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Camino de Santiago
13 juillet 2006

El zancudo

Enciendo la luz e intento localizarlo. Se trata de un zancudo pequeño y movedizo que aparece y desaparece a su antojo. No hay manera de acabar con sus días. También es verdad que no estoy completamente despierto, lo que no quiere decir que esté soñando. Busco una crema que compré en el penúltimo país en que me picó un zancudo, que fue Marruecos. El tubo está escrito en árabe pero se entiende que la pomada sirve pero no mucho.

También se entiende que estoy entre los trópicos. En Cabo Verde, sin ir más lejos. Los viajes se han convertido en una experiencia sensorialmente pobre: poco espacio y mala comida en los aviones, estrés en los aeropuertos. Las ciudades son sucias y ruidosas. Y por la noche pican los zancudos. En Chile dirían : Sóbate pa callao. Es lo que hago.

Al cabo de unas horas me descubro contando la experiencia por internet. Me salva un corte de electricidad. Donde estoy, la luz es coja y se cae a menudo. Andamos todos, como los místicos, esperando la llegada de la luz.

Por contar, cuento también de un niño que se trepa a un papayero, descuelga una papaya madura y me la regala. Sin pedir nada a cambio. De regreso a mi reducto lavo la papaya, la parto con el cortaplumas, le quito las semillas y me la como con una cuchara que me compré en un negocio chino. Está deliciosa y me deja muy buen sabor. Y una pregunta : ¿Seré capaz, alguna vez, de hacer otro tanto?

DSCN2912

Fuera, la calle está llena de comercios chinos y de mujeres vestidas a la africana con la carga en la cabeza. Más preguntas : ¿Tendrán los comerciantes chinos, que son muy jóvenes y van vestidos como futbolistas, tendrán más añoranza de su lejana tierra por estar en Cabo Verde, país de la saudade tropical?

Y la última : ¿Cómo consiguen las mujeres africanas equilibrar la pesada carga sobre sus cabezas y desplazarse durante largos trayectos sin que se vuelque ni una sola gota? Observo el procedimiento. Comienzan llevándose con las dos manos la carga a la cabeza, sobre la que llevan un pañuelo. Luego la equilibran sosteniéndola con una mano. Dos o tres pasos les bastan para alcanzar la cadencia apropiada para estabilizar la carga.

Un prodigio, como la papaya y el zancudo. Porque cuando desperté, el zancudo todavía estaba ahí.

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