándose uno a uno los cinco dedos y diciendo:
1/ Igualdad para los intocables
2/ Hilen sus propias telas
3/ Ni alcohol ni opio: sobriedad
4/ Amistad entre hindúes y musulmanes
5/ Igualdad entre hombres y mujeres.
Luego se tomaba la muñeca y concluía: todo esto a través de la no violencia. Eso cuando hablaba, porque a veces se presentaba delante de la gente y no decía nada.
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Debería concluir esta lista de listas de Gandhi con la lista de sus marchas, de sus campañas, de sus ayunos. Unos cuantos de estos últimos llevados a cabo por razones políticas combinadas con su voluntad de purificarse a través de la acción testimonial, poniendo en todos ellos en riesgo su proyecto de vivir 125 años en buena salud. E intentando apaciguar la furia mortífera que cundió por la India tras la partición del subcontiente entre hinduistas y musulmanes, ayunó por última vez poco tiempo antes de ser asesinado a los 78 años.
Y este sería por ahora mi resumen de la lectura de este libro:
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PS/ Leyendo esta excelente biografía de Gandhi una a una fueron cayendo las ideas falsas que me hacía sobre su figura. Yo creía, por ejemplo, que Gandhi había sido un hinduista ortodoxo. Y lo cierto es que de hinduista tenía mucho pero de ortodoxo muy poco. En uno de los diálogos que Fischer mantuvo con Gandhi le trasladó el reproche que le hacía al Mahatma el líder de la Liga Musulmana en el sentido de que Gandhi quería una India dominada por los hindúes. Frente a esto, Gandhi enumera la lista de sus religiones y dice ser:
1/ Musulmán
2/ Hinduista
3/ Budista
4/ Cristiano
5/ Judío
6/ Parsi.
Que vienen siendo todas las religiones presentes en la India en su época. Huinduista ortodoxo no era, pero sí profundamente religioso. Y tal vez de lo que se sentía más cercano, además del hinduismo en el que nació y al que quería reformar profundamente, era de una especie de religión que nació en los años en que Gandhi vivía, la teosofía. Sobre qué es la teosofía cabría escribir algo algún día...
Los ayurvédicos
A fines de 2004 un grupo de suizos alemánicos practicaban en un hotel de Sri Lanka una cura ayurvédica que incluía yoga y verduras cocidas. Vino la ola mortífera del sunami y el hotel, que está en una colina cercana a la playa, se convirtió en un improvisado hospital de campaña. En medio de escenas desgarradoras de gente rota por la tragedia, los suizos ésos continuaban impávidos midiendo la profundidad de su ombligo. Emmanuel Carrère, que compartía con ellos el hotel, los bautizó «los ayurvédicos». Lo cuenta en De vidas ajenas y lo vuelve a contar en Yoga.
He recordado a veces a los ayurvédicos durante la pandemia. Mientras los ancianos morían por miles en la primera ola le escuché decir a una ayurvédica local que la gente contraía el coronavirus porque estaba «asfixiada por su propia vida».
Yo procuro no hablar mucho de yoga sino más bien practicarlo porque creo que todo el tiempo que le dediques es poco contando con lo que te aporta. No se me escapa, eso sí, que entre algunos de sus promotores hay unos cuantos cretinos patentados. Como el propio primer ministro indio, Narendra Modi, que promueve el yoga en su país y en el resto del mundo y sin embargo llegó al poder en parte gracias a una masacre de musulmanes que orquestó cuando era gobernador del Estado de Gujarat en 2002.
Y vuelvo recordar a los ayurvédicos ahora cuando veo cómo desplegamos nuestras estrategias para pasar por la agresión a Ucrania tratando de no salpicarnos moralmente. Para no hablar de los que la justifican y se niegan a admitir la diferencia entre el agresor y el agredido. Estos suelen ser agresores emboscados detrás de un falso perfil de agredidos.
No queda más remedio que neutralizarlos. Como venimos haciendo desde el parvulario.
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PS/ Visto el tradicional compadreo entre la India y la Unión Soviética, era previsible que al gobierno indio le costase condenar la agresión de Putin a Ucrania. Pero abstenerse de hacerlo, como ha votado hoy en las Naciones Unidas, cubrirá de vergüenza a Narendra Modi durante varias reencarnaciones.
Todo sobre la India
EL PAÍS MÁS poblado del mundo ahora mismo es China. Pero no debería durarle mucho la medalla: la India le pisa los talones y los demógrafos calculan que cuanto más tarde en 2027 la superará.
Llevo un tiempo leyendo sobre la India, país en el que nunca he estado y al que tampoco cuento ir en lo inmediato. La distancia sin embargo no disminuye el interés sino que lo aviva, como cantaba Modugno. He leído sobre todo a historiadores y literatos por lo que desconfío de la idea que me he podido hacer. Así que he querido ponerme al día en al menos cien cuestiones, como reza la portada de este libro que acabo de leer. Hay cosas que me sabía de memoria y otras con las que me desayuno. Con unas y otras hago una larga lista de cien puntos y luego la podo y la dejo en 13 para que traiga suerte.
Monumento a Maruthur Gopalan Ramachandran en Madras
1. La primera prueba nuclear india, en 1974, se llamó Buda sonriendo. Apuntaba a China, claro.
2. Buda y el budismo nacieron en la India y sin embargo menos de 1% de la población hindú se declara budista. Los jainistas, que representan la imagen del hinduísmo más exigente, son aun más minoritarios que los budistas pero muy influyentes en todos los planos, sobre todo el económico. Los musulmanes representan el 15% de la población y los cristianos el 2%, lo que hace de ellos el tercer contingente religioso del país, seguidos de los sikhs, que son menos pero suelen dar más de qué hablar. Los primeros cristianos llegaron a la costa occidental de la India en los primeros tiempos del cristianismo. La segunda ola la llevaron los portugueses en el sXVI. Y la tercera, los misioneros protestantes que llegaron con la colonización británica.
3. Entre las religiones minoritarias hay zoroastristas y judíos. Estos últimos eran 35 mil el año de la Independencia y hoy no son más que 5 mil, el resto ha ido emigrando a Israel. En un país donde el color de la piel tiene su importancia, los judíos de la India también se dividen en blancos y negros. Los negros llegaron a las costas de Kerala tras la destrucción del Templo de Jerusalén. Los blancos son sefardíes que huyeron de la Península Ibérica a fines del sXV. Entre ambos grupos, un pequeño número de comerciantes judíos llegó a la India desde Bagdad huyendo de los turcos en el sXVIII.
4. La desigualdad en perjuicio de las mujeres comienza muy pronto en India donde el aborto selectivo y el infanticidio femenino son moneda corriente y se extiende durante toda la existencia. Y sin embargo la esperanza de vida de las mujeres es porfiadamente superior a la de los hombres: 70 años contra 67.
5. ¿Qué pasó en la India que la hizo abandonar la apertura de espíritu en materia sexual reflejada en Khajuraho en el sXI y convertirse en un Estado que aún hoy criminaliza la homosexualidad? Las invasiones musulmanas y la colonización victoriana, entre otras cosas.
6. No es improbable que la India sea el mayor cagadero del mundo a cielo abierto: 130 millones de hogares no disponen de letrinas. Por hacer cuestión de este detalle, el libro que escribió Naipaul en su primer viaje a la India en 1964 estuvo prohibido. Y como 23 millones de personas, todas dotadas de aparato digestivo, viajan a diario en tren y los retretes de los trenes se vacían directamente sobre las vías férreas la contribución ferroviaria a la gran cagada nacional es significativa.
7. ¿Por qué los deportistas indios no ganan medallas en los Juegos Olímpicos? Las respuestas son tantas que acaban por abrumar y así no hay manera.
8. Michaux aventura una explicación al amor por las vacas que profesan los indios: los rumiantes no hacen cabriolas, ni tampoco los elefantes. En cambio los perros carecen de autocontrol, cosa que a los indios no les gusta nada. Uno de los detonantes de la revuelta de los cipayos, que a mediados del sXIX dio inicio a la gesta de la Independencia, fue enterarse éstos de que la grasa que usaban para lubrificar los fusiles era de origen animal.
9. Al revés que en Occidente, en la India mientras más alta es la posición que ocupas en la escala social menos carne comes. Por lo demás, rien n'est simple, tout se complique, que decía Sempé. Indira Gandhi contaba que lo peor de ayudar a Nehru, su padre, cuando éste era primer ministro, era contentar a los invitados: algunos eran vegetarianos y comían huevos o pescado y otros sólo eran vegetarianos ciertos días de la semana. Y no faltaban los que comían de todo menos pollo.
10. ¿No vamos a decir nada sobre Bollywood? Bueno, sí. La B de Bollywood es por Bombay, la capital de la industria del cine indio. Y también hay Kollywood, por Kodambakkam, el barrio de Madras donde están los estudios del cine tamil; Mollywood, por malayalam (atención, palíndromo), la lengua que se habla en Kerala; Tollywood, por el cine de Bengala; y así sucesivamente.
11. Un dato no más sobre el poder del cine indio. En 1987, cuando murió Maruthur Gopalan Ramachandran (en la imagen), un célebre actor que llegó a ser gobernador del estado de Tamil Nadu, se presentaron a las elecciones para sucederlo en el cargo su mujer y su amante. A ver si adivinan quién ganó. Ganó la amante, claro, la también actriz Jayalalitha Jayaram. Y cuando Jayalalitha, que no tuvo hijos aunque era llamada la Madre, murió a su vez en 2016 se produjo una ola de suicidios entre sus partidarios.
12. ¿Nada sobre Pakistán, el vecino enemigo? ¿Nada sobre Narenda Modi, portaestandarte del nacionalismo hindú y primer ministro desde 2014 que, en contra de lo que indican sus aires de aristócrata, es de origen modesto al punto de que cuando niño vendía té en la estación de trenes de su pueblo? Bueno sí, unas cuantas cosas, de manera que mejor dejarlo para otro día.
13. Y para acabar volviendo al punto de partida, a la comparación entre los dos gigantes asiáticos: China es tres veces más grande que la India y su PIB es cinco veces superior. Y también es un país relativamente homogéneo, al revés de la India que es un mosaico, un país-mundo. Además, y esto no es lo de menos, China es la mayor dictadura del mundo mientras que la India es la mayor democracia mundial. Imperfecta, claro, nobody is perfect, ni siquiera el país más poblado del mundo.
Continuará...
El encuentro
Algo más sobre el encuentro en el sur de la India entre el protagonista de El filo de la navaja y Ramana Maharshi, un santo de mi devoción:
«Nos quedamos solos y él me miró sin decir una palabra. No sé cuánto tiempo duró ese silencio, más de media hora, ciertamente».
Hollywood ha hecho ya dos películas con la novela. Hubiese sido bonito que en el cine el silencio del encuentro durase también media hora. Pero de eso nada. En la primera versión, estrenada en 1946, el encuentro se convierte en un largo hablamiento.
Hay que decir que desde su publicación, en 1944, la novela tuvo un éxito inmediato y vendió dos millones de ejemplares en apenas unos meses. Hollywood no tardó en comprar los derechos y encargarle a Maugham que escribiera el guión. Trabajo que le pagaron nada menos que con un Matisse. A la hora de hacer la película, sin embargo, los productores de la Fox no ocuparon ni media línea de ese guión.
Con todo, la película fue un exitazo. En vista de lo cual la Fox le pidió a Maugham que escribiera una segunda parte, pero el inglés no tardó en no hacerles caso.
La última versión del encuentro, la del fime estrenado en 1984, no la encuentro por ninguna parte. Y a la luz del afiche de la película me gustaría prolongar ese desencuentro.
PS/ También conviene reparar en cómo cuenta Maugham su propio encuentro con Ramana Maharshi, encuentro del que obtuvo la materia para describir el encuentro de la novela. Y ya puestos, reparar también en cómo un testigo de esa visita le enmienda la plana a la versión de Maugham.
Un chiste alemán
Acabo ahora de leer este libro, Dos Vidas, de Vikram Seth. Curioso género el biográfico: cómo se cuenta una vida y hasta cuándo. Y la pregunta que sigue: cómo se vive y hasta cuándo. De la lectura de la biografía de Shanti Seth y Henny Caro, marido y mujer, tíos del autor, indio él, dentista de profesión, que pierde el brazo derecho combatiendo en el sur de Italia durante la Segunda Guerra y debe volver a aprender los gestos de su profesión usando en adelante la mano izquierda; judío-alemana ella, que pierde a toda su familia en el Holocausto, familia de la que nunca vuelve a hablar; de esta doble biografía, digo, desprendo que parece mejor evitar la decrepitud de los últimos años. Ella muere a los 80 de cáncer y él la sobrevive nueve años, los últimos de los cuales parecen estar de más. Aunque nunca se sabe, porque es en esos últimos años que el tío Shanti le cuenta a su sobrino esta estupenda historia buñeliana:
Durante la Guerra Shanti iba a África del Sur en barco, que es como se viajaba entonces, y trabó amistad con un simpático suizo con el que paseaba por la cubierta contándose en alemán chistes salaces. Para Shanti eran un alivio estos paseos por la cubierta porque compartía cabina con dos jesuitas que lo agobiaban con sus intentos por convertirlo. En uno de esos agobios, los jesuitas se quedaron perplejos cuando Shanti les opuso el argumento de que el cristianismo le debía todo al budismo porque Buda era anterior a Cristo. A lo que los jesuitas respondieron que como había un obispo a bordo a su autoridad se remitían. Fueron así en comitiva rumbo a la primera clase a llamar a la puerta del obispo. ¡Ah, pero entonces usted es el obispo! exclamó Shanti al comprobar con asombro que el obispo era el tipo con el que se paseaba por la cubierta contando chistes salaces.
La lechera de Bangalore
EL CAMINO QUE recorre la autora de La Lechera de Bangalore a su regreso a la India, tras vivir más de veinte años en Nueva York, comienza con un encuentro en el ascensor de su edificio el día de la mudanza. Llama al ascensor y cuando éste llega ve que dentro hay una vaca. En contra de las apariencias no es una imagen surrealista sino puro costumbrismo, la prueba de que está en la India.
De ahí en adelante todo son desafíos: beber leche al pie de la vaca al desayuno no es fácil para quien ha bebido toda la vida leche pausterizada. Tampoco será facil beberse una cucharadita de orina de vaca concentrada para mejorar de algún achaque. Ni recoger bosta de vaca, secarla y espolvorear con ella el interior de la casa a manera de saneamiento y bendición.
Porque la religión de la India no es el hinduismo, es el bos indicus, dicen unos. Y si la bosta de vaca no fuera buena, la India no sería el país más poblado del mundo, dicen otros.
Shoba Narayan rebosa simpatía y naturalidad contando estas cosas. Es una mujer moderna —periodista en un diario anglófono— que no renuncia a su originalidad. Es una Tambrahm —una brahmana tamil, una señorita andaluza, como quien dice—, le va bien en la vida y lo lleva con salero.
En su inmersión por la India profunda, Sarala, la mujer que ordeña las vacas frente a su casa y vende la leche a los vecinos, le sirve de guía. Todo esto en pleno Bangalore, una ciudad de diez millones de habitantes a la que se conoce como la Silicon Valley de la India. Sarala es un modelo de sentido común popular y es un placer conocerla y verla moverse entre la gente y las vacas.
Además, te enteras de unas cuantas cosas leyendo este libro. Las vacas practican el autocultivo. En el sentido de que eligen el lugar de la pradera más desprovisto de hierba para hacer sus necesidades y así lo abonan y se aseguran de que el pasto crecerá allí más verde.
Y es muy probable que los indios sí comían carne hace miles de años, en la era védica. Se comían a las vacas que por una u otra razón ya no daban leche. ¿Por qué dejaron de hacerlo y convirtieron ese rasgo distintivo en una seña mayor de identidad de su cultura y de su religión?
También, que cuando alguien cumple mil lunas llenas los indios celebran la llegada del último periodo de la vida, la ancianidad. La ceremonia se llama Sathabhishekam y dura tres días. ¿A cuánto equivalen las mil lunas llenas? Exactamente a 80 años, 8 meses y 8 días. ¿Y qué regalo suelen dar al festejado, al menos los que pueden hacerlo? Una vaca, faltaría más.
Al hijo del brahmán le irá bien en la vida
Los brahmanes son la casta superior en el hinduismo. Los sacerdotes, los depositarios del saber ancestral asociado a la religión. La coexistencia inestable entre la tradición y la modernidad en la India contemporánea ha hecho con que muchos brahmanes hayan perdido sus privilegios y no siempre hayan sabido transformar su capital cultural en capital en metálico y vivan pobres de solemnidad en las ciudades superpobladas o en las aldeas confinadas de la India profunda. Otros no, claro. Entre los científicos e informáticos indios que descollan en el mundo moderno se cuentan muchos hijos de brahmanes.
Kakusthan es un brahmán del sureste de la India. Durante siglos sus antepasados oficiaron como sacerdotes en un templo rural. Hacia 1940 el padre de Kakusthan emigró a Madrás, la capital del estado Tamil Nadu, estudió inglés y aprendió un oficio que le permitió subsistir sin abandonar sus hábitos brahmánicos. La familia vivía en una colonia de brahmanes pobres junto a un templo. Los brahmanes tienen unos cuantos privilegios y también una cantidad de deberes que se pueden resumir en la exigencia de pureza: vegetarianos estrictos, no comen nada de origen animal, ni ajo ni cebolla y sólo comen con su propia vajilla lo que cocinan en sus casas después de ofrecérselo a su Dios. No beben alcohol ni café y en cuanto al agua ésta debe ser de pozo. En general los brahmanes deben mantenerse alejados de las fuentes de contaminación, lo que incluye el comercio con los intocables o impuros. Tradicionalmente un brahmán sólo defecaba al aire libre y nunca en el mismo sitio. Con el paso del tiempo y las exigencias de la vida urbana han tenido que adaptar sus estrictas costumbres pero se esfuerzan por mantener en alto el espíritu que los anima. Por eso suelen vivir en colonias junto a los templos, donde haya un pozo limpio y puedan cumplir con sus exigencias rituales.
Así creció Kakusthan. Paralelamente, en los años que siguieron a la independencia de la India, y sobre todo en el sur, surgió un movimiento antibrahmánico fuerte que consiguió debilitar aun más el poder tradicional de los brahmanes. Como suele darse, quienes más sufrieron el acoso del antibrahmanismo creciente fueron los brahmanes pobres. Así fue como cuando niño Kakusthan sufrió acoso escolar y más tarde vio su acceso al mercado laboral bloqueado por llevar las marcas en la frente, la coleta y el faldón ritual de los brahmanes. Kakusthan quería por cierto cortarse el pelo, ponerse un par de pantalones y transformarse en un joven moderno, pero su padre le recordaba sus deberes de brahmán y la fidelidad debida a sus tradiciones. Hay jóvenes brahmanes que consiguen conciliar vida secular y mandato religioso, le decía.
Pero un día Kakusthan no aguantó más y huyó a la casa de su hermana en un ciudad cercana. Allí no le fue mejor porque era una ciudad con población mayoritamiente musulmana y su aspecto de brahmán también era un obstáculo para conseguir un trabajo. Volvió a su casa sólo para tomar fuerzas y dar el gran salto hacia la capital. En cuanto llegó a Delhi se cortó el pelo —el peluquero se resistía y tuvo que convencerlo—, se compró unos pantalones, retomó los estudios, encontró un trabajo.
Andando los años, un día su padre recorrió los más de dos mil kilómetros que separan Madrás y Delhi y llegó a visitarlo. Estaba contento de verlo prosperar, aunque su alegría hubiese sido completa si Kakusthan hubiese conservado sus atributos brahmánicos. En guisa de reconciliación, Kakusthan le pidió que le enseñase los cuatro mil versos védicos en lengua tamil que su padre era capaz de recitar. Comenzamos ahora mismo, respondió su padre, pero en cuanto su viejo volvió a Madrás le llegó su hora.
Kakusthan decidió entonces volver a su ciudad y recomenzar su vida en medio de la colonia de brahmanes pobres. A pesar de que tiene un buen trabajo como economista, prefiere continuar viviendo en la estrechez relativa de la colonia, en la que ocupa una posición de pater familias, el lugar que dejó vacante su padre. Allí lo encuentra Naipaul y lo entrevista en varias sesiones. El día anterior a la despedida, Kakusthan le pide que hable con su hijo adolescente y le diga que redoble sus esfuerzos con los estudios. Le gusta mucho salir y le dedica demasiado tiempo al cricket —deporte nacional en la India—, le explica Kakusthan y estoy convencido de que sus palabras lo convencerán de lo importante que es para su futuro que estudie ahora.
Cuando el muchacho trae el té y Kakusthan se eclipsa, Naipaul le pregunta si le gusta el cricket. La seriedad y el entusiasmo con que el hijo del brahmán le explica su interés por el juego convence a Naipaul de la inutilidad de soltarle cualquier sermón. Al hijo del brahmán le irá bien en la vida, concluye, a manera de despedida.
Foto de Leklektik
La duda de Papu
Cuando uno viaja para escribir un libro como éste, no sabe qué busca antes de encontrarlo, dice Naipaul. Lo cierto es que allí donde va, Naipaul se entrevista largo y tendido con unos personajes que le ayudan a entender la India contemporánea. Además del placer de conocer gente interesante, seguirle el hilo a Naipaul permite pensar en asuntos que tomados en abstracto son un poco secos pero encarnados en personas singulares se entibian en seguida.
Escribo estas líneas unas semanas después de haber cerrado el libro e intento no volver a abrirlo mucho porque más que unas referencias precisas prefiero compartir el poso que el libro deja, la imagen de la India con la que me quedo. Y me quedo con la historia de Kakusthan, un brahmán del sur de la India que se cortó la coleta brahmánica el día que emigró a la capital y la volvió a dejar crecer cuando volvió al redil, historia que sí vuelvo a leer a menudo, tratando de saber por qué la leo tanto.
Me quedo también con la duda de Papu, un analista financiero jainista de Bombay.
Papu tiene 30 años y lleva un lustro ganando un buen dinero, por lo que prevé que en una década tendrá lo suficiente como para jubilarse y dedicarse a la filantropía. Se pregunta, eso sí, si no será más eficaz en relación con su objetivo filantrópico continuar trabajando y ganando dinero para poder invertirlo en hospitales y escuelas.
El jainismo es una antigua rama del hinduismo, anterior al budismo. Los jainistas llevan su interés por todos los seres vivos al punto de usar mascarillas para no respirar insectos y matarlos por la vía respiratoria. Estas consideraciones ne les impiden a muchos de ellos ser unos ases de las finanzas.
La duda de Papu —llamésmola la duda de Bill Gates— la zanjó el filósofo australiano Peter Singer con su doctrina utilitarista. Gana dinero e inviértelo en solidaridad. Fórmula que no estará libre de contradicciones pero ya me dirán qué está libre de contradicciones en este bajo mundo.
Suparshvanath, séptimo maestro del jainismo, sXIV