El 'Decálogo negro' de Kieslowski
Hoy es domingo de Ramos y esta semana será 'santa', el domingo 'de resurrección', y el próximo lunes 'pascual'. Para aquel que fuimos, bautizado, comulgado y confirmado blasfemo, estas fechas no siempre pasan desapercibidas, porque el sentimiento del anochecer de jueves santo en la iglesia seudo románica y heladísima de las Carmelitas de claustro de la calle Carmen con Coquimbo, en Santiago de Chile, en el viejo año de 1965, entre santos amoratados, es difícil que vuelva a repetirse.
Anoche vimos los tres primeros episodios del Decálogo de Kieslowski. Por qué traemos hijos al mundo si han de conocer el calvario, si hemos de bajarlos de la cruz y ponerlos bajo la lápida que nadie moverá al tercer día, pregunta el polaco a través de unas historias impregnadas de un catolicismo cerril y ultramontano pero más veraz que el cristianismo posconciliar aggiornato y falsamente optimista.
Kieslowski se dio a conocer en este mundo moderno con la trilogía Azul, Blanco, Rojo. Este Decálogo es anterior y es propiamente negro. Si queda una luz encendida en esa oscuridad será como esas que mostraban la letra de la fila de butacas en los cines antiguos, una luz mortecina, o como aquellas que dejan los padres encendida para que los niños duerman, una luz que además de apaciguar el miedo delata su presencia.