Tan frío como los espacios entre las estrellas
Leo los obituarios de las víctimas de Bruselas y me digo que no debería nadie morir joven. Los obituarios acaban en una línea que intenta ser optimista. Allí donde estés, estarás bien.
Releo el Maestro de Petersburgo: «Ha perdido su derecho a estar en este mundo y el otro mundo es frío, tan frío como los espacios entre las estrellas y nadie te da la bienvenida», escribe el padre, desconsolado por haber perdido a su hijo.
Me decía también que tarde o temprano resultará que conozco a una de las víctimas. Ayer me enteré de que así es. Un buen amigo iba en el vagón que explotó en Maelbeek. Dice que salvó la vida, con quemaduras superficiales, gracias a que iba junto a él, de pie, un fornido muchacho. Mi amigo acababa de sentarse, se había movido hacia esa parte del vagón en pos de un asiento libre. El cuerpo de ese muchacho operó como protección.
Que no tenga que leer su obituario, me dice.