La rueda de las maravillas
Wonder Wheel, la última y quién sabe si postrera película de Woody Allen. Por encima es colorida como una feria de diversiones y por dentro negra retinta.
Sobresale el personaje de Kate Winslet, una Bovary de teatrillo y carrusel con su marido simplón, su amante salvavidas, su hijastra cenicienta y su retoño pirómano. Cuando se trata del amor, resultamos ser nuestro peor enemigo, dice.
Wonder Wheel tiene un doble morbo añadido: ¿dirán algo estos personajes y sus aventuras sobre las aventuras y desventuras del cineasta? Un dramaturgo incipiente se enamora simultáneamente de una mujer y de su hijastra y a pesar de que intenta ser sincero con ambas no consigue desactivar el drama...
Tal vez sea la última película de Allen, decíamos, puesto que no está clara la suerte que correrá la que ahora filma. Allen ha dicho repetidas veces que no ve sus películas, ocupado como está filmando continuamente. Si acaba por ser la última de la serie, La rueda de las maravillas ya detenida será la primera que Allen tendrá tiempo para ver.
Ayer, hoy y mañana
Estreno mañana de la última de Woody Allen, la n° 45, El hombre irracional. El número no tiene importancia, ni el nombre, ni siquiera la película. En una entrevista en el diario gratuito de hoy, Allen dice que hace una película tras otra para no pensar en la muerte. Dice también que la filosofía distrae de la muerte pero no la evita. Que si celebrara su cumpleaños n° 80 tendría la impresión de bailar sobre su tumba. Y que si pudiera hacerlo sin ser descubierto, iría eliminando al prójimo uno a uno hasta quedarse solo sobre la faz de la Tierra.
Estreno también mañana del Principito, al que le han agregado, oh, sorpresa, la historia de una niña. En los cuarenta, Welles intentó llevarlo al cine con él como aviador, y sin niña, sin éxito.
Mañana también, primer miércoles del mes, es el día del museo de los impecunes, cuando mirar es gratis.
Ayer, en la tele, El transcurso del tiempo. Envejece la película —envejece rápido—, y el nombre va ganando con el transcurso del tiempo, justamente. Me dormí. Desperté unas cuantas veces y lo poco que vi estaba al borde del ridículo, lo que me parece bien.
Y ayer también en la tele, Ayer, hoy y mañana, de De Sica. No la vi, me arrepiento.
Hoy Tse recordaba que el Perro habría dicho alguna vez que no hay tonto sin blog. Me vine de cabeza a actualizar el mío.
Y ya que se han puesto de moda los leones, ayer tomé esta foto en Waterloo. Es la primera de una serie de cinco. Lo dejo botando.
La mejor película de Woody Allen no la hizo Woody Allen
Después del apocalipsis, los sobrevivientes suelen preguntarse: ¿y ahora qué? Le ocurrió a Francis Coppola, tras su versión del Corazón de las tinieblas, conocida como Apocalypse now.
Lo que siguió fue otra sobre corazones, One from the heart (Corazonada o Golpe al corazón).
La vemos ahora, treinta años después de su estreno, y disparamos los fuegos artificiales. Una historia de menos que nada (una pareja se ama y se detesta, ella sueña con unas vacaciones en Bora Bora y él con comprarse la casa donde viven, y echan, cada uno por su lado, una cana al aire, ella con un camarero sudaca, él con una eslava circense, para acabar abrazados en un final feliz), tratada a punta de cartón piedra y de neón colorido, de trompe l'oeil descarado, a punta de pura ilusión, con una maestría total.
El resultado es que la mejor película de Woody Allen no la hizo Woody Allen.
Un ejercicio de estilo impecable de cabo a rabo, en el que sólo desentona en parte la música melosa de Tom Waits.
La película tiene el valor añadido de haber sido un estrepitoso fracaso de público y de crítica y haber llevado a Coppola a la quiebra. Como se sabe, su obra es una sucesión de taquillazos y de patinazos. A ver si las veo todas para confirmar lo que presumo. Que las malas de Coppola son tan buenas como las mejores.
En qué no se parecen Woody Allen y The Wire
No hay negros en las películas de Allen. Caigo en cuenta de este detalle viendo a esos italianos tan jocosos que aparecen en Broadway Danny Rose.
Alguien parece haberse dado cuenta de esta ausencia y la comenta en la red. Respuesta inmediata del cineasta, que incorpora a Justin y a su mamá durante unos brevísimos segundos en Si la cosa funciona.
No digo que debería haberlos. Digo que de no haberlos, no haylos.
Un Allen balzaciano
Blue Jasmine, la ùltima de Woody Allen.
Se sabe còmo trabaja el hombre, un filme por año. Cuando lo estrena, ya està filmando el siguiente. Lo pasa tan bien filmando y montando que luego, cuando ve el resultado, se siente algo decepcionado. Pero es probable que ni siquiera lo vea.
Blue Jasmine, filmada en San Francisco, le ha salido balzaciana. Es la crisis, o ha sido, y Allen filma la deriva de una nueva rica convertida en nueva pobre, Jasmine, en la que todo es incierto, si no falso, comenzando por el nombre.
Si el personaje de Jasmine està muy bien compuesto, tanto en las situaciones en que brilla en el mundillo de los ricos, como en las que se resiste a ser lo que se ha convertido, una loser, o sea, como dice ella misma a menudo hablando de los demàs, què decir de su hermana, modélica en su medianìa.
Esto de las hermanas es decidor de lo manera còmo trabaja Allen. Una es alta, rubia y guapa, la otra morena, pequeña y màs bien fea. Como no colarìan como hermanas biològicas, Allen las convierte en hermanas de adopciòn. Y tanto mejor. Cualquier familia tiene algo de hechizo y las de Allen ni qué decir.
La puttana
To Rome with love se llama la última de Allen, que persevera en la tarea de embarcarnos en sus city trips por la vieja Europa. El envío de postales se le da bien, ese color calabaza de los palacios romanos mejora sobre el celuloide o su sucedáneo.
Las historias de Allen suelen ser siempre las mismas, las parejas jóvenes, maduras o viejas, ricas o menos ricas, gringas o menos gringas se frotan entre ellas con resultado de abundantes equívocos, numerosas risas e incluso alguna arruga en el alma. Marivaudages entre preciosas ridículas y galanes declinantes, o al revés.
Se sabe que Allen produce un filme cada año y que él mismo no los ve tras su estreno, ocupado como está con el siguiente. También, que esta última serie europea ha sido un éxito de público y de crítica.
Este, romano, tras Barcelona, Londres y París, parece el peor de los cuatro filmes. Los costurones que sostienen el entramado de las historias que el cineasta cuenta en paralelo son bastos y, en un par de ellas, los recursos argumentales resultan demasiado gordos. Lo mejor probablemente (mucho más que Begnini haciendo de Allen mediterráneo), sea el propio Allen haciendo de Allen, resistiéndose a la jubilación y a la muerte al precio de darle la tabarra a la concurrencia, perfectamente desenmascarado por su psiquiatra de mujer.
Y, quien lo iba a decir, quien sale mejor parada es la puttana romana, Penélope Cruz en persona. Ya en Volver, de Almodóvar, Cruz componía un personaje directamente sacado de lo mejor del neorrealismo italiano. En To Rome with love da un paso más en su propósito de demostrar que es ella, hoy por hoy, lo más parecido a Sofía Loren de cuanto se mueve por las pantallas. En contraste con las gringuitas sosas o insufribles, Penélope tiene un efecto tónico o, mejor aún, gazpáchico.
Un sueño con Woody Allen
Veo que el servicio municipal ha cortado en mi ausencia varios árboles del jardincillo de mi vieja casa (una palmera, una acacia blanca). Al parecer han venido a despejar el jardín de al lado, han visto la altura de mis árboles y la habrán juzgado peligrosa y antirreglamentaria. Me llevo las manos a la cabeza al ver el serrín y los troncos y salgo como tromba a buscar al culpable del desastre. Me encuentro en la calle con un tropel de gente y al primero que encuentro le pregunto si sabe dónde está el responsable municipal. Me doy cuenta de que se trata de Woody Allen, por lo que reformulo la pregunta en inglés. Sin dudar, Allen señala como responsable al hombre que está a su lado. Lo interpelo y me responde que no piensa ser él. La situación es jocosa, de manera que me propongo retratarla. Saco la cámara, abrazo a Allen, quien abraza a su vez al supuesto responsable, estiro el brazo para disparar y despierto.
Óleo de Frederic Edwin Church
El personaje secundario
Anoche, por cambiar de tema, fui a ver la última de Allen.
Digo: Dos para You'll Meet a Tall...
...Dark Stranger, completa la boletera, mirándome a los ojos.
No había leído ni una línea sobre el filme. Ni falta que hace. Los filmes de Allen son todos iguales, comedias con un dejo amargo, une tranche de vie de unos cuantos personajes. Allen los presenta en tres movimientos y cuatro palabras, los pone a interactuar y los abandona al cabo de unas cuantas peripecias. En este caso se trata de dos o tres parejas que se descomponen y se recomponen con desigual suerte.
Y esto porque nadie, ninguno de ellos, quiere perder ni un mínimo de su máximo, razón por la que acaban todos enfrentados a un máximo de su mínimo. Acabo de soltar una fórmula. Que no lleva necesariamente aparejado un elogio de las medias tintas.
Quienes peor parados quedan, por cierto, son dos de los protagonistas, el hombre viejo y su yerno, proyecciones que serán ambos del estado anímico del propio Allen. El viejo sale a la caza de la vida que se le escapa y vuelve a casa trasquilado. Y el joven, comido por el deseo mimético, se mete en un follón existencial de muchísimo cuidado.
Los únicos que salvan más o menos airosos son el galerista y la pintora. Y esto porque Allen no se mete con ellos y sólo los usa para fines argumentales. Tal vez ahí haya una pista: perder protagonismo, ser un personaje secundario.
Todos somos Woody Allen
La televisión e internet han sido el terreno de expresión de la intimidad moderna, la bien llamada extimidad. Ya era hora que ésta alcanzara el cara a cara en vivo y en directo, las tablas de los escenarios y la confidencialidad de los pubs.
Y ya es el caso, a través del nuevo fenómeno de moda: las cringe parties (to cringe: no saber dónde meterse). Que consisten en leer en público, en pubs y pequeñas salas de espectáculo, fragmentos escogidos de sus propios diarios de vida, de preferencia aquéllos en que uno se muestra más, es decir se muestra risible a los ojos de los demás.
Como todas las modas que en este mundo han sido, el fenómeno nació en Brooklyn y se extiende por Europa vía Londres. A ver cuánto tarda en llegar a mi pueblo.
Extractos escogidos: 'No me gusta para nada. Pero si me invitara a salir le diría que sí'. 'Anoche tuve un sueño raro, con palomas'. 'Creo que mi padre lee mi diario, cómo si no está al tanto de todo lo de mi vida. Ahora está con gripe y tiene fiebre. Espero que muera cuanto antes'.
Después de leer frente a un grupo de desconocidos el relato sus sesiones masturbatorias entre la pizzería y la cabaña del jardín, a los 17 años, Steve dice sentirse avergonzado pero también ligero.
Porque el que se desvela así no sabe dónde meterse por haber sido como fue, no por lo que es ahora. Podemos reírnos de cómo fuimos, no de cómo somos.
Todos somos Woody Allen, pero tampoco vamos a exagerar.
Extractado de un texto de Elisabet Blanchet en Le Soir
Simultáneamente
20 de agosto: Hice el amor con Scarlett y Penélope simultáneamente, lo que me dio una gran idea para el clímax de la película. Mientras tanto, Rebecca golpeaba la puerta. Finalmente la dejé entrar, pero esas camas españolas son demasiado pequeñas para cuatro y acabé en el suelo.
Del Diario español de Woody Allen. Aquí el original >