La playa
4
A pesar del estrépito, salen lentamente y se despliegan delante de la casa. Cuando acaba por fin el movimiento —qué largo, qué violento—, las mujeres vuelven a entrar y los hombres se quedan fuera fumando, escrutando con inquietud la apariencia del mar. Están acabando el pitillo cuando escuchan la voz que sale del altoparlante del furgón policial y los intima a evacuar la caleta hacia las zonas altas. Alerta tsunami.
El furgón se detiene frente a la casa y los policías apoyan la orden con gestos. Hay que evacuar cuánto antes. Sí, pero cómo, se preguntan. No lo vamos a dejar aquí. Intercambian un par de miradas y deciden, sin palabras, abrir la puerta trasera del único vehículo disponible, la furgoneta de la pescadería.
Los deudos más cercanos cargan el féretro con solemnidad, como si lo llevasen a una carroza funeraria, y lo depositan en la furgoneta. Y se echan a andar tras de ella en procesión hasta las casas altas del pueblo. Frente a una de ellas se detienen, descienden al difunto y prosiguen el velorio mientras, abajo, la ola barre la playa y se abre paso río arriba.
8.4
Guerra en Siria, en Yemen, golpe de Estado en Burkina Faso, terremoto en Chile... De un pájaro, ¿qué firmeza? De un tirano, ¿qué piedad?
El 8.2
El martes 1 de abril sobre las nueve de la noche, en Iquique, en el norte de Chile, la tierra se echó a temblar. El remezón alcanzó el ribete de 8.2 grados Richter.
Un temblor de esa magnitud son palabras mayores y, sin embargo, el terremoto se saldó sólo con seis muertos, uno de ellos por aplastamiento. Los daños ocasionados por la sacudida pueden considerarse menores en relación a su intensidad (el 8.2 de Iquique se cuenta entre los mayores sacudones registrados desde que hay registros fiables), y cabe preguntarse por qué.
La región tocada por el seismo, el llamado Norte grande chileno, está poco poblada y abriga sólo a unas cuantas ciudades portuarias rodeadas por el desierto de Atacama. Las normas de construcción antisísmica en vigor en Chile son estrictas y, por lo visto, se cumplen. A los estudios de suelo se suman la exigencia de la utilización de hormigón armado y la instalación de disipadores de energía que permiten que las edificaciones se acompasen con el movimiento de la tierra. Por último, una acumulación de saber ancestral reformateado por normas de gestion actualizadas dan como resultado una cultura sísmica que hace que la población no agrave con su descontrol el desacato natural.
«Un terremoto echa abajo en un instante las más firmes ideas» escribió Darwin, a propósito del terremoto de 1835, que lo encontró en tierra chilena. No todo el mundo tiene ideas para verlas derrumbarse. Sensaciones, sí, y muchas. Y la gente no se priva de comunicarlas. A este, el temblor lo pilla en el techo, a la de más allá en el subterráneo.
O en el trono. Como a Michele Bachelet, quien despidió su gobierno anterior, en febrero de 2010, con un 8.8 y recibe su segundo mandato con un 8.2. Si la gestión del primero por parte de su gobierno fue considerada como calamitosa, en este parece estar haciéndolo mejor. Un objetivo modesto, pero considerable.
Iquique, desde la duna
La claustrofobia del rey de Portugal
Hace un cuarto de milenio, el primero de noviembre de 1755, se produjo la misma secuencia de estos días en Japón: terremotos, maremotos, incendios. La catástrofe mató a cien mil personas, arrasó la ciudad de Lisboa y cambió la geografía ibérica y norafricana a lo largo de miles de kilómetros.
La tragedia, no podía ser de otra manera, sacudió la fe del pueblo. ¿La infinita bondad de Dios echa abajo las iglesias y machaca a los feligreses que se apiñan en ellas para rezar? La Iglesia recompuso la moral del rebaño con esta cabriola: que el terremoto ocurriese un día de fiesta de guardar y destruyese todas las iglesias de la ciudad es prueba fehaciente de que Dios castiga los pecados de los hombres. Voltaire no tragó esa rueda de carreta y rompió con la teología de Liebniz, ruptura que Rousseau aprovechó para romper con Voltaire (ganas tenía). El rey de Portugal Dom José sobrevivió al desastre al precio de desarrollar una claustrofobia mayúscula que lo obligó a vivir en tiendas de campaña el resto de sus días y el Marqués de Pombal se puso manos a la obra para refundar Lisboa.
¿Nada nuevo bajo el sol naciente? Japón es una isla archipoblada y en Tokio (situada a solo 250 kilómetros de la central nuclear de Fukushima que implosiona ahora mismo) viven 36 millones de habitantes, cuya fe está puesta menos en Dios que en la ciencia que sale por la pantalla, esa ciencia que calma la claustrofobia e impide la estampida.
La última hora
Viernes 11 de marzo de 2011, 8:04, una hora después del sismo nipón, la última hora de Le Monde: 'Un violento sismo de magnitud 8.9 se ha registrado en la costa noreste de Japón provocando numerosos heridos y desatando un sunami de cuatro metros. Varias personas han sido víctimas de un corrimiento de tierras y una nube de humo negro escapa ahora mismo de un edificio en la periferia de Tokio...'.
La primera noticia, también llamada última hora, anuncia la calamidad y de paso se cubre de ridículo. El dato duro en este caso era la magnitud del sismo. El resto podía ahorrárselo. Alguno debería explicarle a alguien qué es un terremoto de esa magnitud. Por lo visto, para quien no ha vivido un 8.8, un 8.9 parece impensable. Para quien lo ha vivido, también.
Mi tío Pepe cuenta que en la radio donde él era aprendiz el locutor desplegaba el diario que se acababa de comprar, tomaba la bagueta, golpeaba el gong sobre el escritorio, miraba el reloj en el muro y, cuando la luz roja se encendía, se aclaraba la voz y exclamaba: 'La señal horaria indica las diez de la noche en todo el territorio nacional. A continuación, les presentamos las noticias de última hora'. Y pasaba a resumir los titulares del diario (que se llamaba precisamente Última hora) como si estuviese leyendo un guión afanosamente preparado. Las noticias solían ser tristísimas. No tanto como las de hoy, eso sí.
Desconfía de los encuadradores, me advierte, y de los redactores de noticias de última hora. Cuando no exageran y anuncian que el mundo ya se acabó, omiten interrumpir la transmisión para anunciar el nacimiento de Cristo.
Extremos de Santiago
Diario de Chile (5)
Es viernes santo, en casa se toma bacalao y la prensa sirve para envolverlo. Es el momento de poner aquí estos extremos de Santiago. Ayer fue primero de abril, día en que la prensa internacional da por buena la publicación de extremos, los famosos April fools.
Aquí van entonces estos extremos de Santiago, oídos, vistos, leídos, imaginados en la capital del nuevo extremo.
1 La última guerra del siglo XIX tendrá lugar en el siglo XXI.
2 La tercera guerra mundial tendrá lugar en Sudamérica (Chávez, etc).
3 El terremoto fue un ensayo para poner a prueba los sistemas de comunicación de la plaza.
4 Los militares entraron en Concepción para imponer el estado de excepción entonando himnos pinochetistas.
5 Tras el terremoto, el cielo se ha llenado de ovnis.
6 Las explosiones ocurridas en los minutos que siguieron al 8.8 no fueron provocadas por los conductores eléctricos sino por la Pachamama o la población extraterrestre de las inmediaciones, la que está tan conmovida como la terrestre.
7 Los extremos de Santiago andan muy subidos por la escala de Richter.
El terremoto (y 8.8)
Desde que se quitó la dictadura de encima, Chile ha conseguido convertirse en el país suramericano con mejor calidad de vida. Tanto así que desde hace unos meses ya es miembro de pleno de derecho de la Organización de cooperación y desarrollo, el club de los países ricos y nuevos ricos. (Lo que no quita que esté lleno de gente pobre, pero ese es otro asunto).
El asunto de hoy es que el último escollo que separaba a Chile de Occidente comienza a ceder. Ese escollo de carácter geográfico es asaz paradójico (visto desde Europa, Chile está al oeste), pero tiene un alto contenido simbólico.
El asunto de hoy es que el terremoto 8.8 no sólo cambió la hora del mundo sino también el espacio: la superficie del país austral se desplazó unos cuantos metros en dirección oeste. Tres metros en Concepción, unos cuantos centímetros en Santiago. Puede parecer poco pero es mucho. Occidente, here we are.
El terremoto (6)
por Adolfo Estrella
Un terremoto es algo serio. Se remecen los cimientos, los físicos y los existenciales. A algunos de los habitantes de este planeta la vida se les terremotea más que a otros, dependiendo de la placa tectónica sobre la cual han nacido. Nacer sobre un terreno movedizo probablemente forja el carácter pero no quita el miedo. Nadie le pierde el miedo a un terremoto, aunque su biografía pueda ser ordenada por hitos telúricos. Nacer o vivir sobre un territorio que se mueve aumenta las probabilidades de pasarlo mal en la vida. Pero, como siempre, lo pasan peor los que lo pasan mal habitualmente, con o sin terremotos. Curioso. Chile no es Haití, pero los pobres de Chile lo están pasando peor que los que no son pobres en Chile. La placa tectónica es democrática pero la distribución de la riqueza no lo es y eso tiene que ver bastante con que se te caiga o no la casa encima. La geología es ciega pero las clases sociales no lo son: distribuyen muy bien los privilegios. Y los ladrillos.
Con este terremoto termina el sueño de un país común. Hay muchos países dentro de Chile. Veinte años de Concertación no fueron capaces de construir un país integrado socialmente y justo desde el punto de vista de la distribución de la riqueza. Por el contrario, han aumentado las diferencias y eso es grave para un proyecto político que se decía democrático e integrador. Las débiles mejoras en este aspecto se deben a políticas asistenciales y no de redistribución.
Chile es un país de excluidos, hasta ahora débilmente integrado mediante los créditos al consumo, las promesas de futuros esplendores a través de la mentirosa teoría del chorreo, and last but not least, por la Teletón. Y cuando el suelo se remueve se hacen más visibles los excluidos que, hasta ahora, los que estaban en la zona VIP de la sociedad, no querían ver. Pero el miedo a los excluidos ha estado existido siempre. La imagen de vecinos, después del terremoto, cuidando a sus condominios con escopetas es la prolongación de la imagen de los mismos condominios, antes del terremoto, vigilados por guardias privados, miserablemente pagados, dicho sea de paso. El miedo al otro fue exacerbado durante la dictadura y prolongado durante la dinastía concertacionista, no ha nacido ahora.
Lo que está pasando, más que una crisis de país es una crisis de legitimidad del Estado chileno. Con alta probabilidad Piñera logrará reconstruir la economía, aumentando el PIB mediante la actividad de las obras públicas. Muchos se enriquecerán pero, como con las políticas de sus antecesores, el crecimiento económico no significará gran cosa para las mayorías excluidas. Espero que esta crisis estimule la aparición de nuevos actores políticos, con proyectos de cambio diferentes a los de un llamado centro izquierda, somnoliento y carente de iniciativas.
Foto de Fernando Vergara
El terremoto (5)
Meme n° 1
Saqueos y pillajes (looting and pillages) en la ciudad de Concepción, la más golpeada por el terremoto 8.8. Saqueo y pillaje son estrictamente sinónimos. Dos maneras de decir lo mismo de tal forma que parece el doble.
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Meme n° 2
A Pinochet se le debe la bonanza económica de Chile. La versión post terremoto de este meme es que a Pinochet, y a Milton Friedman, se debe la construcción antisísmica en Chile, como escribe este hombre en el Wall Street Journal.
La verdad es muy diferente. Sólo en los años noventa, una vez terminada la dictadura, Chile pudo recuperar y superar los niveles de vida previos a ésta. Las peores crisis económicas en Chile, las de 1975 y 1982, las provocó la gestión económica pinochetista. La última, de 1982, sus coletazos y las reacciones que provocó, fueron las que desencadenaron la caída de Pinochet.
En cuanto a las normas de construcción antisísmica, fue el gobierno de Allende, en 1972, quien las convirtió en normas legales. Y los gobiernos democráticos, en los años noventa, quienes las actualizaron.