Atención a la acetona
LA REALIDAD CAMBIA constantemente aunque muchos cambios son imperceptibles hasta que un día te saltan a los ojos. Así fue como una mañana vi que se instalaba en mi pueblo una especie de PELUQUERÍA PARA UÑAS. Al día siguiente vi que se instalaba otra y en menos de una semana el pueblo estaba lleno de esos curiosos locales que, ellos también, estaban siempre llenos. Unidades de cuidados y embellecimiento de UÑAS. El ser humano y la ser humana son un ente incomprensible pero ignora uno hasta qué punto.
Días atrás, el público presente en un cine de Bruselas comenzó a sentirse mal. Náuseas, vómitos, intensas cefaleas, desfallecimientos. Ambulancias, traslados a las urgencias. Superado el peligro, recuperados los enfermos, la investigación da con lo flagrante y lo evidente: el cine —que, por cierto, se llama Aventure— está al final de una galería comercial ocupada ahora por estas peluquerías para uñas. La concentración de acetona, ese líquido volátil que se usa para despintar las uñas, produjo el estrago. Copar de peluquerías para uñas un pasaje mal ventilado es una idea que tuvo el mercado y que el propio mercado resolverá, no faltaría más.
Entretanto, atención a la acetona.
Margarina con ketchup
EN LA TELE sólo suelo ver el fútbol o las noticias. Pero a veces también me quedo pegado frente a la pantalla mirando los comerciales.
Que son lo mismo de siempre aunque los actualicen a diario. Venden lo prescindible, mala comida y esas cosas, porque si lo que venden fuese necesario no necesitarían promoverlo.
La moda ahora es incluir junto a las coloridas imágenes pequeñas advertencias verbales. Al pie de un anuncio de ketchup con margarina está escrito en diminutos caracteres: «coma cinco frutas al día».
El colmo en esta materia lo vi días atrás en otro comercial: una niñita se desliza por el pasador de la escalera, feliz de saber que la llevan a comer hamburguesas. La leyenda abajo dice que no hay que deslizarse por el pasador de la escalera. Lo contrario de lo que la imagen muestra. Dicho de otra manera: haz lo que te hago pero no lo que te digo.
Probablemente estas advertencias las impone un reglamento y se permiten ser contradictorias porque pasan inadvertidas. Esos enfisemas que ilustran los paquetes de tabaco, aunque pequeños, tienen la fuerza mimética de lo ostensible, cuando menos las primeras veces que uno los ve, porque la repetición hace que después de un tiempo su carácter manifiesto se vaya erosionando y acaben por no verse.
Las advertencias escritas, ni eso siquiera, no se ven ni antes ni después. Son apenas la letra pequeña del contrato, débiles oximorones, la espumilla que deja el lavado del enfisema con agua de colonia verdosa.
El náufrago entrañable
ROBINSON CRUSOE NAUFRAGÓ frente a las costas de un pequeña isla deshabitada y desprovista y sin embargo sobrevivió al naufragio, vivió una vida digna de ser vivida y finalmente regresó a su patria.
Yanko Goorall naufragó frente a las costas de una gran isla habitada y bien provista, al punto de que considerada el centro del mundo civilizado en ese entonces, y sin embargo no sobrevivió. O su sobrevivencia no alcanzó para vivir una vida digna de ser vivida ni para volver a ver su patria.
La historia de Yanko y su mujer, Amy Foster, es lo que cuenta este breve y extraordinario relato de Joseph Conrad. ¿Qué hace un joven campesino de los Cárpatos orientales —allí donde un confín de Polonia toca con Eslovaquia, Rumania y Ucrania— en un pueblo costero del condado de Kent, en el sur de Inglaterra a fines del XIX. Y cómo reaccionan los nativos ante su desconcertante presencia?
En unas breves páginas, Amy Foster dice más sobre la alteridad que un sesudo tratado y aporta más luces que un manual de historia sobre la manera cómo los campesinos europeos fueron expoliados por los vendedores de El Dorado.
No digo más sobre la historia porque ésta es una invitación a leerla. Leer a Conrad es querer pasar página rápidamente para enterarse de lo que viene y al mismo tiempo demorar la lectura para paladear lo que se lee. Sí se puede decir que éste es probablemente el más autobiográfico de sus relatos, a pesar de que el polaco se esforzó porque no lo pareciera.
Y agrego desde ya a Yanko —a Juanito— a mi lista de náufragos entrañables, que encabeza por cierto Crusoe y en la que se hacen sitio a brazadas la abuela del papa Francisco, un escolapio enamorado y tantos más.
CÓMO SONABA EL PADRE NUESTRO que rezaba Yanko en los oídos congestionados de Amy:
Ojcze nasz, któryś jest w niebie
święć się imię Twoje
przyjdź królestwo Twoje
bądź wola Twoja, jako w niebie tak i na ziemi
Chleba naszego powszedniego daj nam dzisiaj
i odpuść nam nasze winy, jako i my odpuszczamy naszym winowajcom
I nie wódź nas na pokuszenie
ale nas zbaw ode złego
Amen.
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LA IMAGEN DE la portada se llama «Le Père Magloire sur la route entre Saint-Clair et Etretat» y la pintó Caillebotte en la costa normanda, del otro lado del Canal, por los años en que Conrad sitúa la historia de Amy y Yanko, y la figura del primer plano evoca la presencia en el relato del doctor Kennedy, quien cuenta la historia. Otro gran narrador, Caillebotte.
Profundidad del ombligo
CRUZANDO A NADO la laguna Chiu Chiu me acordé de estos versos que escribió Marcelo Castillo cuando éramos cabritos: «Cómo decirle al pez de la pecera que el mar es ancho y el río largo y el lago contenido en un ombligo de la Tierra es inmenso hacia adentro». Cuando llegué a la orilla —no tardé mucho, el agua estaba fría y la laguna es pequeña— me dijeron que el comandante Cousteau la había explorado sin encontrar el fondo. Chiu Chiu es una laguna superficialmente pequeña pero profundamente profunda.
Así el ombligo, una cavidad que ocupa poco espacio físico pero mucho espacio espiritual, puesto que el centro anatómico del ser humano es la sede del ensimismamiento y también su metáfora. No serían Eva ni Adán quienes acuñaran tal metáfora porque en estricta lógica carecían de ombligo. Se cuenta en cambio que allá por el año de la pera unos monjes meditaban con la cabeza gacha, lo que los hizo blanco de las críticas por pasarse el día supuestamente mirándose el ombligo. De entonces ahora se llama ombliguista al egocéntrico, cuya actitud nadie ha descrito mejor que el cantor Lenorman: «Tengo ganas de abrir la ventana para verme pasar por la calle».
Marcelo Maturana llamó recientemente a su columna El ombligo vacío. Entiendo la idea pero creo que el ombligo está lleno de contenido puesto que las líneas que nos deja la separación de la madre, los detalles de esa cicatriz, componen un mandala que dice mucho sobre lo que nos espera y nos desespera. El hinduismo hace radicar allí, en ese centro del centro, el chakra más poderoso. Tanto así que tal vez tenían razón aquellos monjes. Si te miras concienzudamente el ombligo puede ser que acabes comprendiendo cómo funciona el universo porque para entender esto último hay que haber entrenado suficientemente la capacidad de concentración.
Pensando en estas cosas del ombligo me acordé también de un gran momento del periodismo universal. En los años en que Luis Alberto Ganderats dirigía la Revista del Domingo del diario El Mercurio, en plena dictadura, escribió un reportaje en el que conspicuas personalidades de la vida pública de aquel entonces se explayaban sobre su relación con su propio ombligo. La revista ya estaba impresa y encuadernada y su portada, en la que se veía, cómo no, el primer plano de un flamante ombligo, olía a tinta fresca, cuando el director y propietario del periódico se enteró del asunto y hasta ahí no más llegamos.
Eran años ésos de censuras y secretismos, el episodio fue comentado sotto voce y desapareció rápidamente de los mapas físicos y de los radares mentales. Iba a escribirle a Ganderats para preguntarle si cuarenta años después conservaba un ejemplar del ombligo censurado y si quería contar ahora algún entretelón, algún pliegue de esa cicatriz, cuando me entero de que murió hace unos meses.
Vuelvo a mirarme el ombligo y creo que no me arrepiento de nada, aunque sí lamento un poco no haber hecho algo entonces con esa noticia, algo así como un análisis abstruso o un llamativo pastiche.
Sátiros mirándose el ombligo, Roma, sII
La manera como el pianista hunde sus manos en el teclado
CUANDO LE PREGUNTAN cuál es su compositor favorito, Keigo Mukawa no duda en responder «Ravel». Ni en contar que tocó la primera pieza del francés, la Sonatina, a los 13 años, y desde entonces ha dedicado más de media vida al estudio y la interpretación de su obra. Así, hasta grabar recientemente la obra completa de Ravel para piano.
Ravel estaba enteramente volcado a alcanzar la perfección músical, dejando sitio dentro de esa perfección a la pasión y a la nostalgia, y esa dualidad de temperatura convierte su música en una experiencia única, escribe Mukawa. Ravel era un solitario que de tan sensible a veces parecía inaccesible. «El encanto de su música me ha sostenido en ciertos momentos de mi vida», confiesa, e ilustra esa confesión interpretando sensiblemente Le tombeau de Couperin, Gaspard de la Nuit o los Valses nobles y sentimentales.
El programa que presentó el domingo 12 de febrero de 2013 Keigo Mukawa en Bruselas encadenaba obras de Bach, Mozart y Ravel con una breve pieza de un compositor japonés contemporáneo, Akira Nashimura, a guisa de intermedio. Tres maestros, tres tiempos, tres maneras de hacer sonar un piano que Mukawa ilustra con maestría, y un paréntesis que brevemente nos llevó de paseo por la naturaleza de su archipiélago natal. Vista desde el ángulo en que me encontraba, a la derecha del instrumento, la manera cómo el pianista hunde sus manos en el teclado y echa a volar pájaros es prodigiosa.
Una palabra sobre el público. En pleno invierno belga durante una hora y media 500 personas, incluidos unos cuantos niños, no tosen o, a lo más, tosen para adentro. Un público así bien se merece que alguien le dedique una palabra de reconocimiento. Es lo normal, me dicen, tratándose de gente bien educada que distingue una pieza de Ravel de una de Debussy... OK, pero aun así.
Al final del recital, Keigo Mukawa tuvo a bien dedicarnos su álbum que, desde entonces, escuchamos con fruición.
Las mejores novelas de Coetzee ordenadas de muy buenas a magistrales
DESDE 2017, AÑO de la última foto, dos novelas y tres nouvelles han caído y hoy que es el cumpleaños n° 83 del maestro toca actualizar la pirámide. Abajo las muy pero muy buenas. Arriba las magistrales.
El solitario de Rodrigues
SORPRENDE VER LO mucho que se parecen los animales que pintaba hace cuatrocientos años Roelandt Savery a los juguetes de los niños. Savery fue uno de los primeros pintores que convirtió a los animales en protagonistas de sus cuadros, tal como hicieron los hombres primitivos en sus cavernas. E hizo esto no sólo con animales conocidos en la Europa de fines del sXVI sino también con otros exóticos, como el famoso pájaro dodo.
Flamenco, Savery era protestante, por lo que se afincó en Holanda. Allí, en su casa de Utrecht, que fue llenando de plantas, pintaba paisajes y junto a las aves de corral conocidas echaba a correr y a volar avestruces, dodos y casoares y otros pájaros por entonces improbables.
Los dodos, una especie de pájaros extintos de las islas Mauricio, en el Océano Índico, aunque no lo parezcan eran palomas desmesuradas que medían más de un metro. Llegaron a Mauricio volando pero perdieron la capacidad de volar porque la isla estaba deshabitada y la comida era abundante.
Los portugueses, que alcanzaron las islas del Índico a inicios del sXVI, llevaban en sus naves perros, gatos y cerdos y de contrabando ratas. A pesar de ser su carne incomible, los dodos no resistieron cien años a la llegada de hombres y animales, de los que eran presa fácil porque anidaban en el suelo y no volaban. Perros y gatos los perseguían y cerdos y ratas se banqueteaban con sus huevos. Por este descuido histórico, Schopenhauer los trató de ineptos. No es el único: es probable que se les llame dodos porque los portugueses los llamarían bobos y los holandeses, que vinieron después, dodoors, que en su lengua significa holgazanes.
Así fue como los pájaros dodos se extinguieron pero su imagen fantasiosa sobrevive gracias a la pintura de Savery y a las ilustraciones de Alicia en el País de las Maravillas, obra en la que Lewis Carroll, su autor, se presenta a sí mismo bajo la forma de un uno de estos pájaros.
Si la trayectoria del pájaro dodo es melancólica, qué decir de la historia de un primo suyo al que, por el nombre de la isla en que vivía, se conoce con el entrañable nombre de solitario de Rodrigues.
De esta enorme paloma solitaria sólo se conservan cuatro huesos mal contados y la imagen del grabado que hizo el naturalista francés François Leguat, otro protestante que se refugió en Holanda y desde allí dio el salto a las islas del Índico. El solitario de Rodrigues tampoco sobrevivió a la llegada de gatos y ratas, menos aun teniendo en cuenta sus formas apetitosas y su carne sabrosa: su trasero era redondeado, como los cuartos de un caballo, escribió Leguat.
La melancolía que desprende el dodo se redobla en el caso del solitario de Rodrigues. Más aún cuando se sabe que este último se extinguió dos veces. A fines del sXVIII un astrónomo francés viajó al Índico donde descubrió un grupo de estrellas remotas a las que llamó Constelación del Turdus Solitarius en homenaje al extinto pájaro. Pero el nombre no cuajó y el solitario de Rodrigues volvió a extinguirse, esta vez en los atlas de astronomía. El dodo, en cambio, conserva intacto un asteroide con su nombre circulando allá por Marte o por Júpiter.
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Óleo de Roelant Savery, 1625, y grabado de François Leguat, 1708
El viejo ciego
UN JOVEN medita en el bosque. Medita tan profundamente que las hormigas comienzan a construir un hormiguero a su alrededor. Con el tiempo el hormiguero cubre por completo el cuerpo del joven, salvo los ojos. La gente que pasa por el bosque mira el hormiguero y dice: mi abuelo contaba que allí dentro hay un viejo meditando.
Pasa el tiempo y un día llega al bosque un rey con su séquito para celebrar primavera. Su hija, la princesa, ve dos orbes brillantes en el hormiguero y, movida por la curiosidad de las princesas, coge un palo y lo introduce por las órbitas para saber de qué se trata esa luz. De los agujeros comienza entonces a manar sangre. Asustada, la princesa escapa al palacio y decide guardar en secreto lo ocurrido.
Tiempo después un mal presagio perturba el reino y el rey consulta a los astrólogos para saber qué pasa. Su hija intuye que hay una relación entre el presagio y lo vivido por ella en el bosque y decide contárselo a su padre. Conmovido, el rey va al bosque, abre el hormiguero e implora al viejo ciego que perdone a su hija.
El viejo responde que la perdona siempre que la princesa se case con él. ¿Su hermosa princesa casada con un viejo ciego cubierto de hormigas? Naturalmente, el rey duda. La princesa, en cambio, acepta encantada, la boda tiene lugar y la pareja vive feliz.
Hay varias versiones sobre el final de esta historia india. La dejo abierta porque a la imaginación hay que ponerle un poco de chutney.
Azul que es pura memoria de algún lugar
AL PASAR del portugués al español dar con lo que se acerca y se asemeja no es difícil si se hace con esmero. No digo que yo lo consiga pero aquí lo dejo.
TREM DAS CORES
Caetano Veloso
A franja da encosta cor de laranja
Capim rosa-chá
O mel desses olhos luz
Mel de cor ímpar
O ouro ainda não bem verde da serra
A prata do trem
A lua e a estrela
Anel de turquesa
Os átomos todos dançam
Madruga
Reluz neblina
Crianças cor de romã entram no vagão
O oliva da nuvem chumbo ficando pra trás da manhã
E a seda azul do papel que envolve a maçã
As casas tão verde e rosa que vão passando ao nos ver passar
Os dois lados da janela
E aquela num tom de azul quase inexistente
Azul que não há
Azul que é pura memória de algum lugar
Teu cabelo preto
Explícito objeto
Castanhos lábios
Ou pra ser exato lábios cor de açaí
E aqui trem das cores
Sábios projetos
Tocar na Central
E o céu de um azul celeste celestial.
TREN DE LOS COLORES
La franja de la ladera color naranja
Capín rosa de té
La miel de esos ojos de luz
Miel de color impar
El oro aún no bien verde de la sierra
La plata del tren
La luna y la estrella
Anillo turquesa
Los átomos todos danzan
Madruga
Reluce la niebla
Unos niños color granate entran al vagón
El oliva de la nube gris va quedando atrás en la mañana
Y la seda azul del papel que envuelve la manzana
Las casas tan verde y rosa que van pasando al vernos pasar
A los dos lados de la ventana
Y aquélla en un tono azul casi inexistente
Azul que no hay
Azul que es pura memoria de algún lugar
Tu cabello prieto
Explícito objeto
Castaños labios
O para ser exacto labios color de azaí
Y aquí el tren de los colores
Sabios proyectos
Entrar en la Central
Y el cielo de un azul celeste celestial.
(La pintura es de Sandra Chinelate)
El poder de la imagen
1950. Un matrimonio de franceses de edad media cenan en un hotel en Tailandia. Hace años que ella no se siente atraída por él. Se aburre y le reclama diversiones. El se arrepiente de haberla invitado a este viaje. Sale del hotel a buscar algo que pueda divertirla. Se le acerca un dealer y le ofrece muchachas. El declina. Muchachos, entonces. Tampoco. Películas francesas. OK, eso puede ser. Vuelve al hotel e invita a su mujer a vivir esa experiencia. Siguen al dealer que los lleva hasta una casa donde se instalan a ver las proyecciones. El premier filme es francamente malo. No sólo es malo, es asqueroso, dice ella. ¿Quieres irte?, pregunta él. Esperemos un poco a ver el siguiente... En el siguiente el joven protagonista está de espaldas pero al marido le basta con verle un lunar para reconocerlo. Cuando se vuelve y deja ver su rostro ella exclama: ¡Pero si eres tú! Es verdad, lo había olvidado. Vámonos, dice él. Claro que no, responde ella, ahora lo tienes que ver hasta el final. De regreso al hotel ella lo llena de reproches. Pero, ¡cómo pudiste! Me presté a hacerlo porque ella lo necesitaba, explica el hombre. Además, eso pasó cuando era joven y aún no te conocía. Suben a la habitación y, para sorpresa de él, la mujer se le acerca seductoramente y le dice al oído que se veía muy atractivo en la película. Por primera vez en mucho tiempo ella alcanza el orgasmo.
Graham Greene, Blue Film, 1954
Amor mío, Zumurrud
ENTRE risas, Zumurrud desviste a Nuredín. El es novato, ella lo guía. Le lee un cuento que él escucha atentamente. Y hete aquí que ahora Nuredín y Zumurrud están dentro de ese cuento. Ella le encarga que vaya al mercado a vender una tela que ha bordado. Que la venda a cualquiera salvo al hombre de la chilaba azul. Y justamente allí está el hombre de la chilaba azul que le ofrece a Nuredín por el bordado más de lo que Nuredín hubiese podido imaginar. Nuredín no puede negarse pero le pide al hombre de azul que se mantenga lejos. El hombre de azul lo sigue sin embargo hasta su casa y le tiende una banana. Nuredín la come y se duerme profundamente. Cuando despierta, ve con espanto que Zumurrud ya no está, que ha sido raptada. Nuredín la busca por doquier desesperado.
Amor mío, Zumurrud...
Entretanto, un rey ha sido coronado en su palacio. Hasta donde llega Nuredín hambriento y agotado por la búsqueda incesante. En el palacio hay ricas viandas a las que Nuredín se acerca. Un hombre le previene que se abstenga de comer pero Nuredín no se puede retener. Lo hacen prisionero y lo llevan a la habitación del rey. El rey le lee un poema erótico y le dice que de allí en adelante Nuredín será su amante. Nuredín se resiste pero comprende que no tiene escapatoria y entre sollozos le pide al rey que al menos no le haga daño. El rey se acerca y mientras lo acaricia se quita la máscara y entre risas le dice: Nuredín, ¿no me reconoces?
Amor mío, Zumurrud...
De Las Mil y una Noches
Doña Flor y sus dos maridos
Saldos del Diario de Chile, 1
EL PAISAJE en el viaje de Santiago a la playa, la sucesión de valles y su aridez rocosa salpicada de flores y coronada aquí y allá por las enormes peñas de Llay Llay («viento-viento») delante de los montes imponentes. Y el aro de rigor en el restaurante caminero por amor de la cazuela y el mar que por fin asoma por Longotoma. Y la costa que dibuja un pueblo nuevo, La Ballena, que estira sus formas natatorias. Así hasta llegar a la casa que un día fue pimpante y ahora acusa el paso de los años y el jardín a medias arruinado por el agua salobre.
SUBIMOS a la parte más alta de las rocas, a lo que llaman El Nido, a la hora que se pone el sol, y vemos fugazmente el rayo verde, le rayon vert de Rohmer. La exigencia de subir al Nido, puro yoga de la concentración, ahí te quiero ver poner el pie.
CAMINANDO por la playa se nos unen dos perros y una perra a los que bautizamos Doña Flor y sus dos maridos. Uno de ellos persevera y recorre doce kilómetros a nuestra vera como si viniésemos juntos desde muy lejos y no nos fuésemos a separar jamás. De vez en cuando nos echa una mirada e interpreta las nuestras. Cuando aparecen otros perros levanta la cola y se posiciona entre ellos y nosotros con actitud protectora y cuando los dejamos atrás nos mira preguntando: ¿cómo estuve? Qué ganas tiene de que lo adoptemos...
RELEO libros que leía hace años y encuentro las marcas que dejaba: una tira de prueba, una entrada al teatro, las huellas del tabaco que fumaba entonces... ¿Por qué insisto en querer recordar cómo vivía? Porque sé que esas señas me hablan a mí. Y ésta que les doy ahora es su última oportunidad, una oportunidad de poca cosa pero oportunidad al fin.
ENCUENTRO una imagen que me emociona, la muestro y me quedo solo con mis emociones. Es emocionante quedarse solo con sus emociones.
EN SANTIAGO, el lunes en el súper es día del descuento (menos tres por ciento) y está lleno de gente mayor. En el metro por la noche, en cambio, circula gente joven, todos formateados por la misma pantalla. El Uber lo conduce un muchacho alemán de Roskow, bisnieto de unos colonos de Paillaco, que está de vuelta en Chile donde quiere poner un hotel. Le digo que lo llame FLOR DE HOTEL y le cuento la historia del alemán de Florianópolis que en los años treinta tenía un hotel llamado ADOLF HITLER. Cuando Brasil entró en guerra contra Alemania no le quedó más remedio que cambiarle el nombre y para no incurrir en gastos reordenó las letras y lo llamó FLOR DE HOTEL. Se ve que al muchacho le hace gracia la historia porque cuando nos despedimos me pide que se la cuente de nuevo.
LA distancia que media entre cómo te ves y cómo te ven los demás suele ser grande en todos los casos y se agiganta en el caso del bocazas. Por mi parte soy filarmónico pero quitado de bulla, le dije una vez a Albert. También porque «cuántas palabras ahorra una expresión correcta», como dijo Enrique Lihn.
EL tiempo es la única dimensión en la que pueden hablarse los vivos y los muertos, dejó dicho por su parte Juan Benet. Me lo recuerda el espejo y la imagen de mi viejo en el espejo.
EN sus últimos años, ya muy anciana, su madre lo confundía con su padre e intentaba seducirlo. O tal vez era simplemente la liberación del deseo incestuoso que siempre habría estado latente. Por suerte a la mía no le ha dado por eso porque menuda incomodidad...
ABRO este cuaderno en busca de un párrafo que copié de El Lobo Estepario y viendo cómo desfilan las páginas Merino me mira con asombro: ¿Y qué es todo eso que escribes? Intento una respuesta pero en seguida me doy cuenta de que no hay respuesta que valga porque lo que cuenta es la perplejidad que da paso a la pregunta.
EL PÁRRAFO que copié de El Lobo Estepario es éste: «¿Éramos nosotros, los viejos conocedores del mundo antiguo, de la antigua música verdadera, de la antigua poesía legítima, éramos nosotros únicamente una exigua y necia minoría de complicados neuróticos que mañana seríamos olvidados y puestos en ridículo?». Preguntarlo es responderse.
Nocturno para una única oyente
ALARGO la lectura de El Polaco, la reciente novela de Coetzee. Es breve y no quiero que acabe tan pronto.
Es la historia de un amor que la protagonista no reconoce como tal hasta la última línea. Al contrario del polaco, que se reconoce enamorado a primera vista y contribuye con todos los tópicos del género del artista enamorado. Porque es un artista nuestro polaco, un intérprete de Chopin.
Coetzee describe limpiamente los impulsos y los frenos en el fuero interno de la protagonista. Así como la manera cómo ésta detalla las limitaciones que el polaco inevitablemente exterioriza. Lo paradójico del caso es que ella critica el exceso de romanticismo del polaco y al mismo tiempo espera secretamente que vaya más lejos en esa dirección.
También el paralelo entre lo que puede dar de sí el polaco como amante y la manera cómo interpreta a Chopin está muy conseguido. El polaco es un intérprete austero del maestro romántico y ella le reclama más de lo que justamente dice querer huir, más énfasis, más romanticismo...
(A Coetzee también se le suele reprochar ser austero).
El Polaco no es una sinfonía ni una obra coral. Es un nocturno para una única oyente. Por cierto, magistral.
La traducción, sin embargo, parece mejorable. Lo digo a pesar de que antes de sentenciar habría que leer la versión original, cosa que aún no es posible. Como se sabe, Coetzee prefiere publicar sus libros en español antes de dar paso a la edición original en inglés. Además de en español, por ahora el libro sólo está disponible en alemán y neerlandés.
A propósito de eso, éste es un amor que tiene que desplegarse en inglés entre dos personas, un polaco y una española, para las cuales el inglés es el único idioma que tienen en común. En ese terreno ella también es exigente y él muy consciente de sus limitaciones. El es viejo y ella no.
Otro 26 de diciembre
CELEBRAMOS la Navidad con los sobrinos. Los niños me despiertan la curiosidad por el futuro.
Hace un mes en Santiago compartíamos una animada mesa con un sobrino de Rodrigo Lira. Lira tenía curiosidad por el futuro pero decidió morir joven y no llegó a conocerlo. La curiosidad en el caso de la mesa de noviembre se daba en el sentido inverso.
Albert, que murió en noviembre en Madrid, escribió una vez que este blog existía para recordar la figura del amigo que eligió morir joven. Tenía razón, en parte al menos. Hoy y todos los 26 de diciembre, doble cumpleaños de Rodrigo Lira, la tiene doblemente.
El periquito amarillo
ME entero de que ha muerto Tere, la hermana de Iñaki Uriarte. Debía de ser una persona entrañable, a juzgar por la manera cómo Uriarte habla de ella en sus Diarios, de los que copio abajo cuatro de sus apariciones.
TERE Y PATXUKO se casaron en la ermita del pueblo de Igeldo. Al comenzar la ceremonia, un hombre ya bastante mayor entró en la iglesia y se colocó al fondo, de pie. No era un convidado. Solo quería ver el vestido de la novia. La madre de Margot Pradera conocía al hombre y le había dicho el día anterior: «Mañana, en la ermita de enfrente de tu casa, se casa una amiga de mi hija a la que le he cosido el traje». Moriría al año siguiente, pero, curioso hasta el final, Cristóbal Balenciaga asistió a la boda de Tere.
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DICEN QUE EN el origen de las religiones y de las filosofías se encuentra el miedo a la muerte. No hace falta tanto. En la muerte pensamos poco. Es el sufrimiento lo que cuenta. Lo que está por todas partes. El alivio de un dolor de muelas justificaría la existencia de cualquier religión o filosofía.
O el hallazgo de un remedio para la vejez. Hoy un señor mayor se ha caído al suelo en la tienda de los periódicos. No le ha pasado nada. Se ha levantado con la expresión un poco aturdida. He salido a la calle pensando en lo que Tere me contó ayer. Su encuentro en el parque con X, otro señor mayor al que ella conoce desde hace mucho tiempo. Se saludaron efusivamente y charlaron un rato. Él le explicó con gran detalle sus diversas penalidades físicas y varias operaciones a las que se había sometido recientemente. Estuvieron hablando así un rato largo. Hasta que él le dijo: «Y lo peor de todo no es lo que te he contado. Lo peor es que no sé quién eres».
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EL EFECTO OBAMA.
Jon, de siete años, cena en casa de su amama Tere: «Mi madre está enamorada de Obama», dice. Más tarde Tere lo encuentra mirándose al espejo del cuarto de baño, haciendo muecas y gritando: «¡Quiero ser el hombre más interesante del mundo! ¡Quiero ser negro!».
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MAÑANA, FINAL DE la copa: Athletic, Barcelona.
Ayer me encontré con Tere, que venía de comprar una camiseta del Athletic. Ella, Patxuko y María (sobrina) van en avión a Valencia a ver el partido. Salen a las ocho de la mañana. «Vamos una escuadrilla de aviones. Va a ser como lo de Pearl Harbor», comenta Patxuko. Miguel titula su artículo de hoy en El Correo: «Mañana en la batalla, pensad en nosotros». El fútbol es una versión cómica de la guerra, es como la guerra interpretada por los Monty Python. Pero mejor no decirlo. De todos modos, estoy contagiado por el ambiente y espero el partido con ganas.
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TERE PASA ESTOS días de confinamiento total en Toni Etxea. Me cuenta por teléfono que, al dar de comer a los dos periquitos, se le ha escapado el amarillo. Tere ha salido detrás de él. No había un alma en la calle. Al acercarse a los jardines de Ondarreta, dos policías han bajado de un coche, un hombre y una mujer. ¿Qué hace usted aquí? ¿No sabe que no puede salir de casa? Denos su documentación. No la tengo, le doy mi número de carnet.
La mujer, una joven pálida, dice Tere, se ha retirado unos metros y ha hecho varias llamadas. Es que estoy buscando a un periquito que se me ha escapado. ¿Y por qué lleva usted auriculares? Es que estaba con la radio en casa y he salido corriendo a mirar por las cunetas. Señora, va a ser usted sancionada por incumplir el confinamiento. ¿Y cuánto voy a tener que pagar? No es cosa nuestra. Le llegará la notificación. Métase ahora mismo en su casa. ¿Por la puerta de delante o puedo entrar por la de detrás? Por donde usted quiera. ¿Dónde vive? Ahí mismo, a cien metros. Y Tere, ya atolondrada, les ha ofrecido su último y absurdo argumento. Acérquense si quieren y vean la jaula y cómo solo queda el azul.
Gol y Gol
EL CIRCO Las Águilas Humanas, la panadería La Reina del Pacífico, la tienda de los españoles (primos míos), los buses Galgo Azul, el Mundial de Inglaterra, Chiprodal, el silabario El Ojo, las películas de Raphael y el Boxeador chino en el Teatro, las revistas Gol y Gol y Vea leídas en la peluquería, La Tercera Oreja, aquel programa que se escuchaba con la radio encendida y la luz apagada, Lorenzo y Pepita y El Reyecito, las historietas que traía el suplemento del Mercurio del fin de semana, el disco de Serrat sobre Machado, el olor a vino tras la vendimia y la banda municipal que tocaba después de cada gol que marcaba el equipo del pueblo, el Unión Veterana...
Los breves peumas (imágenes o sueños en mapudungún) de Jorge Bravo instalan los lugares comunes como plataforma de despegue de las escenas de la vida de un niño en un pueblo del valle central de Chile, Peumo. En contra las apariencias, en ellas «no hay vacuidad ni hartazgo de la monotonía pueblerina», como explica Adolfo Estrella en la presentación del libro.
La sexualidad infantil y el inquietante encantamiento que provoca descubrir la alteridad, en dos botones de muestra. Desabrochados, por cierto:
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A LAS doce del día, la sirena del cuartel de los bomberos nos interrumpe.
Estamos con Marcela debajo de la silla de playa. Ella me muestra el poto y me pide a cambio que le muestre el pirulín.
Intento satisfacerla pero no sé desabrocharme los botones del marrueco.
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EL CIRCO Apolo se instala en el sitio al lado de la cárcel por una temporada que se alarga mucho más que la de los circos grandes. La carpa es de un blanco desvanecido y exhibe unos pocos números de animales, entre ellos una llama solitaria. Lo que más me impresiona es el pequeño trapecista rubio de ojos azules y cachetes rojos a tono con su vestimenta. Tiene mi edad y con una enorme sonrisa hace sus números desde lo alto. Cuando estamos en el recreo jugando a la pelota se sube a la pandereta que rodea el patio de la escuela a observar nuestra condición de prisioneros, o quizás espera que lo invitemos a jugar. Cuando debemos volver a clases, él sigue libre por las calles esperando la hora de subirse allá arriba, al trapecio.
La rodilla
MUY joven, el escritor ecuatoriano Pablo Palacio ganó los Juegos florales en Quito en el año 1926. La tradición mandaba que los poetas ganadores hincaran la rodilla delante de la recién elegida reina de los Juegos florales. Palacio no lo hizo.
No sé por qué tengo debilidad por esos gestos, como el del alemán que no levantó el brazo en medio de una multitud de nazis.
La foto es de 1936 y fue tomada en los astilleros del puerto de Hamburgo. El hombre se llamaba August Landmesser y era miembro del partido nazi hasta que se enamoró de una mujer judía, Irma Ecker. Juntos tuvieron dos hijas pero las leyes raciales les impidieron casarse. Al año siguiente, Landmesser fue arrestado por intentar pasar a Dinamarca para encontrar trabajo, condenado por «deshonrar a su raza» y enviado a un campo de concentración. Desde allí los nazis lo extrajeron para enviarlo al frente, donde se pierde su pista en 1944. Honor y gloria.
El grupito
Vemos Close, el segundo filme de Lukas Dhont.
A la salida del cine comentamos que como en Girl, su opera prima, uno espera que después del drama la aparición de un culpable lo explique. Estamos esperándolo porque nos acostumbramos al modelo de la explicación por el culpable y porque en su ausencia los dramas son aún más insoportables. Pero al final no hay tal explicación ni menos un culpable. O sólo en parte...
Sólo en parte porque si en lo fundamental el drama es el drama en sí mismo, en lo accesorio sí hay una explicación en la medida en que el drama escoge a unos personajes para hacerse presente. En ambos casos, en Girl y ahora en Close, ese personaje es el grupito de chicas.
La protagonista de Girl integra un grupo de danza de muchachas de su edad y todo funciona bien hasta que las chicas le piden, todas a una, que puesto que comparte con ellas la intimidad del camerino les enseñe su secreto. A partir de ese momento el drama está servido.
En Close, por las mismas. Los protagonistas son felices en sus campos de flores bordados hasta que comienza el año escolar y en el patio del colegio los rodea un grupito de chicas para preguntarles si ellos salen juntos. Es simple curiosidad, se apresuran a puntualizar, como si hiciera falta. A partir de ese momento el drama está servido.
En Elephant, la magnífica película de Gus Van Sant, la cámara se pasea por la escuela antes del drama y se detiene en un grupito de chicas que comen en la cantina. Las chicas hablan de sus cosas y la cámara se regodea contemplándolas ser tal como son. No hay nada que permita decir que a partir de ese momento el drama está servido porque, además, el drama está servido de antemano. Pero igual lo digo.
Voy y vuelvo
Diario de Chile
LA FAUNA
Paso el mes de noviembre en Santiago de Chile y unos días de ese mes en una bahía frente a cuya caleta está la Isla de los Locos. En la isla aún quedan unos pocos locos, algún lobo de mar, uno que otro chungungo y unos cuantos pingüinos de Humboldt. Cuando los pescadores arrojan los restos del pescado faenado desde el muelle, los pelícanos y las gaviotas se dan un festín hasta que asoma el lobo y se acaba la diversión. Los chungungos, los mamíferos marinos más pequeños, son escurridizos y ni por ésas se asoman pero a mí me basta con saber que existen. Lo mismo con las bandurrias y los pilpilenes que anidan en esas dunas. Pondría unas fotos con huellas de pilpilenes en la arena pero tampoco quiero exagerar con el jainismo.
Ese verso de JT: Aún quedan en el barro pequeñas huellas del queltehue que murió esta mañana.
LA FLORA
Era la primavera en noviembre y será el verano ahora. Maravilla de ceibos, jacarandas y gravilleas en flor. El ánimo se abre, se florea, se perfuma. Reabro y releo libros que leía cuando cabrito buscando los árboles y su relación con el ánimo. En El Lobo estepario, HH se emociona cuando mira la araucaria tan bien cuidada junto a la puerta de la que imagina ser la casa que podría acogerlo. Al otro extremo, Sartre resiente ante la raíz sobresaliente de un castaño la famosa náusea.
Merino me muestra el ombú que asoma por el muro de la Quinta Montolín, ahora un liceo municipal, donde en los años treinta vivía Edwards Bello.
Releo también Negra espalda del tiempo, en cuyas páginas Marías confiesa que no hay ni una sola hoja de árbol en sus novelas. Impresiona releerlo porque, ahora lo veo, es el libro que Marías escribió para que los lectores lo releyéramos cuando él muriera.
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LAS HISTORIAS
En el avión de ida estoy viendo Drive my car cuando asoma el azafato con el desayuno y me pregunta si quiero una omelette o algo que no entiendo. Le pido que repita lo que no entiendo y de nuevo no lo entiendo y así hasta que me sugiere que me quite los audífonos.
En el vuelo de regreso veo Un mundo para Julius, basada en la novela de Brice Echenique, que hace un cameo como invitado a su fiesta de cumpleaños cuando niño, no está mal como morisqueta al tiempo perdido. Un Upstairs, Downstairs filmado en Lima, donde los ricos son malísimos y los pobres buenérrimos, salvo el protagonista que es rico pero comunica mejor con los pobres. Visualmente es como una película de Wes Anderson, pero sufre si la comparamos con Roma, que va de lo mismo, pero va con más punch.
Veo también otra cinta argentina, Sublime, sobre una banda de rockeros adolescentes, un ejercicio à la Rohmer en tono menor sobre el bello despuntar del vello y de los sentimientos contenidos de un Principito de Saint-Ex, de un Paul McCartney aterrizado en una ciudad costera. Una variación sobre ese tema tan bonito de Chico, En la flor de la edad: Carlos amaba a Dora que amaba a Rita que amaba a Dito que amaba a Rita que amaba a Dito que amaba a Rita que amaba a toda la bandita...
En Santiago, la Flo está produciendo una película en la que el protagonista es un profesor de yoga argentino que llega a Santiago y se cae en un hoyo. Me imagino perfectamente el hoyo.
También en el avión de ida leo este librito. Cuando me lo regaló Montano me dijo que los mejores textos eran el primero y el último. El primero es de Azúa sobre Deshonra. Y sí, nada que objetar. Un detalle, sin embargo: porque Coetzee describe a la Soraya de la novela como honey-brown, Azúa entiende que es una persona de color. Pero la miel no es oscura, objeta, ni siquiera la miel de brezo. Por mi parte, no he probado todavía todas las mieles africanas pero las que sí he probado son morenas, morenazas incluso.
Torné escribe una carta que su alter ego dirige a Claudio López, editor de La Edad de hierro. Que López haya fallecido entre la escritura de la misiva y mi lectura añade extrañeza a esta carta al editor en la que se pone en duda la generosidad de la protagonista del relato de Coetzee para con un vagabundo. Tal vez Torné derribe una puerta abierta pero lo hace con gracia. Distanciarse del autor, un señor que vive lejos y tiene fama de distante, y cortacircuitarlo por la vía de dirigirse al editor es lo mejor de la fórmula.
LA GENTE
Nos tomamos unos helados de maravilla con una maravilla de persona. ¿De dónde sale tal gente?, se pregunta Caetano. Se lo pregunto a la Molly, que nos cuenta con su naturalidad desarmante y su dicción perfecta que su abuela tiene 104 años, su madre 74, ella 44 y su hija 14. Me trae de regalo el timbre que ha hecho con el Juan de Pareja de Velázquez que me pongo de sayo en Twitter. Los mejores regalos son los inmerecidos, los inesperados. El mejor regalo es el de generosidad contagiosa. Me pregunta de dónde me viene la onda con el arte. Te lo deben de haber preguntado muchas veces, añade. Y no. Es la primera vez que alguien me lo pregunta. Respondo echando mano a una historia familiar. Cuando niño mi hermana me llevó a una exposición de pintura donde vi una imagen que me impresionó, La Sensación de transformarse, un cuadro de Dalí. Me interrumpo. Voy a tratar de ponerlo por escrito, le digo. Tengo el ojo ávido. Salgo de los museos, como salgo de algunos lugares, exhausto, siempre queriendo retener una última imagen. La sensación de transformarse por obra de la imagen tal como la sentí cuando niño nunca más me abandonó.
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La perseverancia con la que mi hermana mayor me ha guardado durante estos años unas camisas y la prolijidad con que mi hermana menor las dispone, ¿cómo se llaman en alemán, en japonés, en sánscrito?
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Mi madre me cuenta que una vez que ella llevaba luto pasó un lisonjero y le dijo: Quién pudiera poner las manos donde las puso el difunto...
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En la mitad del viaje se muere la Gal Costa. Esto es un sinvivir, no quedará nadie con vida. Gal será siempre para mí la moza a la que se le rompe un cuerda de la guitarra en 1971 y dice «acontece».
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Estoy tan moreno por el sol que si le hablo a un haitiano me responde en criollo. El gran fenómeno social en Chile hoy, más que el famoso estallido, es la llegada masiva de la inmigración caribeña. La mayoría de los trabajos de primera línea —camareros, dependientes, choferes—, los ocupan venezolanos o colombianos. Tanto así que, como a mí todavía me gusta hablar con la gente, en el ecuador del viaje dejé de preguntar: ¿usted de dónde viene? y pasé a preguntar simplemente:
—¿Cumaná o Bucaramanga?
Florilegio de respuestas: ¡Pereira!, ¡Barquisimeto!, ¡Chichiriviche!
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Encuentro con unos compañeros de colegio a los que no veía desde hace años. Hablamos de esto y lo otro y pasamos revista a los ausentes. Nos despedimos prometiéndonos que nos volveremos a ver. Y de hecho después de despedirnos nos volvemos a ver en la fila para entrar al baño. El rencuentro es cómico y da para contar un chiste, el del resumen de la vida del hombre: Cuando joven va repitiendo SEX-SEX-SEX. Cuando hombre, MONEY-MONEY-MONEY. Cuando viejo, TOILET-TOILET-TOILET.
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Es el penúltimo día del mes, el 29, y Miguel nos invita a comer ñoquis y a poner unas lucas debajo del plato, siguiendo una tradición que manda comer de esa comida barata el día en que escasea la plata justamente para que no falte.
LA DESPEDIDA
Para no llorar en el aeropuerto me digo que me gustaría llevarme la imagen de la ciudad recortada contra la cordillera no en fotos ni en imágenes mentales sino en pintura. Quién pudiera...
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Para Albert
¿Qué es peor, tener un hijo asesino o una hija asesinada?
V13, POR VIERNES 13*, por aquel viernes 13 de noviembre de 2015 en que el terrorismo islamista atacó París por tres frentes —el Estadio de Francia, el teatro Bataclan y las terrazas de varios cafés y restaurantes— con un saldo de 130 muertos y más de 400 heridos, muchos de ellos muy graves porque los ataques fueron cometidos con armas de guerra.
Cinco años después, la justicia francesa enjuició a veinte acusados en calidad autores y cómplices, en un juicio que se extendió por nueve meses y por el que desfilaron cientos de víctimas y testigos y 350 abogados, proceso que Carrère siguió del primer al último día y del que fue publicando semanalmente unas crónicas en varios medios de prensa que ahora reúne en este libro.
El libro se divide en dos partes: las víctimas y los acusados. Sobre la relación entre unos y otros Carrère formula una pregunta que le surge de la lectura de otro libro que describe el cara a cara entre el padre de uno de los terroristas y el padre de una de las víctimas mortales, una pregunta tremenda: ¿qué es peor, tener un hijo asesino o una hija asesinada?
Los terroristas se repartían en tres grupos de tres individuos teleguiados por el Estado Islámico desde Siria. Un primer comando llegó hasta el Estadio de Francia, donde se jugaba un partido entre Francia y Alemania en presencia del presidente de la República de entonces, François Hollande. Los terroristas pretendían introducirse en el estadio y saltar por los aires entre la multitud, lo que habría provocado una masacre mayúscula. Pero se enredaron por el camino, llegaron cuando el partido ya había comenzado y se encontraron con las puertas del estadio cerradas y unos guardias que les impidieron entrar. Contrariados por el percance, fueron lo suficientemente cons —Carrère dixit— como para activar los explosivos en los accesos al estadio, despoblados a esa hora. Aun así las tres explosiones provocaron una víctima mortal e hirieron gravemente a una decena de personas.
A Marilyn, por ejemplo. Así la describe Carrère: «Marilyn lleva siempre consigo en un pequeño tubo de plástico la esquirla de 18 mm que le extrajeron de la mejilla. La saca de su bolso frente a la Corte y dice: no me importa mostrarla pero no me separo de ella. La guarda y se va, y otros 250 testimonios que vendrán después harán olvidar el suyo, pero aun así, a Marylin alejándose, sola, elegante y triste, tan triste, con su esquirla en el tubo, yo no lo olvidaré».
Hacía buen tiempo en París esa noche de noviembre, las terrazas de los cafés y restoranes desbordaban de gente. «Era como una primavera precoz —recuerda una sobreviviente— y la gente se veía feliz. Yo tenía 27 años y mis amigos 29 y nos preguntábamos qué haríamos para celebrar cuando cumpliéramos los 30». En ese momento tres terroristas descendieron de un coche y comenzaron a tirar a matar. En veinte minutos asesinaron a 39 personas y dejaron 32 heridos graves. Uno de los terroristas activó su cinturón explosivo y los otros dos escaparon y fueron encontrados cinco días después en un suburbio parisino y abatidos por la policía.
Lo peor todavía por venir y lo provocaron minutos más tarde otros tres terroristas en el Bataclan. En medio de un concierto de rock irrumpieron dando tiros y vivas a Alah y en diez minutos mataron a 90 jóvenes e hirieron gravemente a más de 200. Hasta que uno de los terroristas fue abatido sobre el escenario por un policía que tuvo el coraje de interrumpir la masacre pistola en mano, mientras que los otros dos activaban sus chalecos explosivos.
De la masacre del Bataclan se deduce una cosa siniestra. Después de las primeras ráfagas, cientos de personas yacían amontonadas en el suelo, muertos los que estaban encima, vivos los que estaban debajo. Si uno de ellos se movía o se le escapaba un quejido, los terroristas fríamente lo remataban. Si sonaba un móvil también. Y esto es pavoroso porque a esa hora los familiares y amigos de los jóvenes atrapados en la sala comenzaban a enterarse de lo que sucedía y su primer reflejo era marcar el número del amigo o del familiar que estaba allí dentro. Y el sonido de ese celular lo acallaban los islamistas a balazos.
No es fácil resumir un juicio como éste pero Carrère lo consigue dando cuenta de sus grandes líneas y de los detalles reveladores, como este inicio del interrogatorio del presidente del tribunal a Salah Abdeslam, principal inculpado y único sobreviviente del comando terrorista (del que nunca sabremos si el cinturón explosivo que iba a activar se trabó o si lo que se trabó fue su osadía):
—¿Estado civil?
—Alah es grande y Mahoma es su profeta.
—Bueno, ya veremos luego... ¿Nombres de su padre y de su madre?
—Los nombres de mi padre y de mi madre no tienen nada que hacer aquí.
—¿Profesión?
—Combatiente del Estado Islámico.
—...En mis notas dice «interino».
Este intercambio le valió al presidente del tribunal dar con el tono con el que impondría su autoridad durante el largo proceso. Finalmente el tribunal repartió penas un peldaño por debajo de las pedidas por la acusación y lo argumentó de tal suerte que los acusados comprendiesen que si apelaban obtendrían un aumento de sus condenas. La justicia es humana pero funciona.
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*El viernes 13 en la cultura gala es un equivalente al martes 13 en la nuestra, una fecha marcada por la suerte, mala según la mayoría, que ese día se anda con cuidado, buena según otros, que ese mismo día juegan a la lotería.